𝚇𝚇𝚅𝙸𝙸𝙸

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Advertencia: se plasma algo gráfico una escena de tørturª (espero que no me bajen la imagen)

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Hannibal y Will tuvieron una vida tranquila por el momento, nada fuera de lo común, claro, si tenemos en cuenta que uno de los padres es caníbal y asesino y el otro... bueno, ama más a sus perros que a su esposo.

¿Dije padres? Oh, sí, claro que fue así. La pequeña monotonía de ambos hombres dio un giro inesperado un 24 de diciembre, víspera de Navidad. El regalo de Will fue un hermoso suéter hecho a mano... que claramente compró en una venta de segunda mano y tuvo que mantener la mentira al ver a su esposo Hannibal con brillo en la mirada al pensar que su esposo lo tejió para él.

Mientras que el regalo de Hannibal fue el primer asesinato en pareja de ambos. Una familia: la madre era una mujer que secuestraba a jóvenes señoritas que soñaban con pertenecer al codiciado mundo del teatro o bien buscaban un refugio ya que sus padres las habían echado de casa por salir embarazadas sin un matrimonio estable, o bien estaban solas en esta vida. El esposo era un proxeneta que las vendía a hombres.

—¿Es necesario usar este maldito traje de plástico? —dijo el de rizos, algo sofocado por el plástico del traje.

Hannibal sonrió. —Claro que sí, no queremos dejar tus huellas, querido, debe ser un crimen perfecto —el mayor habló en voz baja mirando entre los arbustos a la pareja.

—Agh... ¿Nunca se te ocurrió quemar tus huellas para atrofiarlas? Y segundo, ¿Porqué no usas una cofia para el cabello? El cabello tiene nuestro ADN. No hay crímenes perfectos, solo malos investigadores —dijo claramente irritado.

—Dios, gracias por darme un esposo perfecto... —acarició la mejilla de Will— Por eso eres mi esposo, cariño ,tú siempre prestas atención a los detalles, por favor, nadie de la policía cree en las ciencias nuevas, será sencillo con tu hermosa mente... —la mano del mayor tomaba otro rumbo.

Will dio un golpe a la mano de Hannibal para devolverlo a la realidad. Ambos esperaron a que la pareja fuera a dormir. Hannibal abrió la puerta con un viejo truco que aprendió.

Will y Hannibal entraron a la casa. Ambos subieron al cuarto de la pareja, quienes dormían en camas separadas, problemas maritales, de seguro. Will fue por la mujer y Hannibal por el hombre, Hannibal amordazó al hombre y Will a la mujer. Ambos lucharon para impedir el movimiento de los criminales y que no se pudieran defender.

—Buenas noches, señores... —dijo Hannibal para inyectar un tranquilizante que los hizo quedar inconscientes por algunas horas.

Se dispusieron a buscar en la casa pues sabían que alguna de las chicas debía estar aún viva o algún rastro de las demás y tal vez aún podrían salvarlas.

—¡Aquí, Hannibal! —dijo Will empujando un refrigerador que ocultaba una puerta que se confundía con la pared de madera. Esta, al abrirla, dirigía a unas escaleras al fondo, como un sótano.

La pareja descendió donde se escuchaban quejidos o lloriqueos. Hannibal iba adelante por cualquier problema; él lo enfrentaría primero y no su esposo. Al terminar las escaleras, Hannibal encendió la linterna que tenía ese sótano, donde ambos miraron a una pequeña indefensa, con un corte en la garganta que no había llegado a ser mortal pero sí era grave.

—¡Carajo! —Will hizo a un lado a su esposo para poder detener el aún leve sangrado de la niña. En la tenue luz pudo ver el rostro de la pequeña... ¡era Abigail Hobbs! ¿Cómo terminó ahí si la comisaría la había enviado a un orfanato?

Hannibal dio un rápido vistazo en busca de más sobrevivientes, pero para su lástima, las demás chicas solo eran unos cuantos cadáveres y seguro las demás habían sido vendidas a hombres.

No podemos casarnos !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora