Capítulo 4. El Despertar.

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¿Qué tan lejos estamos de estar cerca?


Trabajo, trabajo y trabajo. Era lo único que pasaba por mi mente en esos instantes, hasta que me llegó un mensaje, estuve cinco minutos acabando mi trabajo y por fin pude mirar a ver quién era y bueno, era Allen, me había enviado un mensaje.

«¿Quieres ir a pasear a mi perro esta tarde?», mientras lo leía pude sentir la comisura de mi labio subiendo, pero me mantuve seria sin siquiera mirar mi móvil, estaba en horario de trabajo, en cinco minutos le contestaría, el trabajo es mi prioridad, o al menos eso es lo que creo, no pasaba nada si miraba un segundo el móvil ¿no? No me pude resistir ante la tentación y le contesté «Por qué no, tengo muy buena mano para los perros y niños ¿sobre qué hora?», le contesté rápido para volver al trabajo y sentí que al segundo de dejar mi móvil en la mesa volvió a vibrar ante un mensaje y lo volví a mirar «Bueno, ahora que sé que tienes buena mano para los perros, pasado mañana tengo una comida con compañeros de mi trabajo y algunos tienen niño y hay que ir con acompañante y yo no tengo ¿te apuntas?», suspiré y volví a sacar mi agenda para mirar mis horarios — Vale... lo tengo, perfecto, tengo libre — pensé mientras cerraba el cuaderno y volvía al mensaje «Sí, tengo libre, ¿me pasarás la ubicación?», ya queda menos para que mi turno acabará así que no volví a mirar el móvil hasta que salí y vi que me había enviado un mensaje junto a un emoji y el mensaje decía: «¿Pero de verdad vas a venir?», y un emoji de una cara feliz a lo que yo le contesté «No, te he preguntado la ubicación para secuestrar a algún bebé de tus compañeros ¿a ti qué te parece?», sonreí y bostece, al ser invierno vi el vapor saliendo de mi boca y me reí imaginando a Allen ahí enfrente mía también abriendo la boca y sacando vapor y a los dos haciendo tonterías en la nieve, con él podía ser yo misma y soltar todas aquellas tonterías y estupideces que pasaban por mi cabeza él era cómo un sueño perfecto del que nunca quieres despertar. Seguí imaginándome cómo sería si él estuviera enfrente mía y a los dos riéndonos hasta que Allen me volvió a escribir, pero esta vez le conteste de golpe, ya no estaba trabajando, así que no hacía falta esperar ni poner excusas para no contestarle.

Allen: No sé, yo la verdad te veo capaz.

Beth: ¿Ah sí? Te lo demostraré.

Allen: Ja ja me muero por verlo.

Allen: Oye.

Allen: Me aburro.

Allen: No me ignores.

Beth: ¿Y yo qué hago?

Allen: Ven a mi casa, en verdad si tengo un perro.

Beth: ¿Y por qué debería eh?

Allen: ¿Y por qué no?

Beth: Bueno... iré solo porque me muero de frío aquí en la calle, pasame la dirección anda...

Allen: A la orden.

Allen: Calle ************* casa 7.

Beth: Voy para allá, llego en dos minutos. 

Apagué mi teléfono y sumergí más mi barbilla en la bufanda roja que llevaba, era una normal, pero a mí me hacía recordar a «All Too Well» y me hacía sentir más cálida, de hecho hasta me puse a tararear en mi cabeza, Taylor era la única persona que era capaz de hacerme sentir así, hasta que llegó Allen. Espera, ¿por qué he pensado eso? Allen ni siquiera me gusta. Llegué a la casa y toqué el timbre.

— ¿Allen? — pregunté mientras me inclinaba hacia la izquierda y derecha y así repetidamente intentando distinguir si veía alguna figura hasta que me abrió.

— Anda, tienes la nariz roja — vi como sonreía, me pareció bastante mono ver cómo la manera en la que vestía siempre destacaba sus ojos verdes.

— Venga pasa Rodolfa — bromeó dejándome pasar y cerrando la puerta a mi paso.

— Vaya casa... — añadí impresionada mirando la enorme casa que tenía y de repente algo saltó encima de mí y esa cosa me lamió toda la cara mientras Allen se limitaba a reírse...

— ¡Oye, ayúdame! — aunque sí disfruté de ver a Allen riendo de manera sincera.

— Vale, vale... venga Lía, abajo

— ¿Lía? ¿No era un perro? — pregunté confusa mientras me levantaba.

— ¿Perro? Venga ya, ¿de dónde has sacado eso? — cuestionó Allen mientras se sentaba en el sofá.

— Me lo dijiste tú... — reconocí yo sentándome también en el sofá.

— Uy... qué extraño — murmuró mordiéndose una uña.

— ¡Cierra los ojos Allen! — al asegurarse de que había cerrado los ojos busqué por toda su casa hasta encontrar el cd que le había regalado, era el de «Lover», ya que era uno de mis favoritos, busqué tratando de encontrar un reproductor de cd hasta que encontré uno y lo lleve a su salón para enchufarlo, una vez empezó a sonar vi como él delicadamente quitaba sus manos de sus ojos con una gran sonrisa mientras yo estaba ahí parada esperando a que se levantara.

— ¿No vas a bailar conmigo? — pregunté extendiendo mi mano —. Venga ya que es «I Forgot That You Existed»... — vi la confusión en su rostro —. Vale... pondré una que conozcas — añadí saltando la canción —.  «Daylight», por favor no me hagas saltarla y mueve tu culo para bailar conmigo — él se levantó con una sonrisa mientras tomaba mi mano para comenzar a bailar, aunque me reía todo el rato debido a cómo bailaba Allen, le miré a los ojos, podría quedarme ahí, mirando sus ojos todo el día.

— ¿Tengo monos en la cara? — bromeó mientras me cogía del brazo y me movía a la izquierda con una vuelta.

— Esta canción no es muy apropiada para este baile — me reí mientras enterraba mi cabeza en su pecho riendo.

Nuestras manos seguían agarradas, su mano en mi cadera y la mía en su espalda. Podía sentir la conexión de ese momento, pero ninguno habló, nos quedamos callados hasta que la canción acabó y nos separamos.

— ¿Qué hora es? — pregunté ya que no tenía reloj.

— Uh... no sé déjame mirar — murmuró sacando su teléfono — Las 19:49.

— ¿Ya? Joder si hace cinco minutos eran como las 17:00... — suspiré.

— Se me ha quedado pegada la canción.

— ¿Te gusta Taylor al fin? Si es que no te puedes resistir a la preciosa voz de la diosa, lo sabía y era obvio — grité emocionada.

— Qué va... bueno... un poquito — añadió metiendo las manos en los bolsillos, tenía una grave obsesión por hacer eso todo el rato, pero me ponía nerviosa cuando lo hacía.

— No tardaré mucho en irme — aclaré mientras me sentaba en el sofá.

— ¿Por qué no te quedas? — preguntó él jugando con un anillo que llevaba en la mano.

El Remedio Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora