Capítulo 27: Gran maestro

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El averno, Sentaria, Aukan.

Año 1103 d.c.

Li Ikal, heredero del trono de Aukan.

Como un ratón atrapado en una trampa de hierro, así sentía Li su corazón conforme más se adentraba en aquel lugar desconocido, y podía intuir que el príncipe Koram se encontraba en un estado similar.

Ninguno de los dos habló, no había necesidad de hacerlo. Cada uno estaba envuelto en sus pensamientos, en su caso, que amenazaban con salirse de control y romper su supuesta calma.

Su desesperación por llegar al final de aquel corredor era tal, que cada vez les parecía más largo. Cansados y con temor a apresurarse, se detuvieron para tomar aire. Aunque el oxígeno no escaseaba, el cúmulo de emociones hacía que llenar sus pulmones se convirtiera en una tarea tormentosa.

Sus sentidos se nublaron al notar otra puerta frente a ellos, pero esta vez había algunos símbolos grabados en la superficie, tan extraños que Li no pudo descifrarlos.

—¿Qué significa esto? —le dijo el Koram.

—No lo sé, pero no interesa.

—Deberíamos examinarlos a detalle. Tal vez sean importantes para...

—¡No tenemos mucho tiempo! —dijo Li, su voz se desvaneció en el aire al escuchar unas voces familiares provenientes del interior resguardado por la puerta.

Manteniendo la mano firme en el mango de su espada, avanzó con cautela, ansioso por verificar la identidad de las personas dentro.

—Es... Es el consejero de mi padre, Selion.

La gravedad de la situación se asentaba en sus hombros. Que estuviera allí solo les dificultaba las cosas.

Hasan lo miró con determinación, listo para cualquier eventualidad que se presentara.

Li se acercó sigilosamente a la puerta, sintiendo el peso de la incertidumbre aplastando su pecho.

—Ikal —Lo llamó Hasan.

—¡Cállate, Koram, maldición! —respondió Li en un susurro agudo—, nos escucharán.

—¿Quién te crees para callarme?

—No actúes como una mujer, Koram. Me parece que no es momento para que te ofendas.

—No tolero ser silenciado, menos por alguien como tú. Además, tu impaciencia podría poner en peligro la misión. Debemos tener cuidado. No sabemos qué nos espera al otro lado. Alejémonos.

—No. Puede que tenga una idea.

Pegó su oído en la puerta, tratando de escuchar con mayor claridad la conversación que se desarrollaba en el interior. Hasan se le unió, compartiendo el mismo deseo de entender lo que ocurría al otro lado, mientras ambos intentaban calmar sus latidos acelerados y sus respiraciones entrecortadas.

—Son órdenes del rey —mencionó en un tono alto Selion—. ¿Lo cuestionas acaso?

Selion, el veterano asesor real, era una figura imponente en la corte de Aukan. Li conocía bien sus hazañas. Había luchado junto al rey en numerosas batallas en el Triunvirato, ganándose no solo su confianza, sino también su respeto y admiración, además del poderío de esas islas.

—No, jamás lo haría —interrumpió otro hombre con voz firme pero medida. Era el gran maestro—. Pero estamos hablando de algo mucho mayor. El rey te escucha más que a mí, puedes convencerlo de no hacerlo y...

—Son sus deseos. Además, obtendré mi recompensa después de él.

A Li le parecía que su lealtad rayaba en la obsesión.

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