Capítulo 40: Volveremos

13 3 30
                                    

Claro de luna, Zuxhill.

Año 1104 d.c.

Farnese Surem hijo de los reyes de Danae.

El ambiente era bueno y tanto Fargo como los invitados se veían felices, disfrutando de la celebración. Aramis parecía sumamente entregado a dar lo mejor para asegurar su bien, que resultaba doloroso.

«Si supieras, amigo mío», pensó viéndolo cuidar cada detalle.

Esperaba que con su intromisión y advertencias el romance que comenzaba a tejerse entre su hermana y Li detuviera su curso. No era solo porque encontrara al príncipe Ikal poco apto, pues él mismo tenía la certeza de que no era como pensaba en un inicio, sino por el compromiso con el que ambos cargaban, cuyo incumplimiento traería problemas abismales para sus naciones.

Se puso a pensar en lo frágil que era la estabilidad en el continente y su nerviosismo se incrementó. Velar por la seguridad de sus seres queridos y actuar en las sombras no era una tarea fácil. A pesar de estar sentado junto a Hasan y Hakim, siendo parte de las charlas con los demás, su mente se encontraba en otro lugar. La preocupación de que el plan que debían ejecutar esa noche resultara exitoso lo consumía por completo.

¿Qué era lo que les ocurriría si eran atrapados robando el brazalete Zen? La angustia que sentía era tal que ni siquiera el humo inhalado pocos minutos antes lo había logrado calmar, al contrario, el temblor de sus manos aumentó.

Según lo acordado, a la medianoche, los cuatro se reunirían en el castillo para infiltrarse en la biblioteca prohibida. Con la reina absorta en la fiesta, Artemis aseguraba que sería más fácil moverse y esquivar a los guardias. Pero ¿dónde estaba?

Por fortuna, los dioses escucharon sus ruegos y su amigo apareció. Caminó con elegancia hasta ellos con una mirada despreocupada y un porte admirable. Le sonrió luego de saludar a los demás. Farnese deseó por un momento ser él y tomar a la ligera todo lo pasado, y todo lo que estaba por venir. Tal vez solo faltaba que Aramis tocara para él claridad, puesto que parecía realmente tener un efecto mágico.

Artemis no se sentó a su lado, sino que buscó quedar junto a Hakim Koram.

—Qué gusto verte aquí, Kim —Le dijo palmeando su hombro con animosidad—. Pensé que te quedarías en tu villa.

—Creo que es evidente que no lo hice. Dioses, deja de hacer eso —exclamó Hakim fastidiado.

—No quiero —replicó Artemis mirándolo a los ojos de manera juguetona.

Farnese vio a Hakim fruncir el ceño, pero tras una breve batalla de miradas y un toque del dedo del hechicero sobre su nariz su expresión severa se suavizó e incluso esbozó una leve sonrisa. Eso lo hizo sentirse aliviado, pues Hasan le había comentado de lo difícil que era para su hermano menor entablar amistades.

Las canciones tradicionales del sur embellecían aún más la estancia, añadiéndole un toque de familiaridad.

El capitán Varty llegó poco después, saludando a todos con un gesto cortés antes de fijar su atención en la festejada. Ella danzaba con Aramis en el centro del salón, ambos rodeados por los demás.

—¿Habían escuchado esa melodía antes? —Preguntó Varty a sus príncipes, refiriéndose a la música que endulzaba el aire.

—No —respondió Hakim—. Es una canción sureña, ¿cómo podríamos? —Tomó una uva del frutero dorado que estaba frente a él y se la llevó a la boca—. Por cierto, ¿dónde estabas?

Varty rio con satisfacción.

—No seas indiscreto, Kim —intervino Hasan, mientras le lanzaba una mirada divertida a su capitán—. Si Varty no quiere decirnos que estuvo con una doncella, es porque piensa que no lo sabemos. Además de que es un hombre respetable, ¿verdad?

Flores y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora