Capítulo 31. Queda poco.

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Estoy harta.

— ¿Beth? — abrí los ojos poco a poco, viendo el rostro de alguien, un hombre.

Me levantó en brazos, tenía la nariz sangrando y un par de moretones y heridas en el rostro.

— ¿Allen? — murmuré tratando de enfocar, pero no lo lograba.

— Sí, soy yo, no te preocupes, ahora te llevo al hospital.

— Eres tú el que debería de ir al hospital, no yo...

Sonrió nerviosamente, me metió en su coche, en el asiento de copiloto, me puso el cinturón y él se subió de piloto, arrancando el coche.

Fuimos al hospital, sin entender el porqué, pero miré atrás y estaba su padre, Robert, yo sentía que me iba a estallar la cabeza y estaba demasiado mareada, con un dolor de cabeza muy fuerte.

— Cariño... ¿Todo bien? — asentí, cerrando los ojos.

Me desperté en una camilla, no sé qué había pasado, al lado estaba el padre de Allen y a la izquierda estaba Allen, durmiendo en una silla.

Sonreí y me traté de poner en pie, era muy mono durmiendo, me puse en pie y caminé un poco, hasta que me dio un calambre en el pie, perdí el equilibrio y caí.

Al instante de oír el golpe, Allen abrió los ojos a una velocidad sorprendente, se levantó y corrió hacía mi y me puso en pie.

Examiné su rostro, tenía una herida en la mejilla y un par de moratones, le acaricié el rostro, dándole un suave beso en los labios.

— ¿Qué ha pasado? — pregunté, apoyando mi cabeza en su pecho.

— Te desmayaste y yo tuve que... noquear a mi padre para traerlo aquí.

Asentí y coloqué mi cabeza en su pecho, queriendo llorar, no entendía como Allen era capaz de soportar esta mierda de vida.

— Allen, eres muy fuerte.

Rato después salimos del hospital, acompañé a Allen a hacer unas compras.

— ¿Sabes? ¿Por qué no nos casamos y compramos toda esta tienda para nuestra casa? — le pregunté.

— Por qué no quiero que te arrepientas de tus decisiones — sonrió.

— ¿Por qué me arrepentiría?

— Supongo que aún no sabes todo de mí, te quedan muchas cosas por descubrir de mí, cielo.

Le di un beso, sonriendo, y luego él hundió su cabeza en mi cuello.

— ¿Estás cansado? — cuestioné —. Si quieres nos vamos.

Él negó con la cabeza, entrelazó sus dedos con los míos y seguimos mirando por la tienda, no había muchas cosas, pero me gustaba mirar.

— ¿Quieres que compremos un helado? — asentí, sonriendo.

Salimos de la tienda y fuimos a una heladería al lado de la playa, yo me pedí un helado de vainilla y el de chocolate.

— El chocolate está muy sobrevalorado.

— La vainilla también — contestó, con una sonrisa mientras lamía su helado.

Nos sentamos en la arena, viendo el atardecer, disfrutando de cada segundo.

Porque sabía que no podía evitarlo.

Siempre había presente alguna futura pelea que me hacía dudar.

— ¿En qué piensas? — me sacó de mis pensamientos y yo apoyé mi cabeza en su hombro.

— Me da miedo que nos volvamos a pelear, Allen.

Oí su suspiro, sabía que debía de cansarle con mis pensamientos, porque no era el primero, y tampoco sería el último.

Me dolía que la gente evitase mis miedos en vez de ayudarme a luchar con ellos, porque yo sabía muy bien que no podía sola.

Y no tenía la maldita valentía de pedir ayuda.

No es tan fácil pedirle ayuda a alguien que está igual que tú, y más cuando sueles ser tu la persona que ayuda, y no a la que ayudan.

— Oye, no nos va a pasar nada, no dejaré que una pelea afecte a toda nuestra relación, no otra vez — explicó y me dio un suave beso en la frente.

— Gracias por aguantar mis pensamientos y bueno, a mí.

Negó con la cabeza y lamió mi helado, riendo yo hice lo mismo con el suyo.

— Oye, pues no está tan mal el de chocolate.

— ¡Te lo dije!

Estallamos en risas, lo único que podía oír era la melodía de nuestras risas juntas, y la felicidad, la felicidad que lograba que sintiera.

— El de vainilla tampoco está tan mal.

Le saqué la lengua y le cambié mi helado, él no se quejó y se comió el helado de vainilla y yo de chocolate.

— Queda poco — rompió el silencio, con la mirada perdida en el mar.

— ¿Poco? ¿Para qué?

Negó con la cabeza y rodeó con su brazo mi cuello, estaba algo preocupada, pero no le di mucha importancia.

El Remedio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora