005

30 2 0
                                    

Había pasado mucho tiempo desde que había encontrado el diario de la Diosa del Karma, siglos probablemente.

Ya que no había razón alguna por la que estar alerta, iba de forma frecuente a la biblioteca para leerlo una y otra vez, me lo sabía al derecho y al revés. Era como rebobinar la cinta de un casete. Siempre me perseguía la pregunta de si la diosa realmente era mala.

Sí, tal vez no había actuado correctamente, pero ¿técnicamente su intención no había sido querer ayudar a los más débiles?

Me dirigí a mi habitación después de un arduo día de entrenamiento. Estaba exhausto y distraído, aunque me detuve en seco antes de entrar al escuchar movimiento en el interior, era como si alguien estuviera esculcando entre mis objetos personales. No tenía nada malo guardado, claro estaba, pero me incomodaba.

Tomé el pomo y abrí la puerta con brusquedad, moviendo mi mirada a diferentes puntos de la habitación para identificar al intruso.

Los cajones estaban abiertos y mis ropajes como, por ejemplo, túnicas lanzadas por ahí. No me esperé ver a Pittoo ahí, sosteniendo el diario de la Diosa del Karma en sus manos.

No era muy habitual verlo en el templo. Solo venía si se daban situaciones muy específicas, por órdenes de Viridi, la Diosa de la Naturaleza. Me pregunté si algo había pasado. Pero al verlo, solo me sentí enfadado. Enfadado de que estuviera esculcando en mis cosas, y de que ahora alguien más conociera la historia de la Diosa del Karma. Se suponía que solo yo tenía ese honor.

—¡Pittoo! ¡Vete de aquí! — exclamé.

—Vaya, vaya... ¿qué es este peculiar diario?

Lo movió de un lado a otro, como si estuviera presumiéndome que ahora alguien más sabía de lo que estuve ocultando por tantas centurias.

—¡Eso es mío! ¡Dámelo!

Me le lancé para arrebatárselo, pero el ángel oscuro alzó el brazo para que no pudiera hacerlo. Era claro que medíamos lo mismo, pero por alguna me hacía dar saltos para tratar de alcanzarlo.

—Dime, ¿por qué ocultabas esto?

—¡Dámelo!

—Quiero saberlo, Pit-Stain.

—¡No me llames así! ¡Y eso es algo privado!

—No es tu diario, es el de la Diosa del Karma. ¿O vas a venir a decirme que eres tú? Quiero la verdad.

—¡Pit!

Una voz se pronunció sonoramente. Ambos subimos la mirada de inmediato, consternados. Temo que de este secreto salga algo más profundo de lo que pensábamos.

—¿Palutena?

—Me sorprende de ti, Pit-Stain

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Me sorprende de ti, Pit-Stain. Tú eres el que siempre dice que los enemigos deben ser eliminados, y ahora sales con que ella es diferente. ¿En qué sentido?

Desvié la mirada. Lady Palutena se había enterado de ataques que parecían provenir de la Diosa del Karma. Pittoo había ido de soplón a decirle del diario. Por ello, había tenido que contarles la verdad. O al menos, hasta lo que sabía.

Íbamos en dirección para el templo de la diosa, Lady Palutena dirigía mi vuelo y simplemente Pittoo nos seguía. Al parecer lo habían prevenido, y por eso mi doble oscuro se encontraba ahí ese día, como algún tipo de apoyo para mí.

—Es especial.

—La mujer está chiflada. Por lo que sabemos usa ropa rara y es una asesina.

—Pero... ¿técnicamente su intención no había sido querer ayudar a los más débiles?

—Es un estúpido diario, cualquiera pudo haberlo escrito.

Como siempre, no esperé que Pittoo entendiera lo que sentía.

—Calma, chicos. — Palutena intervino. — Generalmente, el karma se interpreta como una «ley» cósmica de retribución, o de causa y efecto. Hay unos orbes de magia muy poderosa de los planetas del sistema solar, aparte de otros objetos mágicos: con ellos podremos vencerla. La diosa, de alguna manera, logró crear un mundo alternativo, una tierra nueva y fértil, donde se esconden los orbes. He logrado abrir un portal hacia él.

—Lady Palutena, si me permite opinar, no creo que esto sea correcto...

—Tenemos que eliminarla para mantener el orden cósmico, Pit. No hay pruebas fehacientes de que sea una aliada, sus acciones lo demuestran. No importa lo que sea que hayas leído sobre ella, es nuestra enemiga.

Me limité a asentir, a regañadientes. Ella siempre me decía que podía contarle lo que quisiera, y sin embargo, en esto no podría ser así. Me había dejado en claro lo que pensaba.

Inclusive, de pequeño a veces solía contarme cuentos para dormir, sobre malvados villanos que terminaron siendo nuestra realidad y sobre valientes héroes que pusieron fin a sus planes. Yo terminé siendo esa heroica alma que le traía esperanza a las personas, esperanza de que todo mejoraría tarde o temprano. Pero nunca la había mencionado a ella.

Es extraño. Trato de ser una buena persona, ser amigable y caritativo con todos pero hay dos partes de mí que discrepan continuamente y no paran de angustiarme. Una de ellas quiere volver a sentirse vivo, de volver a ese sentimiento de orgullo egoísta por haber salvado una vida... y la otra me pide que huya para no volver a sufrir como lo hice anteriormente, porque evidentemente yo no estoy bien y no podría ayudar a nadie si seguía así. Aún habían varias cosas de mí mismo que no podía encontrarles explicación, pero estaban ahí. Indelebles como la marca más profunda.

✓ KARMA, pit.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora