Capítulo 25: ¿Negro o azul?

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Sentaria, Aukan.

Hakim Koram, tercer hijo vivo del rey del norte.

Año 1103 d.c.


Hakim detuvo su andar al escuchar más cerca de él esos molestos pasos que iban detrás. Cerró los ojos y habló con dureza, su tono revelando una mezcla de irritación y familiaridad. Reconocía esos pasos, no había duda de quién se trataba. Se giró lentamente, encontrándose con la figura delgada que se acercaba.

—¿Quién te ha dado permiso de seguirme? —inquirió Hakim.

Artemis corrió hacia él, su rostro enrojecido y su respiración entrecortada revelaban el esfuerzo que había hecho para alcanzarlo. Al llegar a su lado, tomó su hombro con determinación. Sus uñas se clavaron en la tela gruesa de su túnica y le rozaron la piel.

—Cielos azules, por fin te detienes —dijo entre jadeos—. He estado corriendo tras de ti durante un buen rato. Nunca pensé que pudieras ser tan veloz.

Hakim frunció el ceño y apartó su mano pálida con un gesto brusco.

—Te dije claramente que regresaría a mi villa después de las clases de alto kistano. No entiendo qué esperabas que sucediera.

Artemis hizo una mueca, visiblemente avergonzado.

—Lo sé, lo sé. Pero es que... —Rebuscó en el interior de su bolso de tela blanca, con un bordado de hojas verdes, sus dedos palpando entre todas las cosas que contenía hasta que finalmente pareció encontrar lo que buscaba. Con cuidado, extrajo el objeto y lo sostuvo entre sus manos, antes de extenderlo hacia él con un gesto vacilante—. Aquí está, tómalo.

Hakim observó con incredulidad la pequeña bolsita azul aterciopelada, adornada en el frente con un magnífico bordado de una luna creciente en hilo de oro.

—Parece que los hijos de Zuxhill adoran los bordados.

—Estos los hice yo mismo.

—Mentiroso. ¿Eres una mujer acaso?

—Tienes razón, no fui yo quien los hizo. La verdadera artista detrás de estos bordados es la talentosa mujer que se encarga de nuestros trajes, me la cogí después de eso.

—Que descarado. Así que te aprovechaste de la situación.

—Bueno, no podía dejar que su talento se desperdiciara solo en los bordados.

—¡Ah, claro! Debes de ser todo un benefactor de las artes. Vaya, nunca pensé que tuvieras algún tipo de talento dentro de tu estúpido ser.

Artemis rio sarcásticamente.

—Eres muy elocuente —señaló con una sonrisa fingida—. Tómalo y ya.

—No. Es innecesario —murmuró, sintiéndose abrumado por el gesto, aunque no podía negar la belleza del obsequio.

—Es en agradecimiento, alteza, no tienes por qué molestarte.

—Tengo toda la razón para molestarme.

—Escucha, siempre he tenido la costumbre de ser agradecido con aquellos que me hacen favores o me ayudan de alguna forma. Decidí darte esta bolsa porque no conozco persona que no ame los dulces confitados de Claro de luna y porque has destruido todas las flores nevadas que he hecho para ti y sé que detestas mis trucos, así que me parece que esto es lo único que puedo darte. A menos que desees algún tesoro, pero tu reino es más rico que el mío. ¿Qué podrías querer o necesitar?

—Solo estoy enseñándote porque así lo quiso el rey, no porque me simpatices —respondió Hakim con brusquedad—. No es necesario. No soy una doncella a la que pretendes como para que te tomes el tiempo de darme obsequios de esta índole.

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