꒦꒷Capitulo 8꒷꒦

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Al día siguiente me desperté con un ligero dolor de cabeza, aunque también una sonrisa decoró mis labios al visualizar la noche anterior. Si bien, todo había ido a mal apenas empezó la fiesta, terminó mejorando.

Las palabras de Allan retumbaron en mi cabeza, de forma violenta contra las paredes de mi mente al tiempo que otra punzada de dolor me atravesaba. Sabía que tenía que prestarle más atención a su confesión, por mucho que pensara que estaba mintiendo no era algo que simplemente podía dejar pasar. Solo que sería en otro momento.

Revisé las notificaciones en mi celular, sin saber qué esperaba encontrar. No había mensajes de papá, ni Eddie, tampoco uno de Allan confesando que la noche anterior mentía.

Escuché ruido en la planta baja y me apresuré a las escaleras. Sacudí mi cabeza al llegar a la cocina, eliminando cualquier rastro de Allan, las luces y aumentando el dolor.

—Ten —habló Jenn poniendo su mano sobre la mía. Al abrirla había una pastilla—, pensé que lo agradecerías. Los demás están igual. —Hizo un gesto hacia la puerta de cristal abierta y vislumbré el cabello cobrizo de Jason, quien estaba recostado en una tumbona con gafas oscuras y un libro en el regazo—. En un momento estará el desayuno. ¿Me ayudas?

Asentí y tardé unos segundos más en apartar la vista de Jason, ayer ni siquiera había notado las tumbonas.

Ruby llegó corriendo, llevaba un traje de baño puesto, unas gafas de sol apenas bien agarradas con el meñique, mientras que sujetaba su toalla, bloqueador y una bata.

—Le molesta que invadan su espacio personal en la cocina —mencionó con una sonrisita reluciente refiriéndose a mi compañía—. Se pone como un ogro si lo haces, ni siquiera a Jason le deja. Solo para que lo tengas en cuenta. —Me guiñó un ojo y Jenn le lanzó un trapo antes de que la castaña se escapara hacia el jacuzzi.

Jenn a mi lado se estiró por encima del mármol a un estante que no alcanzaba. Chistó y me miró haciendo una mueca.

—Te pediría ayuda con esto, pero tenemos el mismo problema. —Me sonrió apretando los labios y giró en dirección a la puerta—. ¡Jay, Jay!

Jason apareció casi al instante, dejó el libro en la encimera y apenas me echó un vistazo por encima del cristal oscuro de sus gafas antes de ponerse a disposición de su hermana, quien le pidió que le bajara unas cuantas cosas.

—Buen chico —le dijo Jenn dándole palmaditas en la cabeza.

El pelirrojo me miró entornando ligeramente los ojos.

—Al menos me pidió ayuda, eso ya es un avance.

—¿Pueden dejar de insinuar que soy un monstruo? Asustarán a Fay.

Su hermano se rio, sentado ahora en la barra. Sus ojos encontraron los míos, con ese toque de diversión brillando en el verde de su iris, mientras abría un pequeño empaque y después mordió lentamente el chocolate del interior. Observé el mordisco casi pudiendo sentirlo en mis labios, tal como la noche anterior.

—Bien, Fay. —Jenn interrumpió mis pensamientos, la miré al instante—. Empecemos con esta mierda porque no sé cuánto más aguantaré la resaca sin matar a nadie.

—Y ahí está —insinúo su hermano con diversión.

Su hermana le pintó dedo y seguí sus instrucciones apenas comenzó a decirlas. Al final hicimos un muy buen desayuno que además de aliviar el hambre, ayudó con el dolor de cabeza. De alguna parte salió Isaac, quien también nos acompañó en la mesa. Al finalizar me quedé a ayudarlo a recoger los platos, los demás salieron a refrescarse.

—Entonces... ¿tú y Ruby? —Alcé las cejas con aire juguetón.

—Supongo que es oficial, sí. —Sonrió acomodando su cabello de algún tono de rubio oscuro.

Obsesiones pelirrojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora