𝚇𝚇𝚅𝙸𝙸

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Hannibal tuvo razón y con ayuda de Will, Freddy y Beverly lograron hacer llegar la noticia de Hobbs, un criminal que Jack dejó en libertad y cometió aún más crímenes, hasta las puertas de sus casas.

Jack trató de hacer lo posible por calmarlos, pero fue destituido pues muchas familias, gracias a buenos abogados que ofreció Hannibal a dichas familias, lograron encontrar a los culpables inocentes, o culpables sin sentencia 'a falta de pruebas', según Jack.

Eso, junto a una gran primera plana de F.L y B.K en el tattlecrime, que decía 'los esposos asesinos saltan de un acantilado para no enfrentar juicio por sus crímenes', les dio una gran libertad para mudarse a un pueblo muy alejado y hasta olvidado por la humanidad, recomendado por un primo lejano de Hannibal llamado Duncan Vizla (del cual aprendió varias cosas).

La cabaña era hermosa, rústica en su exterior con un vasto bosque y un río que en primavera proveía pesca e invierno una modesta pista de hielo. Claro, la cabaña era como de revista, rústica, hogareña, claro omitiendo la cocina muy bien equipada, con el último grito de moda en las amas de casa de esa época.

Will, con su escopeta, ajustaba la mirilla, respiró lento dejando salir su aliento caliente en esa nevada suave, su presa era algo alta, poco pesada, además esa presa, a opinión de Will, había sido un lastre, disparo tan fácil, ya no costaba como hace un año y medio, la nieve se tiñó de rojo y puso el cadáver en una bolsa de piel enorme que Hannibal cosió con sus propias manos y silbó suave.

Una manada de 'salvajes', claro, si podían llamarse así a siete perros de diferentes razas o mestizos, con diferente complexión, todos vestidos con trastes de frío hechos a su medida con botines afelpados, todo provisto gracias a Hannibal también, salieron de la maleza agitando la cola para seguir a su dueño.

—¡Buenos chicos, bien hecho, mis niños hermosos...!— camino de vuelta a la hermosa cabaña, donde abrió para dejar entrar a los perros primero, quienes corrieron de inmediato a sus camas que Will les compró cerca del calor del hogar.

Will sonrió y pasó a la cocina donde su esposo lo esperaba con su típico disco de vinilo de Frank Sinatra—Oh Will querido, regresaste temprano— dijo Hannibal aún de espaldas, batiendo la salsa para la comida.

—Fue demasiado fácil, sabía que ese idiota llegaría sin pensarlo al recibir una carta tuya.— dijo con un poco de enojo dejando caer el saco de cuero con algo de esfuerzo en la barra de la cocina.

Hannibal dejó su salsa a un lado para desatar el saco, reconociendo a la 'presa', un joven Franklin (un antiguo paciente en su época de psiquiátrica del mafioso, quien estaba obsesionado con Hannibal): —Oh vaya, entonces será mejor encender el horno querido —.

Sin más, puso mano a la obra mientras Will lavaba las verduras, ya que Hannibal le prohibió siquiera encender el más novedoso invento llamado 'microondas' que Will tanto rogó comprar, a pesar de que Hannibal le dio un sermón de casi 7 horas sobre lo malo que sería ese invento para su cuerpo, claro, solo bastó ver a Will sin ropa para comprar la mejor marca de ese invento de la época.

—¿Pasa algo hoy querido?— dijo Hannibal cortando la pierna del tipo para reservar lo demás en el enfriador más grande.

—Un año y medio... el tiempo pasa sin más ¿no?— miró a través de la ventana del fregadero, la nieve caía, la casa más cercana tal vez estaría a 2 horas en carro. —Beverly regresa mañana de la luna de miel con tu...—

Hannibal interrumpió: —Por favor, no lo digas Will, aún me da repelús pensar en la señorita Katz y mi tío— rebano la carne en trozos más finos. —¿La señorita Lounds volvió a llamarte fenómeno?—

Will frunció el ceño dejando la verdura lavada a un lado. Freddy, desde su 'muerte', se dedicó a hablar de él y Hannibal, sus filias, trastornos o hasta del 'don' de manera un poco grosera, pero ninguno de ellos dos podía matarla, pues era la mejor amiga y madrina de boda de Beverly. —Esa pelirroja ni la menciones... pero no, simplemente— suspiró cerrando el grifo.

No podemos casarnos !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora