Extra: ꒦꒷ El día de la fiesta꒷꒦

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Fay
Pasado

Estaba enfadada. Últimamente todo me enfadaba. Más aún cuando se trataba de Allan.

Si bien había aprendido de sus puntos débiles y como llevarlos, en ocasiones me sacaba tanto de mis casillas que me olvidaba de mis buenas habilidades con la manipulación. Con manipularlo a él.

—¿Por qué tanta insistencia? ¿Quieres cogerte a alguien? —dije como quien no quiere la cosa mientras acomodaba mi ropa dentro del armario. Mi padre no estaba en casa, lo cual dio total libertad a nuestra discusión.

—¿Empezaremos de nuevo con esto? —resopló y lo miré por encima de mi hombro, casi pude sentir el escalofrío que le recorrió.

Hace unos meses tuvimos la que fue la peor idea del mundo, nuestra relación estaba en la mierda e intentar salvarla abriéndola fue lo peor.

—Irá Sarah, ¿no es así? —gruñí y solté lo que tenía en la mano. Más bien lo estrellé contra la pared a un lado de dónde estaba Allan, quien se cubrió completo. Lastima que solo era un pantalón.

—No es por Sarah, ya hablamos de eso. Somos ahora solo tu y yo, Fay. Cariño...
Aparté de un manotazo su intención por acariciarme la cara y lo fulminé. Sus manos sobaron inconscientemente los demás moretones en sus brazos.

—Y yo ya te dije que eso no basta —farfullé.

Me levanté de golpe y sali de la habitación, necesitaba el mayor espacio posible o perdería el control. Otra vez. Bajé hasta la cocina y me servi un poco de agua. Allan no sabía darme mi espacio, por lo que apareció apenas unos segundos después.

—No sé por qué mierda actúas como si fuera todo mi culpa. ¿Debo recordarte que también estabas con ella?

Si, fue una situación totalmente desafortunada. A ver, Sarah era mi amiga, llevábamos compartiendo por un par de años, así que no le sorprendió aquella vez que la besé y le ofrecí tener algo con Allan y conmigo. Se suponía que sería situación de una vez, pero no lo fue.
Todo comenzó a irse a la mierda en el momento en que ella se aprovechó y salió con Allan por su cuenta, sin consultarme.

—No me hables de esa manera —le recordé con un tono que le sorprendió, pues fue del todo calmado.

—Cariño, yo solo te quiero a ti. ¿Cómo es que tengo que demostrarlo?

Sus ojitos de cachorrito me hacían hervir la sangre, apreté tanto el vaso en mi mano que se rompió en pedazos que cortaron mi piel. Ahora los tenía a abiertos como platos mientras miraba mi mano gotear sangre hasta el suelo.

—Fay... ¿qué mierda?

Intentó acercarse pero lo señalé con esa misma mano que ahora estaba roja, pegajosa y tenía unos cuantos pedazos de vidrio encajados. Ardía, pero era más soportable que él.

—Oh cariño, necesitarás mucho más que eso y lo sabes —amenacé. Dio un ligero paso hacia atrás y su manzana de Adán se movió de arriba a abajo cuando tragó.

—Haré lo que sea —murmuró.

Me acerqué por encima de los cristales y rocé sus labios con los míos, Allan no se movió apenas.

—¿Qué tanto me amas?

—Mucho —respondió al instante. Su mano subió a mi cuello y apretó con fuerza.

—¿Qué tanto me odias?

—Bastante. —Me asfixió.

—¿¡Y entonces por qué mierda me mentiste!? —Lo empujé. Subí de nuevo a la habitación, las gotas de sangre llenaron la escalera que luego tendría que limpiar. Fui hasta el baño y me enjuagué la mano.

Obsesiones pelirrojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora