19. Un regalo

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- Mira. Me la dió mi madre. - chillé con emoción mostrandole mi brazalete a Jade.

Mi madre después de terminar sus pendientes se digno a regalarmelo. Tan solo tres días tuve que esperar. Me había encantado y estaba muy feliz. Tom no se había equivocado en decir que de seguro me lo daría. Ya le había agarrado cariño a mi pulsera de oro puro.

- Ah, esta linda. - dijo mirando mi brazalete. - Te lo robaré.

Me reí y ella tambien. Era claro que ella tambien huviera querido una. Me sentí una mala persona al venir a presumirle las cosas que ella no podía tener. Pero no era así, era mi amiga y queria compartir mi felicidad, mas de otra perspectiva se podía ver de otra manera.

Ya le regalaría algo bonito.

Le había regalado un par de cosas y lo que yo simplemente lo agradecería deciendo "Gracias", ella saltaba de la emoción y me daba besos y abrazos. Me gustaba su actitud. No por nada era mi única amiga.

- ¿Y qué hiciste en todo este tiempo? No pude venir porque estaba un poco ocupada. - le dije mientras me acomodaba en su cama. Ella estaba en su escritorio.

- Nada interesante. Ir a la escuela, volver y quedarme todo el día en casa. Mi madre me prohibió salir. - lo último que dijo habló bajo, casi ni le escuché.

- ¿Y por qué? - pregunté. No sabía que ya no le dejaban salir. Algo tuvo que hacer mal...

- Una de mis compañeras inventó algo en la escuela. Y todos se lo creyeron. - habló enojada. Yo solo la escuchaba atentamente. ¿Qué podrían haber inventado? - Dice que estoy embarazada.

Me eché a reír. ¿Esque esa compañera no tenía nada más que hacer o que?

- No te rías, no es gracioso. Todos piensan que es verdad. - me tiró con una hoja en pelotita.

- No te creo. ¿Tú? ¿Embarazada? - volví a reír y esta vez solo esperó a que guardara silencio. Al hacerlo habló otra vez.

- ¿Por qué no? - no entendí porque preguntó eso, pero en su rostro se detonaba una pizca de tristeza.

- Porque te conozco y se que no serías capaz.  No eres como una cualquiera que se acostaría con un tío sin por lo menos haberte casado.

- Ah, sí. Tienes razón. Pensé que lo decías por otra cosa. - dijo poniendo el ambiente un poco incómodo.

- ¿Por qué otra cosa? - no sabía a que se refería y por su cara supe que no quería decirlo.

- Nada. Creo que mis padres llegarán en cualquier momento. Me prohibieron visitas, estoy castigada.

- Antes responde. - insistí.

- ¡A nadie le intereso! ¡Soy horrible! - no sabía si reír o simplemente no decir algo que la enfadara.

- ¿Cuántas veces tengo que decirte que eres bonita? Tan solo mirate en un espejo. - y no mentía solo porque fuera mi amiga. Lo que decía era la verdad.

- Pues eso no es lo que los demás piensan... Solo lo dices porque eres mi amiga. - dijo en un tono seguro, pero triste.

- Ufff, no sé que hacer contigo.

- Solo no digas mentiras. - ¿Como era posible que existieran personas así? Que no se daban cuenta de que son hermosas tal y como son (hablando del físico). Pero bueno, mejor me quedaba callada. Tal vez empeoraba la situación.

- Bueno... pero no mentía. - quizo decir algo, pero continué. - Tus padres llegan en cualquier momento. - dije de corrido antes de perderme de su habitación y encaminarme rápidamente a mi casa. Antes de que pudiera alcanzarme. Ya se le pasaría el enojo. Quizá su actitud había cambiado un poco debido a todo lo que estaba pasando.

CAPAS DE MENTIRA  |  TOLLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora