Capítulo 1. El nuevo paciente.

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¿Alguna vez has sentido que no perteneces a ningún lugar?


Abrí mi agenda de horarios buscando el día 10 de enero, pasando página por página leyendo por encima algunas notas que tenía «Cita con x paciente a las x» «Reunión trabajo» y así mil cosas más. Hasta por fin llegar al día 10 de enero y viendo que estaba en blanco. Levanté mi mirada hacia la de Diane.

— ¿Tienes libre o no? — Añadió Tarah mientras le daba un mordisco a su bocadillo

— ¿Tía? ¿Nos estás escuchando? — Agité mi cabeza y le asentí a Tarah

— Sí, sí... perdón, ¿entonces quedamos el 10? 

— Claro, si estábamos esperando a que nos confirmaras — aclaró Anna.

— Bueno, mi turno ya acaba y me voy a casa, tengo que trabajar en unos informes sobre unos pacientes y ya sabéis — expliqué levantándome con una sonrisa porque odiaba dar explicaciones sobre las cosas.

— Beth, yo no te entiendo, ¿tienes aquí para trabajar de sobra y te pones a hacer curro extra y encima en tu casa? — Opinó Anna.

— Que vosotras seáis unas vagas no significa que yo lo sea, además Anna, tú trabajas de profesora de infantil, ¿qué sentido tiene ese trabajo?— Agregué mientras le hacía una mueca de burla. Me levanté para prepararme e irme a mi casa.

— ¡Encima que me cuelo en tu trabajo para merendar contigo! — Gritó Anna de fondo.

Mañana tendría el día lleno de consultas, al menos no me tocaba madrugar, que era lo que me tranquilizaba, aunque de repente me llegó un mensaje.

Diane: Joder Tarah, aún no me creo que hayas besado a Carl, estás loca.

Tarah: Estaba borracha ¿vale? Olvidadlo, fue solo un beso, bueno... quizás un par.

Ann: ¿Un par? Media fiesta vio como os enrollabais en el capó de su coche.

Beth: Ja, al menos, has cumplido tu sueño de besar a un tío guapo eh.

Tarah: Gracias por tu comprensión tía, cuando te vea te mato lo juro.

Apagué mi teléfono mientras ellas seguían conversando. Mis amigas tenían la costumbre de salir de fiesta siempre, aunque esa idea no me atraía mucho, a veces hacía excepciones, como todo el mundo, salir una vez de fiesta después de tres meses no es algo malo, ¿no? Me tiré en la cama, que había dejado sin hacer esta mañana, pero me daba igual, estaba cansada, pero no estaba cansada de sueño, era una sensación demasiado extraña... ¿Qué se supone que tengo que hacer? Bueno, bajaré a tomar un café. Me puse un abrigo, cogí mi bolso y mis llaves, cerré y salí yendo con las manos en los bolsillos debido al frío y a que me había dejado mis guantes — joder que frío... — llegué a la cafetería y entre tiritando, pero estaba viva, eso era lo importante, ¿no? Suspiré, quería despejar mi cabeza y dejar de sumergirme constantemente en mis pensamientos, a la vez quería dejar de trabajar tanto, porque la migraña solo aumentaba y aumentaba y era una mierda, encima duele demasiado y lo único que puedo hacer es sentarme y tomarme unas pastillas de mierda. — Joder... — solté enfadada y vi que a mi lado había un chico, le miré de reojo y volví a lo mío, pero luego me miró, espera ¿un chico me había mirado? No, no, no, yo no soy una especie de Anna o Diane, yo quiero algo serio y bonito, no acostarme y que me deje tirada como una estúpida.

Me levanté después de haber pagado para irme a casa e intentar descansar, ¿y aquel chico? No sabía nada de él, no lo volvería a ver, pero era monísimo, no voy a mentir.

Abrí la puerta de mi casa y me quité el abrigo para ponerme un pijama muy calentito y taparme con demasiadas sabanas para entrar en calor, el frío era demasiado, me tumbé y me tapé hasta arriba, pero no me iba a dormir, me puse mis cascos y puse música, más concretamente Taylor Swift, me gustaba escucharla, aunque mis amigas se rieran de mí, por eso, pero yo no les daba importancia.

El despertador sonaba, el sol aterrizaba en mis ojos y mi respiración era tranquila, eso significaba que este día probablemente sería perfecto, puede ser, no lo sé, tampoco quiero sacar conclusiones y acabar equivocándome y quedar como una estúpida. Me levanté y me estiré, después me vestí para el trabajo, como siempre con ropa neutra, unos vaqueros blancos, unas botas y mi collar de perlas favorito, será un día largo... yo puedo, no es la primera vez que tienes el horario lleno, vamos allá. Abrí la puerta de mi consultorio, todo era con colores neutro, algo que me molestaba, me gustaban más los colores vividos, pero me aguantaba, siempre, en cualquier mínima cosa y mi paciencia cada vez disminuía, pero yo no podía hacer nada, solo sentarme y callarme.

— Veamos con qué paciente empezamos el día — susurré para mí misma mientras abría mi agenda — Jessica, vale... después Lizzy y más tarde Will y ya, descanso para merendar — dije alzando un puño con ganas de que ese descanso se asomara para mí, de repente alguien tocó a mi puerta y era mi primera paciente, la atendí y hablamos, después la siguiente y posteriormente mi último paciente antes de por fin tomar mi descanso. Vi a un niño asomándose, era rubio, con el pelo corto y sus ojos eran avellana, le di una sonrisa.

— Puedes pasar cielo.

— No estoy loco...

— Claro que no, ¿cuántos años tienes?

— Tengo catorce... así que no me trates como un niño pequeño como hacen todos solo porque mi madre haya muerto — anunció el muchacho rubio.

— Ven, siéntate — añadí haciéndole un gesto con la mano indicando que viniera —. ¿Por qué no empezamos por tu nombre?

— Me llamo Will — dijo él aun sin mirarme, solo miraba al suelo.

— Vale Will, solo quiero decirte que cualquier cosa que me quieras contar yo te proporcionaré toda mi ayuda y de aquí no saldrá nada, se quedará entre tú y yo.

— Mentirosa... 

— ¿Piensas que soy mentirosa sin apenas conocerme? Me subestimas — bromeé sonriendo.

— No hace falta conocerte para suponer cosas — insistió el muchacho.

— Me gusta tú forma de pensar, puedo suponer que eres un chico listo y con buenas ideas, ¿me equivoco o no?

— Sí, lo soy... o eso dicen.

— Bien, siguiente paso, no hacer caso a lo que dicen, esto es un buen ejemplo, mira, déjame que te explique.

— ¿Me acabas de llamar tonto?

— No, mira me refiero a que si alguien te dice cosas buenas como "qué guapo eres" o "qué listo eres" esas cosas nos las tomamos muy bien, pero, en cambio, si nos dicen "que estúpido eres" "qué feo eres" y cosas de ese tipo, solemos creerlas aún que sean mentira, por eso no debes creerlo todo, porque todos somos personas maravillosas con cualidades diferentes, pero la gente mala nos quiere hacer ver como estúpidos y quieren ver como nos derrumbamos, por lo que hay que seguir adelante, sin importar lo difícil que sean las circunstancias, ¿me lo prometes? — pude notar como el chico fue subiendo la mirada a medida que decía más y más cosas, parecía que nos entendíamos y me encantaba conectar con mis pacientes, hacía las citas y consultas mucho más cómodas y entendibles.

— Quedan cinco minutos — añadí mientras miraba la hora en el reloj.

— Se ha pasado rápido — se alegró Will mientras podía ver la comisura de su labio levantándose un poco.

— ¿Quieres que te cuente un secreto? — él asintió.

— Bien, la gente que viene aquí es porque son personas especiales, personas que destacan entre el resto de la gente debido a su valentía y fuerza, ¿lo sabías?

— No soy un niño pequeño, pero gracias por el intento y por tu paciencia — respondió él.

— Nos vemos, ¡ya verás que me creerás! — grité con una sonrisa mientras le veía salir por la puerta.

El Remedio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora