Capítulo 16: Enigma de la noche.

15 4 51
                                    

Villa Ikal. Torre Celeste, Kistam.

Unas horas antes de la reunión de la fogata.

Li Ikal, heredero del trono de Aukan.


La habitación se volvió vacía y monótona para Li.

Yacía en la cama, anhelando entender sus arrebatos recientes. Después de reflexionar exhaustivamente, no podía perdonarse por haber actuado de manera tan salvaje, reflejando la imagen estereotipada que los extranjeros tenían de su nación. Además, siempre había despreciado la forma en que su padre se refería a las mujeres con las que se entretenía. Se odiaba a sí mismo por haber tratado a Fargo de la misma manera.

«¿Cómo pudiste dejar que tus deseos te impulsaran a actuar como un ser despreciable?».

—Estúpido, realmente estúpido —dijo y se abofeteó con fuerza.

Quiso aferrarse a la esperanza de que ella solo estuviera fingiendo, deseando con todo su corazón que fuera la persona que él había imaginado. Quizás así no se sentiría tan desolado consigo mismo.

Escuchó que llamaban a la puerta y se vio obligado a salir de sus pensamientos. Caminó hasta allí y al abrirla se dio cuenta de que se trataba de su prometida junto a su dama de compañía que siempre estaba con ella.

La iluminación resaltaba la belleza de Isdenn, quien lo miraba sonriente.

—Li... —Le dijo ella con tono suave y dulce—, me preguntaba si te gustaría cenar conmigo.

Él frunció el ceño y lo pensó por un momento.

—No estoy de humor, Denn —dijo al fin.

—¿Te sientes mal?

Su rostro se contrajo con una expresión preocupada.

—Sí, me duele el cuerpo —mintió—, y ...

Pudo ver en sus ojos la decepción, y se sintió peor. Pero realmente no quería estar con ella, aun cuando era su obligación. El hecho de estar juntos a solas siempre daba pie a entablar una situación íntima y eso le incomodaba.

—¿Seguro? —preguntó Isdenn con agravio—. Hace rato vi que estabas bien, ¿es acaso por alguna otra razón que ignoro?

—No pienses demasiado. Las mujeres no deberían pensar mucho.

—¿Qué dices?

—Nada —No quería dar explicaciones, ni seguir viéndola a la cara.

—Entonces cenemos juntos.

Li resopló, harto de la situación.

—¡He dicho que no!

—Li —lo llamó con voz quebrada—. ¿Qué pasa contigo?

Se acercó a escasos centímetros de su rostro, esperando que él tomara la iniciativa de besarla, pues tenía mucho tiempo que no lo hacía. Pero en su lugar, Li interpuso su mano y la apartó.

—¿Qué es lo que haces? —dijo con tono serio y miró a la dama de compañía que estaba sonrojada—. Es inmoral lo que tratas de hacer.

—¿Desde cuándo te importa ser inmoral? —Isdenn sonrió con ironía—. ¿Qué no eres tú el que tiene dos bastardos?

—¡Tú eres una dama! —replicó Li—. Además, ¿qué tiene que ver eso contigo? No debe importarte, el futuro rey puede tener cuantos bastardos quiera.

—Eso no... No es algo bueno Li, esos niños...

«Dioses, no necesito que me lo recuerdes», pensó irritado.

Flores y estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora