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Jenn

¿Por qué tenemos que tener una rutina? ¿Por qué solemos juntarnos con las mismas personas, ir a los mismos sitios y hacer las mismas cosas? Una y otra y otra vez.

Papá siempre nos recordaba lo peligroso que era eso, cualquiera que observara con la misma atención con la que nosotros sabíamos, podía descubrir nuestros hábitos y sería bastante contraproducente si llegaban a los oídos de alguien incorrecto.

Nunca debían de encontrar los oídos incorrectos.

Al parecer a ella no se lo habían advertido, no le hablaron de ello sus padres. Era como cuando de pequeños nos decían sobre el hombre de la camioneta, o de los dulces. Nunca hablar con extraños, nunca aceptar nada de extraños. Nunca confiarte ante extraños.

Pero no somos extrañas, ¿no es así?

Las cosas coinciden, aprendes muchas otras. Al final era como pasarse un examen del cual te regalaron las respuestas. Movimientos suaves, ligeros, marcados. Sus actos eran predecibles después de un par de minutos observando.

Aún sentía residuos de la rabia que ella provocaba, desgarrando mi estómago, apretando mis puños.

Ella era un problema, un obstáculo. Intentaba e intentaba sin haber conseguido nada y aunque sabía que nunca lo haría, necesitaba asegurarme. Siendo cuidadosa, no dejando que Jason se enterara.

¿La rutina del gimnasio era algo nuevo? No lo sabía. Quizás no era tan viejo como esos hombres a los que ella frecuentaba, sería un chiste que después le contaría. Al igual que la lección que seguro le daría: la de siempre voltear a tus espaldas, más si escuchabas algún ruido cerca. Mas si estabas sola. Y si era de noche.

Lo haces demasiado fácil, Lacy.

Obsesiones pelirrojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora