Capítulo 14. Inestabilidad.

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Botella de vodka y bolsa de guisantes.

    
                                           ⋅✧⋅

Entré al bar, estaba medio vacío, había solamente un par de mesas ocupadas.

Dirigí mi mirada a la barra, lo vi, a él, Henry, estaba sirviendo unas copas y a su lado una chica, creo que era una amiga de Beth, ¿Tarah? No sé, pero espero que no me reconozca. Henry me miró y se esbozó automáticamente una sonrisa en su rostro.

— Allen, ¿qué tal?

Me acerqué a él y me abrazó.

— ¿Qué tal todo? — no mencionó ese tema, pero yo sabía que quería preguntarme sobre ello, sobre si había superado la muerte de mi hermano o la de mi madre, y la respuesta era un no —. Bueno, ¿te invito a una copa?

Le di una sonrisa, quería decir que no con todas mis fuerzas por Beth, pero ella ya no estaba en mi vida, y una copa es una copa, no pasaría nada.

Me senté enfrente de la barra en un taburete y tomé un sorbo de la cerveza.

— Hace mucho que no nos vemos tío, tendríamos que quedar.

Él me sonrió.

— ¿Y tu rollo o novia? No sé, lo que fueseis... — suspiró y me miró.

— Me ha dejado esta mañana.

Salió de la barra, se acercó a mí y me dio un abrazo, la amiga de Beth me estaba mirando fijamente mientras servía, unas cervezas, después volvió a entrar a la barra.

Me acabé la cerveza y saqué la cartera, buscando la tarjeta de crédito.

— Invita la casa — me guiñó —. Te la mereces, tío.

Guardé mi cartera y le sonreí.

— Gracias, de verdad Henry.

Me dirigí hacía la puerta, la abrí, pero me giré y miré a Henry.

— Voy a ir a dar una vuelta, ¿te parece si vengo en un rato y hablamos o hacemos algo? Como en los buenos tiempos.

Nos reímos y me giré, chocando con alguien un poco más alto que yo, miré y Dios.

Era el imbécil de Harper.

— Vaya, perdón — murmuré con desprecio.

Él soltó un quejido y me miró, cerró los puños con rabia, yo fruncí el ceño.

— Venga, déjame salir, estás atascando la salida hermano — gruñí.

— Anda Lindsey, hace mucho que no te veo por aquí, desde que se murió tu madre creo que no nos vemos, ni me invitaste al funeral tío — se metió las manos en los bolsillos y suspiró —. ¿Qué tal Will? ¿Sigue siendo tan capullo?

Apreté los puños, creo que tenía los nudillos muy blancos, me pitaban los oídos, quería pegarle un puñetazo, romper todo e irme, desaparecer.

Una idea tentadora.

— Déjame pasar... — murmuré.

Henry subió la mirada de las copas de cerveza que estaba llenando y nos vio.

— ¡Harper! Ven aquí venga, deja a Lindsey.

Mi mote era mi apellido, nunca llegué a saber el porqué, pero les gustaba.

— Joder, qué antipáticos... a ver si no se muere tu padre por lo borde que eres.

Ahí perdí todo, los oídos me pitaban con fuerza y no pensaba con claridad, mis pensamientos me ganaron y alcé el puño con rapidez y sin que él pudiese hacer nada y le di un puñetazo, luego otro y luego otro, intentando controlarme y lo logré.

Me quité de encima de él, no le había hecho casi nada, así que bien.

Estaba dispuesto a irme, pero Harper se me lanzó encima y me empujó afuera del bar.

— No quiero causarle lío a Henry, vamos venga, sé que estás enfadado, venga desahógate pedazo de maniático.

Me devolvió con fuerza todos los puñetazos que le había dado, incluso más, no sentía la mandíbula y la sangre goteaba de mi barbilla, en el suelo se mezclaba con el agua de la lluvia, hubo un momento en el que dejé de pegarle, no tenía sentido.

No dejé que la rabia me ganara, suspiré y le di una sonrisa.

¿En qué me he convertido?

Fui a una tiendita que había al lado de la playa, compré una botella de vodka y una bolsa de guisantes congelados, volví a la playa, me tumbé en la arena, o al menos el fango que se había formado.

Me caía lluvia encima, estaba cansado, pero abrí la botella de vodka y comencé a beber, me ardía la garganta, pero era un ardor que disfrutaba, volver a mis vicios, una sensación que nada más podía aportarme.

Me coloqué la bolsa de guisantes en la mejilla derecha y tumbándome, pegando sorbos de vez en cuando.

Estaba mirando al mar, tranquilo, pero alguien estaba de pie detrás de mí, simplemente lo noté y me giré para ver a Beth.

— Vete...

Ella se sentó a mi lado, mirándome y examinando mi rostro, las heridas de la pelea seguramente.

— Estás borracho — murmuró.

— ¿Y a ti qué te importa? — pegué otro sorbo de vodka —. Ya no soy nadie para ti... y tú tampoco eres... nadie para mí.

Pude ver como una lágrima salía de su rostro, recuperé la compostura y me senté bien.

— ¿Qué mierda haces aquí?

— Tarah me ha dicho que te ha visto peleándote con un tal Harper.

Cogí la botella y pegué un buen sorbo, me ardía la garganta.

— Bueno, no quiero verte, no quiero verte nunca más Beth, me haces daño, mucho, y no puedo permitir eso por mucho que me encantes joder...

Me levanté tambaleándome, pero bebiendo.

— ¡Deja de beber! — me arrebató la botella y me miró de arriba abajo, me faltaban los zapatos, debían estar ahí por la arena, llevaba mi camiseta blanca de botones con un par desabrochados y estaba despeinado y mojado —. ¿Crees que esto es fácil para mí o que Allen?

Sonreí y asentí.

— Haces ver que si dame la botella...

— No te la voy a dar.

Fruncí el ceño y me pasé una mano por el pelo, pude ver como ella desvió la mirada.

— Me has dejado bien claro que no soy lo que buscas, así que buena suerte con el futuro marido perfecto de tus putos hijos, Bethanie.

Busqué por la arena mis zapatos, apañándomelas para no perder el equilibrio hasta que las encontré. Estaba sudando y me acerqué hacia Beth y le quité la botella.

Me quité la camiseta y luego el pantalón y los dejé junto a la arena, me metí al agua, estaba borracho, solo quería estar bien y despreocupado por unos instantes, aunque tuviera resaca y vomitera toda la mañana siguiente, me daba igual.

— ¡Allen! ¡Para, es peligroso nadar de noche y encima borracho! — no le hice caso —. Mierda...

El Remedio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora