Capítulo 44: Cicatrices

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Año 1104 d.c.

Claro de luna, Zuxhill.

Hakim Koram

A pesar de que la reina y su corte habían abandonado la celebración, el bullicio y la alegría persistieron por algunas horas más. Al quedar sumergido en la complejidad y belleza de la danza sureña, Hakim no se percató de cuánto tiempo transcurrió desde que lo dejaron solo. No fue hasta que escuchó el cotilleo de unas señoritas a unos cuantos lugares de él, que cayó en cuenta de que ninguno de sus hermanos estaba a la vista.

Las palabras 'pelea', 'princesa Koram' y 'princesa Ikal' lo desconcertaron. Debía de tratarse de un error, Hanissa nunca se involucraría en algún tipo de disputa. Aun así, corrió hacia su villa sin titubear.

Al entrar a la habitación de Hanissa, se encontró con Hasan, cuyo semblante pálido y fatigado revelaba que también era víctima de una noche complicada, sin embargo, no le prestó mayor importancia. Su preocupación se centraba en su hermana que sentada sobre su cama temblaba sin parar. La flanqueaban Aramis Zen y Fargo Surem.

—¿Qué sucede? —preguntó con ansiedad—. ¿Por qué están ustedes aquí?

Hakim dirigió una mirada penetrante a la Surem, quién agachó la cabeza.

—Yo también quiero saberlo —respondió Hasan cruzado de brazos.

—Hace algunos minutos que llegué —dijo Fargo—. Fue difícil liberarme de mi hermana. Sobre Hani... Podría ir a buscar remedios para ella. Para calmarla...

Hanissa tiritaba de frío, aunque la noche era calurosa. Su angustia se incrementó.

—No irá a ninguna parte —declaró Hakim con firmeza, acercándose a Fargo como si quisiera acorralarla—. No antes de que me diga la razón del estado de Nissa.

—Yo no... —El rostro de la princesa Surem se llenó de pánico.

—Se prudente, Kim —advirtió Hasan.

Hakim lo ignoró y continuó su interrogatorio con severidad.

—¿Qué le has hecho, Surem? —habló con tono gélido.

La aludida se estremeció e intentó buscar la protección del hechicero, pero antes de que pudiera hacerlo, la tomó del hombro y la obligó a mirarlo.

—¡Habla!

—No la toques —ordenó Aramis amenazante—, suéltala. Ahora.

—Yo... —murmuró Fargo con un tono nasal, las lágrimas empezando a brotar—. Supongo que es la consecuencia de haberme dado su cinta y...

Hakim miró a su hermana, perplejo.

—¿Qué hizo qué? ¡Por los dioses únicos, Nissa!

Hasan se mostró igual de asustado que él, se acercó a Hanissa y le tomó su mano.

—Hani, dime que no hiciste eso, por favor —rogó con angustia.

—¿No lo has escuchado, Hasan? Esta sureña nos lo ha dicho claramente —dijo Hakim, mirando a Fargo de manera desdeñosa.

—Es suficiente —exclamó Hanissa con una fuerza inesperada—. Kim, aléjate de ella ahora.

Obedeció, tal como un cachorro reprendido por su amo, o un hijo por su madre.

—Discúlpate —le ordenó con una frialdad poco habitual en ella para con él. Su cara seria y hermosa se veía rígida bajo la tenue luz lunar que se filtraba por los ventanales.

—¿Por qué haría tal cosa? —replicó Hakim—. Ella ha confesado.

—Porque has sido irrespetuoso—intervino Hasan—. Hazlo.

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