No estoy loca.
— ¡Beth! ¿¡Beth!? — alguien me estaba agitando, abrí poco a poco los ojos, al ver a Jax y a Mía a mi lado no entendía nada.
Jax suspiró al verme abrir los ojos, y Mía, quien estaba también agachada a mi lado, suspiró de alivio.
— ¿Dónde está George? — pregunté, nerviosa y mirando a varias direcciones.
Jax cerró los ojos con fuerza, deseando que yo no acabase de preguntar lo que había preguntado.
¿Dónde está George? ¿Por qué no nos lo quieren decir?
— George está muerto...
Abrí los ojos, miré a mi alrededor, este... sitio, ya me acordaba de este sitio, me puse en pie, los recuerdos agitándome la cabeza, estaba en el sitio donde George casi muere. Okaloosa Island, este sitio me arruinó.
Me llevé una mano a la parte trasera de la cabeza, tenía algo de sangre, y ahí comprendí que me había desmayado.
— Me voy arriba... siento haberos arruinado la noche, chicos, disfrutad.
Me fui arriba, Allen no estaba, Oliver y Tarah se habían ido a dormir, Diane y Anna igual, y yo estaba tumbada en mi cama, sola, pensando en George y como todo lo que pasó, no se lo merecía.
Alguien entró al cuarto, alcé la mirada y vi a Allen, se sentó a mi lado, dándome un beso en la frente y luego tumbándose a mi lado.
— No menciones el tema, por favor.
— No lo iba a hacer princesa.
Fingí una sonrisa y le abracé, sentía algunas lágrimas recorrer mi rostro, Allen no me hizo preguntas, me dejó llorar abrazado a él sin hacer ni una sola pregunta.
— Jax me ha dicho que subiría en un rato, realmente eres Cupido, hacen buena pareja — sonreí y le di un beso.
— No digas tonterías.
Los dos nos reímos, amaba a Allen, no por ser él, sino porque tenía esa capacidad de hacerme reír en mis peores momentos, cuando nadie más podía, cuando el peso de mi vida era tanto que poco a poco me iba rindiendo, él me ayudaba a aguantar ese peso.
— Te quiero, Allen.
Me pasó una mano por el pelo, mirándolo con una mini sonrisa, le miré a los ojos, aunque él no lo hiciera, yo era capaz de perderme en ellos, y no me molestaba, en lo absoluto.
— ¿Sabes? ¿Por qué no me pones un apodo o algo como yo a ti? Odio que me llames Allen, sé que aún no somos novios, o al menos públicamente — me guiñó un ojo —. Pero no quiero que me llames así, solo tienen derecho a llamarme así las personas normales, y tú eres el amor de mi vida, así que ves poniendo ese cerebrito en marcha — añadió dándome un toquecito en la frente.
— Está bien, señor Lindsey.
Suspiró, y yo me reí ante su gesto, me gustaba mucho molestarle, igual que él a mí, ya era tradición en nuestra relación, fuésemos lo que fuésemos.
— Me ofendes, pero supongo que tendré que irme a dormir para que al menos en mis sueños me pongan apodos bonitos.
Cerré los ojos, acurrucándome en su pecho y nos dormimos, sin preocupaciones, nada, no había nada que nos impidiese ser felices.
Al día siguiente me desperté, Allen no estaba, abrí los ojos poco a poco, acostumbrándome al sol.
— ¿Allen? — murmuré, y al no obtener respuesta me puse en pie, buscando en la habitación, pero no había nadie.
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El Remedio Del Amor
RomansaBeth es una psicóloga a la que le gusta su trabajo. Un día le toca atender a un chico el cual recientemente ha perdido a su madre y tiempo después conoce a alguien: el hermano mayor de su paciente y comienzan a conocerse.