Capítulo 8: Deseo contra amor

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Gresly, Nalinn.

Hanissa Koram.

Nunca en su vida había presenciado un espectáculo como el que acababa de ocurrir ante sus ojos. La magia era un tema del que rara vez se hablaba en el norte, debido a que los portadores del don, que eran contados, solo residían en el sur. Solo su padre, el gran rey Hasen, era capaz de hablar sobre ello, pues en su juventud tuvo la oportunidad de conocer a un hechicero y observar la mayoría de sus hazañas. Arfemis II, padre de los príncipes Zen, con apariencia nevada que contrastaba con sus personalidades calurosas, había sido un gran amigo del suyo junto con Faricio Surem.

—La magia es... Tienes que verla por ti misma para sentir lo que despierta en el cuerpo y la mente —Le había dicho su padre en una de las ocasiones en las que tuvo ganas de rememorar el pasado. Notaba como una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro al hablar de los viejos tiempos, como si por ese breve instante olvidara su profunda tristeza.

La situación de la princesa Fargo había sido caótica, pero no era lo suficientemente cercana a ella como para que le importase demasiado. Solo pudo limitarse a observar con un rostro inexpresivo, el cual mantuvo al ver a Aramis Zen en acción aunque por dentro estuviese fascinada. Su imaginación de antaño, envuelta en las historias se quedó corta en comparación con lo que le provocó mirar de cerca. El príncipe logró semejarse a un ser distinto, casi místico, heroico. Tanto que su opinión sobre él como sureño cambió de improviso.

También estaba feliz de regresar a casa. Extrañaba el clima, la familiaridad de su fortaleza y su castillo. Allá era poderosa, reconocida y tenía el control de todo a su alrededor. En Nalinn solo obtenía disgustos y roces con personas que no le gustaban.

Era frustrante refugiarse en el tenue sonido de la desaprobación y el reproche.

Caminó a su villa con miles de pensamientos en mente, mientras la distancia se acortaba Hanissa intentaba desprenderse de las emociones indescifrables que surgieron en su interior al ver a Farnese Surem pretendiendo lanzarse a rescatar a su hermana.

Últimamente Hasan solía hablar de manera positiva sobre él, diciéndole que no era para nada parecido al hombre que se presentó ante ellos y los ofendió el día del banquete.

Parecía tener razón.

Hacía apenas un rato, con su actuar lleno de determinación al estar dispuesto a lastimarse o morir por salvar a una de los suyos, le pareció distinto. Ni siquiera se asemejaba al muchacho que la miraba con timidez y desviaba la mirada cuando lo atrapaba haciéndolo.

Él creía que no se daba cuenta, pero ella siempre era capaz de sentir sus ojos azules clavados sobre su cuerpo.

Pudo percibir en él una fortaleza gigantesca que sumaba puntos para cualquier mujer.

«Para mí», pensó y sacudió la cabeza. Tocó su cinta sagrada, retirando todo aquello de su cabeza. No podía permitirse pensar mas de la cuenta en ese príncipe. No quería, para ella seguiría siendo un invasor del sur, un irrespetuoso borracho. Aunque uno muy hermoso.

«¿No es muy hipócrita de tu parte? Despreciarlas a ellas y no poder mantener tus ojos fuera de él».

Iba acompañada por su hermano menor y su dama de compañía, quien iba tras ellos cabizbaja.

—Esa chiquilla —Le dijo él, claramente refiriéndose a Fargo—. Es bueno que esté bien.

Hanissa lo miró.

—No sabía que simpatizabas con los del sur.

Notó que Hakim se ruborizaba.

—Independientemente de dónde sea, no es nada agradable ver morir a una persona de esa manera —replicó con una ligera alteración que ella pudo percibir.

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