No quedan palabras.
Entramos al lugar, yo aún con la mano de Jax, buscando a los demás, al verlos fui hacia allí, con una sonrisa y con Jax limpiándose las lágrimas.
— No te preocupes, Jax — no dijo nada, simplemente me miró, pero me miró de una forma con la que nunca me había mirado antes, una calidez en su mirada y tres palabras «No quiero perderte», yo quería gritarle que todo estaría bien, que nunca nos separaríamos, pasara lo que pasara, y que quisiéramos o no, siempre tendríamos un vínculo especial, un vínculo que no tendré con nadie, claro, de amistad. Seguí caminando, colocándome el vestido con la mano libre hasta que llegamos a la mesa.
— Allen, Diane, Anna y Oliver, este es Jax — Tarah se rascó la nariz y yo le sonreí —. Vosotros ya os conocéis.
— Lo siento Jax, pero no quiero que Beth me odie por ti.
Jax me miro, alzando una ceja, Allen no entendía nada, pero no dejaba de mirar ese vestido que seguro me quería quitar. Diane y Anna se miraron y se sonrieron, no entendía mucho, vi como Allen miraba mi mano agarrada a la de Jax y se le tensó la mandíbula, sentí literalmente fuego en mi interior.
— ¿Qué edad tienes, Jax? — preguntó el señor celoso subiendo su mirada de nuestras manos.
— Tengo la misma que Beth, es decir, 23, ¿y tú?
— Tengo 25.
Le solté la mano a Jax y me senté al lado de Allen y de Tarah, vi a Tarah algo incómoda, pero le di una sonrisa para indicarle que no había nada por lo cual estar incomoda, todo estaba olvidado.
Todos estaban hablando con todos, Allen y Jax, Oliver y Tarah y Diane y Anna, yo no hablaba con nadie, todo era... raro, ya no sentía que fuese igual, cerré los ojos y suspiré para tranquilizarme, abrí los ojos y sentí la mano de Allen en mi muslo.
— ¿Estás bien princesa? — preguntó acariciando mi muslo.
Vale, tranquila Beth, solo te ha llamado princesa, sí, odias ese apodo, pero él... aguantarías que te llamará así todos los días, solo por ser él. Me iba a derretir, quería gritar, saltar de todo, mis órganos estaban saltando de corazón y más mi corazón, poco más y me daba un paro cardíaco.
Incapaz de hablar asentí, me dio una sonrisa y no quitó su mano, no la quitó, siguió acariciando mi muslo, Allen me estaba rematando porque si no le valió con la anterior, casi matarme, ahora va el tío y me sigue acariciando el muslo.
— Eh, chicas, ¿vamos a bailar? — sugirió Tarah poniéndose en pie.
— ¿Chicas? ¿Y qué hay de nosotros? — se quejó Oliver cruzándose de brazos.
Yo tomé un sorbo de limonada que había pedido, estaba muy rica, me relamí los labios, mirando a Oliver y Tarah a ver que decía Tarah.
— Los tíos sois unos tiesos, no sabéis bailar, así que os hacemos el favor de quedaros sentados y ahorraros la humillación — añadió mi mejor amiga con una sonrisa pícara, Oliver se puso en pie y se acercó a ella, Diane aplaudió, expectante por ver más de esos tortolitos peleándose.
— ¿Ah, sí? — Oliver cortó la distancia y le robó un beso a Tarah, flexionándola hacia atrás mientras ella reía y después se alejaban, perdiéndose entre la multitud bailando.
Anna y Diane estaban hablando, supongo que decidiendo algo y les pasó lo mismo que Oliver y Tarah, desaparecieron entre la multitud que bailaba, Allen, Jax y yo nos miramos entre los tres.
— Yo no voy a bailar — aclaré antes de que dijeran nada, detestaba bailar y aún más las multitudes, me agobiaba con mucha facilidad, tenía muy poca tolerancia con estos sitios tan llenos y con tantas personas, sinceramente.
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El Remedio Del Amor
RomanceBeth es una psicóloga a la que le gusta su trabajo. Un día le toca atender a un chico el cual recientemente ha perdido a su madre y tiempo después conoce a alguien: el hermano mayor de su paciente y comienzan a conocerse.