Contigo me siento a salvo, pese a no estar juntos.
— ¿Te basta con eso? — preguntó luego de comentarme como comenzó a hacerse adicto a la bebida y me sentí fatal por juzgarle durante todo este tiempo.
— Siento... mucho haberte... juzgado, sin saber nada.
Suspiré, juntando mis rodillas y acercándolas a mi pecho, poniendo las manos en mis gemelos, dándome un abrazo a mí misma.
— No te preocupes, igualmente yo no te conté nada, y debería haberlo hecho, de haberlo hecho, quizás... tú y yo... podríamos haber seguido juntos.
Le miré con los ojos llenos de lágrimas, veía borroso, estaba a punto de desbordarme, llorar y lanzarme a sus brazos, pero levanté la cabeza y le miré.
— No fuimos nosotros quienes acabamos la relación, fueron nuestros problemas.
Me miró, su mirada decía demasiado, más de lo que quería saber, mucho más. No era capaz de mirar sus ojos avellana y su perfecto pelo ondulado moviéndose con la brisa. No sabía por qué, pero sí sabía que este 31 de marzo se quedaría marcado para siempre.
— Lo sé, Beth, lo sé, y no sabes de lo que me arrepiento de que me hubieras conocido después, cuando estuviera mejor mentalmente, y no en mi peor momento e ir como una montaña rusa con mi salud mental.
— Lo siento Allen... pero lo que el destino nos tiene preparado no podemos evitarlo, pero si podemos cambiarlo.
Fijó su mirada en el horizonte, viendo como el sol ya casi se escondía y el cielo se teñía de un negro con manchas blancas, las estrellas.
— Te echo de menos, no te voy a mentir.
— Lo sé, porque yo también, pero sabes lo que pasa siempre que... nos decimos esto.
— Pero Allen, esta vez... tenemos el poder de cambiarlo, lo podemos cambiar, podemos... crear un vínculo y una relación estable, para... siempre.
Me limpié las lágrimas, temiendo su respuesta, sabía que me veía estúpida llorando por alguien que... puede que me hubiese superado, y hubiera encontrado otro refugio, y temía con todo mi alma que ese refugio no fuera yo, que fuera otra mujer.
Cerré los ojos, enterrando mi cara entre mis rodillas, sintiendo la brisa y escuchando a Allen respirar, algo nervioso.
— Sabes como acabará todo... no quiero vivir así, no quiero vivir atado a una relación que no ha estado destinada por mucho que nos esforcemos en cambiarlo, Beth.
Me derrumbé, no por sus palabras, sino porque sabía muy bien a que se refería, yo ya había pensado en ello, en que quizás no estábamos destinados, y que lo nuestro nunca funcionaría.
Persona correcta en el tiempo equivocado.
Entendí el significado de aquello, estaba destrozada, y Allen, no lo sé, pero parecía que también quería llorar y derrumbarse en mis brazos.
Me puse en pie, sacudiendo la arena de mis vaqueros de campana y de mi bata blanca, Allen se quedó sentado, con la mirada perdida, simulando que miraba el atardecer, sin poder meterme en su cabeza y ver lo que le sucedía.
— Tenemos que volver, tu consulta acaba en media hora.
Allen se puso en pie, también sacudiendo sus vaqueros y su camiseta negra
— Beth, escúchame, te deseo lo mejor en la vida, pero necesito un tiempo, podríamos... tratar de volver a intentarlo en unos meses, cuando este... mejor mentalmente.
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El Remedio Del Amor
RomanceBeth es una psicóloga a la que le gusta su trabajo. Un día le toca atender a un chico el cual recientemente ha perdido a su madre y tiempo después conoce a alguien: el hermano mayor de su paciente y comienzan a conocerse.