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Jenn

No sabía cuándo es que comenzó, pero ya era demasiado tarde como para parar. De ninguna manera tenía que saberlo Jason, no pensé ni por un momento decírselo, ya habíamos tenido suficiente en el pasado, y aun sabiendo eso, no pude evitarlo.

¿Cuántas veces es que se necesita jalar el lóbulo de la oreja para arrancarlo? No lo sabía, pero ella aún no se lo había arrancado.

Actuar de lo más casual, normal y relajado era una habilidad Collins, ante cualquier circunstancia, aun cuando sentías el estómago desgarrarse por dentro, aun cuando tus verdaderas intenciones eran lanzarte sin ver hacia atrás.

Después de que la puerta de la cafetería se cerró y te vi alejarte por el ventanal, tomé una bocanada de aire con la intención de mantener la calma. Eso debía hacer, mantener la calma. Ignoré el infierno que parecía acabar de encenderse en mi interior y convertí cada inhalación en un balde de agua para apaciguarlo.

—Es muy agradable, además de linda. —Lacy mordió la pajita de su café—. ¿Crees que acepte si la invito a salir?

Me encogí de hombros, bebiendo sorbos con aire distraído.

—Deberías probar —contesté sin más.

Recordé las palabras de mi padre, aquellas que eran recordatorios entintados en mi hermano. Me mantuve pacífica, reprimiendo cualquier impulso que estuviera a punto de hacerlo todo empezar de nuevo.

No quería provocar una oleada de preguntas por parte de Jason, ni siquiera alguna sospecha. No haría que sospeche. Lo llevaría tan bien que cuando todo comenzara formalmente quedaría impresionado por mi compromiso a no volver a arruinarlo todo.

No debía enterarse de ese sentimiento golpeando mi pecho.

Contrayendo mis pulmones.

Acelerando mi pulso.

No debía enterarse de esta nueva... obsesión.

Obsesiones pelirrojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora