14. Reencuentro

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- Hola, Tom.

- Hola, Gustav.

- ¿Estas listo? Yo sí.

- Ya casi. - dije empacando lo último.

- Mi maleta no es muy grande debido a que no traigo muchas cosas ya que estan en mi otra casa.

- Sí. Mi maleta no es tan grande, eh. No llevaré muchas cosas. Solo serán un par de días.

- ¿Pero que dices? Nos quedaremos por... dos semanas o más si quieres.

- ¿Qué? ¿No es mucho? - pregunté al saber que estaría por dos semanas fuera de casa.

- Claro que no. - dijo Gustav restandole importancia.

- Bien. ¿A qué hora nos iremos?

- Por la noche. Mañana a primera hora, ya le dije al que nos llevará. Nos iremos mañana y punto final.

- Pero mi madre no puede estar sola por mucho...

- Tom, ya lo planeamos hace meses. - dijo cortandome.

- Pero no sabía que eran dos semanas.

- O más. Vamos no seas aguafiestas.

- Vale. Pero que no pasen las dos semanas.

- Que te apuesto a que no querras quedarte solo dos semanas, es una maravilla.

- Sí, sí, lo que digas, Gustav. - dije sonriendo al igual que él.

- ¿Y dónde nos quedaremos?

- Si que eres olvidadiso, Tom. Ya te lo dije un montón de veces. Yo tengo una casa allí. Que... no es mía exactamente. - dijo bajito.

- Bien.

- ¿Cuanto de dinero llevarás?

- Eso no se pregunta. - le dije cual un secreto contase. - Hay comida, ¿Quieres quedarte a comer?

- Hum... no. Me voy a casa y tengo muchas cosas pendientes.

- Esta bien, no pasa nada.

- Sí, y ya me voy.

- Te acompaño.

Le dirigí hasta la puerta y me despedí de él.

Había pasado ya mucho tiempo desde que le conocí. Hace un año y un poco menos.

Los días después de la muerte al la persona que consideraba mi padre se había ido. Me quedé solo, con mi madre cual pareció olvidar a Bastian de una semana para otra, fue sencillo para ella a diferencia de mí. A me afectó mucho más que a cualquier persona que lo conocía.

Lloré por días al recordarlo. Él era todo en ese entonces, todo para mí. Él único ser que parecía quererme y tratarme con cariño paternal.

Fuí al comedor y una de las empleadas ponía la mesa.

Mi madre no estaba, de seguro con sus amigas.

Me dispuse a comer la comida preparada que se encontraba en la mesa y después salir de paseo por la calle.

Las tiendas por todos lados. Hermosas cosas.

- Buen día.

- Buen día. Que desea.

- Me vende de eso que esta ahí.

- Claro. ¿Cuántos?

- Dos, por favor. - dije y esperé por un momento.

No es que fuera una persona que le gustara escuchar conversaciones de otras personas, pero algo me llamó la atención.

Dos mujeres, sentadas en las mesitas de afuera de tienda.

CAPAS DE MENTIRA  |  TOLLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora