ChanBaek: Sexy Scrooge - Capítulo 1

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BaekHyun

—No puede ser verdad —farfullé entre dientes para mí mismo mientras abría el portal de mi edificio—. Perfecto. Simplemente perfecto.

El viento aullaba y arrastraba unos copos del tamaño de frisbees hacia la cara. Me puse la capucha del abrigo, me coloqué unos cuantos rizos rebeldes detrás de las orejas y tiré de los cordones para ajustarla alrededor de mi cara. Solo dejé a la vista los ojos y la nariz. Entrecerré los ojos e intenté ver algo a través de la espesa ventisca para localizar mi coche. Un vehículo giró para entrar en mi calle y las luces de freno se iluminaron mientras reducía la velocidad y se acercaba a la acera. Al menos el Uber había llegado bastante rápido. O, más bien, esperaba que fuera mi Uber, porque salí corriendo sin molestarme en comprobar la matrícula.

Seguía con la cara cubierta bajo la capucha cuando me metí en la parte trasera del coche oscuro y cerré la puerta con brusquedad, lo que probablemente hizo que tardara unos cuantos segundos en darme cuenta de que el asiento en el que acababa de instalarme no era exactamente un asiento.

—Mmm, disculpa —dijo la voz profunda del hombre en cuyo regazo me había sentado.

Estaba tan sorprendido que actué sin pensar.

Le grité en toda la cara. Luego cogí impulso y le pegué una bofetada.

—¿¡Pero qué demonios!? —gritó el hombre.

Me llevé una mano al pecho, sentí que el corazón me martilleaba contra la caja torácica.

—¿Y tú quién eres? ¿Qué diantres haces?

—¿Acabas de subirte en mi Uber, te has sentado encima de mí, me has pegado en la cara y quieres saber quién soy yo? ¿Quién demonios eres tú?

—Pensaba que era mi Uber.

El conductor, al que hasta ahora ni siquiera había visto, decidió intervenir en la conversación.

—Este es un coche compartido. Es el Uber de ambos.

—¿Uber compartido? —dijo el señor Voz Profunda—. Yo no he pedido un coche compartido.

Puede que él no, pero yo sí había pedido uno en Uber Pool. Era más barato, y necesitaba ahorrar dinero a toda costa.

—Yo sí he pedido uno compartido.

En ese momento me di cuenta de que seguía sentado encima del otro pasajero. Levanté el culo con toda la naturalidad posible dentro del asiento trasero de un coche.

—Mmm, ¿podrías moverte un poco hacia allí para que no me dejes embarazado si pasamos por encima de un bache?

El señor Voz Profunda murmuró algo que no pude descifrar mientras se desplazaba al otro lado del asiento. Sacó el móvil del bolsillo y empezó a buscar algo.

—Yo no cojo coches compartidos, debe de tratarse de un error.

El conductor resopló.

—Bueno, pues hoy sí porque es lo que ha pedido. O eso, o se baja y se va andando. No hay muchos coches circulando hoy con todo este caos. ¿Qué decide, entonces? Mi mujer ya está cocinando el jamón en el horno y tengo unos gemelos de tres años que esperan ver sus regalos envueltos cuando se levanten mañana por la mañana. Ustedes son mis últimos clientes del día.

Me acomodé en el asiento, me desabroché la capucha y, por fin, dirigí la vista hacia mi compañero de asiento. Y, cómo no, encima era guapo. Con sus gafas de pasta, su mandíbula cuadrada y sus anchos hombros, me recordaba a Clark Kent. No podía hacer el ridículo delante de un chico feo. Dios no lo quiera.

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