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El clima se encontraba radiante. Brillante. Reluciente como la estrella más vigorosa. Tan reluciente que el contraste que hacía con la ocasión, lo estaba enloqueciendo.
Dimitri observó el reloj una vez más, era la quinta vez que lo hacía en veinte minutos. No tenía la intención de ocultar su ansiedad, su rabia, su frustración. El corazón le palpitaba con violencia en el pecho, como si pretendiera emerger de allí. El día había llegado. Aquel día de infierno que había orado para jamás ver venir, había, desafortunadamente llegado.
La parte más desagradable de ser el protagonista de una situación a la que se encontraba obligado, era tener que fingir que la emoción le comía los huesos, especialmente cuando la situación era completamente la contraria.
Dimitri observó el reloj una vez más. Faltaba poco para que su futura esposa se apareciera en aquella puerta a la que miraba con deje. Faltaba poco para que fuera un hombre casado, y, especialmente, faltaban solo horas para que todos los periodicos anunciaran que él se casaba... para que Violet confirmara lo que creía saber, para que el hilo de su relación se agrietara aún más. Se recordaba a sí mismo diciendole a Violet que todo aquello era una mentira de Ian, diciendole que en realidad, él no se casaría. Ella estaría rota. Muy rota de saberlo. Pero, a él solo podía importarle lo difícil que sería traerla de regreso a él tras aquello.
Dimitri apretó sus puños al escuchar el sonido de la puerta siendo abierta. Alejó la mirada, liberó un suspiro cargado de ansiedad. De aquella ansiedad que le atacaba cuando quería herir a alguien.
Una sonriente mujer le esperaba frente a él, una que desconocía lo mucho que su esposo la detestaba. Una que desconocía que Dimitri había sido obligado a casarse con ella. Aquella muchacha creía ser el amor de vida de ese guapo empresario, pero la realidad estaba muy torcida y solo Dimitri y su padre lo sabían. 
-Hat Ihnen noch nie jemand gesagt, dass es Unglück bringt, wenn der Bräutigam das Kleid der Braut vor der Hochzeit anschaut?
"¿No te han dicho que es de mala suerte que el novio mire el vestido de la novia antes de la boda?"
Dimitri fingió una sonrisa. En sus pupilas se reflejó el anhelo puro de herirla, pero ella fue incapaz de percibirlo, pues la ingenuidad mezclada con el amor que sentía hacia él, la hacían ciega ante el hecho de que el corazón de aquel hombre pertenecía a alguien más.
Ella hizo una expresión hilarante, restandole importancia. No le importaba que aquello fuera de "mala suerte"; lo único que le importaba en aquel instante, era que estaba a punto de casarse con el hombre al que más amaba. Su mente aún se encontraba ante la primera vez que había visto a aquel empresario.
Incluso aunque su padre era un hombre de alta sociedad, Dimitri se veía tan inalcanzable que ella temió en hablarle, pero desde el primer instante en el que sus miradas se acariciaron, ella supo que tenía que ser de él.
-Aunque no podía existir una mala suerte peor que la de estar casado contigo, pequeña zorra.
Dimitri se levantó de la cama, aproximandose a la muchacha y mordiendo sus labios hasta herirla. Ella estaba acostumbrada a sus caricias pesadas, aún así, era más una muchacha de tratos suaves, pero jamás se había atrevido a decirselo por temor a que él la abandonara.
-Du musst zu deinem Vater gehen, du sollst vor mir dort sein. Geh, meine Liebe. Ich werde bald dort sein. Bald werden wir für immer vereint sein.
"Debes irte con tu padre, se supone que debes llegar primero que yo. Ve, mi amor. Pronto estaré ahí. Pronto estaremos unidos para siempre".
Ella le regaló una preciosa sonrisa.
-Ich liebe dich, Dimitri.
"Te amo, Dimitri", le murmuró, justo antes de retirarse.
Dimitri liberó un suspiro cuando ella salió. Apretó sus labios con tanta fuerza que se lastimó a sí mismo. Se encontraba forrado con aquel elegante traje, pero no había un toque de elegancia en los sentimientos turbulentos que experimentaba.
-Mi Violet... -murmuró, desvaneciendose por la puerta como un suspiro.
*****
El rugido de su estómago fue lo que terminó despertandola.
Los ojos de Violet se encontraban tan forrados entre sí que apenas fue capaz de abrirlos adecuadamente, encontrandose con la imagen que se había prometido no vería de nuevo: a sí mismo despertando al lado de Ian.
Recordaba como él le había dicho que él dormiría en el sofá y ella en la cama. Violet, incapaz de permitir eso, insistió hasta que ambos llegaron a un acuerdo: él dormiría en la cama y ella en el sofá, pero si en algún punto de la noche, ella quería dormir en la cama, podría hacerlo. Violet se había prometido no ir a la cama; la situación de por sí era demasiado inadecuada, se había prometido no empeorarla más. Pero había fracasado, pues la incomodidad la había llevado a ir a la cama.
El cabello de Ian crecía muy rápido. Aquel fue el recurrente pensamiento que ella experimentó mientras le miraba. Él dormía profundamente, pero ella no había podido hacerlo. La preocupación del estado de salud de su padre, junto con la imagen de Dimitri no le permitían concebir la paz, el sueño o siquiera un instante de calma. Dormía unos veinte minutos y la incertidumbre de aquel enfermizo amor la despertaba. Él aparecía en sus sueños. Nadaba en la laguna de su mirada, se aferraba a su piel como una herida que nunca cicatrizaria.
Violet continuó contemplando el rostro de Ian por unos cuantos instantes. Él era atractivo, demasiado. Incluso, la clase de hombre en el que ella se fijaría si el miedo no se lo obstaculizara.
Al intentar ponerse de pie, el sonido de una revista le alertó. Fue en aquel instante en el que consiguió recordar que había pasado la noche leyendo revistas, buscando sitios en alquiler, buscando un lugar a donde ir. Una parte de su corazón quería empezar desde cero, pero su alma aún se encontraba encarcelada en él.
Violet procuró terminar de despertarse con el suficiente cuidado para que Ian no se percatara.
El frio del suelo despertó en ella un temblor, pero aquello no tenía lugar para compararse con los escalofríos que le acompañaban en sus pesadillas.
Estar sin él era una pesadilla.
Violet continuó caminando hacia la puerta de aquel lugar, asomandose por la ventana y percatandose de que habían dejado un periodico en la entrada.
Sabía en donde estaban las llaves, así que las tomó y abrió la puerta, sujetando el periódico.
Mientras pensaba en que tenía que irse de la casa de Ian, pues no le correspondía estar ahí, Violet empezó a leer el periódico.
Lentamente, sus ojos viajaron hacia el encabezado.
Fue ahí cuando su mundo se deterioró aún más.
Un ardiente dolor le invadió el pecho, buscó algo de donde aferrarse pero al intentar ponerse de pie, terminó derrumbada por su propia miseria.
Un grito emergió de los labios de Violet mientras colisionaba contra el suelo.
Sus alaridos despertaron a Ian, quien corrió escaleras abajo, sin comprender nada.
Pero solo fueron necesarios un par de pasos hacia la frenética muchacha para comprenderlos.
Al lado de ella se encontraba un periodico. El periódico que anunciaba la boda de Dimitri con aquella preciosa muchacha alemana.
-No... -fue lo único que los labios de Ian fueron capaces de murmurar.
El dolor de Violet se aferró en cada margen de aquella casa.
El infierno creció en ella y la rompió desde adentro. Las lágrimas la ahogaron y ella no tenía voluntad para nadar.
Él estaba casado.
Oficialmente casado.
Después de todo, aquello no había sido una mentira.
Él... estaba... casado...
El hombre que la había ridiculizado por fantasear con casarse con él, se encontraba casado.
Los ojos llorosos de Violet se elevaron hacia Ian, que la acurrucó en un abrazo.
-Lo siento demasiado, Violet...
Ella se había desecho por él, y su única recompensa había sido llorar arrojada en el suelo.
Su única recompensa había sido tener que huir.
Su única recompensa había sido... sufrir.
En los ojos de Violet creció la mezcla de amargura, rencor y dolor.
-Lo odio -murmuró, apretando el abrazo con Ian-. Lo odio tanto...
Aquel fue el día en el que Violet se dio cuenta de que no tenía ninguna otra opción, solo dejarlo de amar para siempre.
Pero ella desconocía que mientras más odio sentía por él, más obsesión Dimitri sentía por ella.
Incluso si ella estaba a solo unos pasos de salir del infierno, él siempre terminaría envolviendole en sus llamas.
¿O habría alguna verdadera escapatoria?

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora