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El padre de Ian había crecido en un hogar bastante dulce, lo suficiente como nunca escuchar aquel crudo cliché de "los hombres no lloran", esa era la razón por la que el hombre se permitía derramar lágrimas frente a todos en aquel hospital.
Elevó el dedo con suavidad hacia la magullada frente de su hijo, que se debatía entre la vida y la muerte. Una de sus costillas había casi perforado un pulmón. El doctor había sido demasiado explícito y especifico al decirle que el hecho de que Ian respirara aún, era un milagro, pero que no podía prometerle que se recuperaría del todo. El daño había sido demasiado y había perdido la suficiente sangre como para no poder recobrar fuerza para pararse de aquella cama.
Un doctor entró a la habitación en donde el pelirrojo se encontraba dormido, le dedicó una mirada a su padre, antes de liberar un suspiro. Era complejo lidiar con situaciones así. Pues sabía que un hombre adinerado como él, sería exigente.
—Señor, hay una muchacha que dice que quiere ver a su hijo.
—¿Una muchacha? —preguntó la rasposa voz del hombre, quien elevó sus dedos hacia su cabeza cubierta de un vigoroso y rojo cabello, justo como el de su querido hijo—. ¿No te dijo su nombre?
—Violet, así me dijo que se llamaba.
El hombre intentó hacer memoria de ese nombre, pero no encontró nada. Ian le había dicho que no tenía novia, así que descartó aquella opción. ¿Entonces quién podría querer verlo?
—Déjala pasar.
Tras un asentimiento, el doctor se retiró.
En un instante, una preciosa muchacha de pelo oscuro y ojos enrojecidos hizo su presencia. El hombre no pudo ignorar el pensamiento de que aquellos eran, por mucho, los ojos más particulares que había visto jamás.
—S-señor… yo… —Violet no pudo mirarlo a los ojos, no sabiendo que ella era la causante de que Ian se encontrase así—. Lo lamento d-demasiado…
El padre del pelirrojo la analizó con la mirada, antes de agradecerle.
—¿De dónde le conoces?
—Y-yo… s-soy amiga d-de él…
Sintió que los labios le ardían al pronunciar aquello. No era su amiga, de hecho, había sido como una silenciosa enemiga que había desencadenado una brutal golpiza.
—¿Recuérdame tu nombre?
—Violet…
—Nunca he escuchado a mi hijo hablar de ti.
—Es q-que… —Ella ideó una rápida mentira—. Le pedí d-discreción, s-solo eso…
El hombre reflexionaba sobre si creerle o no. Se sentía demasiado exhausto como para gastar los restos de su energía en aquella muchacha, así que solo le dedicó un suave asentimiento.
—Vine aquí p-para verlo… —Violet sostuvo un sollozo; era demasiado sensible ante situaciones así, especialmente cuando la culpa le pellizcaba las entrañas—. ¿Va a mejorarse? —La mirada del padre de Ian tocó el suelo: aquella la respuesta solo la sabía el mismo cielo. El silencio le otorgó a Violet una garrafal preocupación—. ¿P-puedo estar con él a s-solas? Solo será un instante —prometió—. Solo quiero… hablar con él…
De todas las personas que habían ido a lamentarse por el estado de su hijo, ella era la única mujer, después, todos habían sido sus socios. Aquello le brindó motivación al hombre para asentir.
—Solo quince minutos.
A paso pesado, él se retiró.
Un sepulcral silencio se instaló en el lugar, interrumpido únicamente por el sonido de los aparatos que mantenían al pelirrojo con vida.
A medida que Violet fue aproximándose hacia el pelirrojo, la imagen de sus brutales heridas fue haciéndose horriblemente clara.
Su bello rostro se encontraba magullado al punto en el que fue casi imposible reconocerle.
Violet sintió un punzón en su estómago al pensar, una vez más, en que el causante de aquello, había sido su más grande héroe, su más grande amor.
Los fuertes brazos del pelirrojo se encontraban, o también magullados, o vendados.
Violet contuvo un sollozo. Independiente de haberle dicho que lo detestaba, ella jamás querría ver a nadie así. No por un malentendido. No porque Dimitri creía que Ian y ella tenían algo.
Violet tomó asiento al lado del pelirrojo, elevando su mano hacia su herido rostro, pero deteniéndose a medio camino.
Si ella jamás se hubiese encontrado con él en el bar, Ian no estaría postrado, quizás destinado a morir.
—Lo lamento… —sollozó—. Lo lamento m-mucho… nunca imaginé q-que… él te haría esto… nunca… lo lamento… es m-mi c-culpa… mi maldita c-culpa…
Violet cerró sus ojos, permitiendo que las lágrimas recorrieran desde sus mejillas hasta su cuello.
Una mixtura de emociones, no le permitía concebir un simple instante de paz.
Por una parte, su más enfermiza persona se sentía halagada, porque Dimitri jamás haría eso por una de sus demás muñecas.
Pero llegaba otra parte que batallaba con la otra por hacerla reaccionar. Un amo quiere cuidar a su posesión, no porque la ame, sino porque no se permitiría que esta lo abandone.
Ella era como una joya más para Dimitri. Una que quizás no quería perder solo porque le gustaba su brillo, no porque precisamente la amara.
Aquello resultó hiriente de muchas formas.
Pero más hiriente resultó el saber que, si Dimitri le decía que fuera a él, ella iría una vez más.
La muchacha se situó de pie, debía de irse de allí rápido, antes de que de alguna forma, Dimitri supiera que había ido a visitar a su socio.
Ella sujetó la mano de Ian una vez más.
—Lo s-siento muchísimo…
Tras esto, pensó en soltar la mano del pelirrojo.
Pero una presión que sintió se lo impidió.
Ella giró con brusquedad hacia el hombre, quien luchaba por abrir los ojos.
—Ian… —masculló ella, queriéndose ir antes de que él pudiera dedicarle una mirada acusadora—. Lo lamento… p-por favor, p-perdón…
—Vio… Violet…
—Lo s-siento… d-de verdad lo s-siento yo no imaginé que nada d-de esto sucedería, p-pensé que él… pensé que tú nos separarías p-por eso dije q-que te odiaba, p-pero en realidad no te odio… y-yo jamás creí q-que él haría esto… p-perdón… por favor… él…
—Violet…
Ian tiró de la mano de la muchacha.
—Sí, Violet…
—Él… —Cada segundo de consciencia, era un infierno para Ian; las heridas punzaban como disparos, cada golpe se revivía en su cabeza como si él fuese el espectador de aquella brutal golpiza y no su víctima—. Él… Dimitri…
Violet llevó sus dedos hacia los labios de Ian al escucharlo pronunciar aquel nombre.
—No, p-por favor… no d-digas ese nombre… él… él cometió un error, p-pero… no… no lo digas…
Si Dimitri iba a la cárcel, ella moriría. La ausencia de su amor, la enloquecía.
Ian guardó silencio por unos momentos, analizándola.
Él, aún en su estado, sabía lo que quizás pasaba por su mente.
—P-por favor, duerme… m-me tengo q-que ir… —El hombre no soltó su brazo, al contrario, tiró de este con el máximo vigor que su situación le asentía—. Ian…
—¿P-por…? ¿Por qué… por qué estás… aquí? No… ¿no dijiste que… m-me… odiabas? Al parecer… —El hombre batallaba con las palabras—. Al parecer no… me… odias… tanto…
Y aquello fue lo último que él dijo, antes de desmayarse una vez más.

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NOTA:

Capítulo subido desde mi celular, así que tendrá guiones cortos mi toc casi no me permite subirlo así, pero mi pc anda loca.

🧚🏻‍♀️🩷 Recuerden que en Joyread está este libro mucho más avanzado (allá tiene casi 40 capítulos y los secretos de Dimitri se van revelando. Sí, Dimitri tiene secretos). Así que no duden pasarse a leerlo. 

🧚🏻‍♀️🩷 Recuerden votar. Nos vimos.

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora