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El padre de Dimitri llevó las manos a su cabeza, para después liberar un violento suspiro.
—¿No me digas que la manera en la que luces se debe a esa basura que no has querido dejar?
Ruda y susurrada, así salió aquella pregunta de los labios de aquel hombre. Una vez su hijo había llegado hacia la mansión, había sido para él imposible ignorar el hecho de que lucía más delgado. Aunque la palabra correcta, sería demacrado. Su padre sabía de su consumo de cocaína y sustancias ilícitas. "En cuanto nadie lo sepa, no me importa" le había dicho, pero las personas se darían cuenta si él empezaba a descuidarse.
—No he dormido bien, es todo.
—¡Mientes! ¡Esa basura te está consumiendo la vitalidad, y no es el momento! ¡Estamos pasando por algo muy serio como para que te rellenes a ti mismo de drogas, Dimitri!
—¡No me estoy llenando, diablos, papá!
—Él se dio cuenta de que estás demacrado, por eso te preguntó si estabas enfermo.
—Ese bastardo puede ponerse de rodillas y chupármela hasta quedarse sin aliento. Le quiero volar los sesos —bufó masticando sus labios hasta hacerse daño—. Todo esto tiene que terminar lo más rápido posible.
—¿Por qué estás tan desesperado porque esto termine, Dimitri? Ni siquiera es tan malo.
—¡No es tan malo para ti!
El padre le observó con consternación cuando le escuchó decir aquello.
—¿No es malo para mí? ¿Crees que me gusta tener a ese bastardo aquí? Si por mí fuera, tomaría esa arma que tienes y le volaría los sesos. —Dimitri retó a su padre con la mirada cuando mencionó lo del arma—. No me importa lo que hacías con aquella arma, pero te advierto: prefiero morir a que este plan falle.
—No fallará —fue lo único que respondió Dimitri—. Todo saldrá perfecto. Ese bastardo estará feliz.
El padre de Dimitri liberó un gruñido.
—Baja, seguro debe estar preguntando por ti.
—No quiero verle la cara a ese maldito. Terminaré asesinándolo si paso más tiempo con él.
—No digo que bajes para verlo a él, dijo que bajes para ver a…
Aquel nombre resultó repulsivo para los labios de Dimitri.
Pensó en protestar, pero sabía que no le convenía.
Así que solo salió, dejando un portazo tras sí y saliendo de aquella habitación.
Mientras lo hacía, la única imagen que tenía en su mente, era la de Violet.
***
Cerebro ebrio, cerebro contento.
Aquel era el dicho que una vez Ian escuchó decir en uno de los bares a los que solía acudir para matar su soledad.
Nunca se había detenido a pensar en lo cierto de aquella frase.
No hasta que había tenido la oportunidad de ver como una linda muchacha había pasado de llorar arrojada en el suelo, a reírse a carcajadas por sus propias bromas mentales.
Acostada en su cama, con sus piernas abiertas sin cuidado mostrando su ropa interior, se encontraba una Violet ebria.
Más de diez latas de licor y una botella de vodka respaldaban su estado.
Él tampoco se encontraba muy en sí. Había bebido vodka también, pero se encontraba mucho más sobrio que ella.
Ian no pudo evitar suspirar al recordar lo que había pasado la última vez que ambos habían estado ebrios en su cama.
—Creo que has bebido suficiente, Violet —murmuró, aproximándose a ella y queriendo arrancarle la botella de vodka de las manos, pero ella puso resistencia.
—¡No, no! ¡Estoy perfectamente bien! —chilló, aferrándose a la botella.
—No, no lo estás, ni siquiera puedes mantener tus ojos bien abiertos. —Ian rió—. Pensé que yo era el ebrio aquí.
—Yo… también… soy una ebria —aseguró Violet, estallándose de risa—. Pero también… soy una zorra…
Ian ladeó su cabeza.
—No, no lo eres —murmuró.
—Te lo juro… sí lo soy —balbuceó, aproximándose torpemente a él, que se encontraba sentado en la cama—. Por eso… él me hace… lo… que me hace…
—¿Dimitri?
—Solo él —susurró ella—. No tengo… a muchas personas… en mi vida, Ian. Ni siquiera a… mí misma…
—Me tienes a mí, soy tu saco de boxeo.
Violet liberó una estrepitosa carcajada.
—No recuerdo… haberte puesto un… dedo encima… jamás…
—El alcohol te hace olvidar —adivinó.
—Cuando estoy c-con… con él también… tú sabes… olvido… lo amo demasiado, aunque… aunque él me haga esas cosas… pero le temo… porque él… me hace esas cosas… y yo… solo me gustaría ser querida…
—¿Qué clase de cosas Dimitri te hace, Violet?
—Antes me gustaba, p-pero… ahora s-solo… solo… duele… él… me hace cosas…
Violet bebió un trago más de vodka.
—¿Cómo cuáles? ¿Él abusa de ti?
—Es muy… violento en la cama y… ya no me… —La muchacha apenas podía formular oraciones completas—. Ya no me… gusta, él…
—¿Dimitri alguna vez ha abusado de ti?
—¡No! —Violet rió, llenándose de más vodka—. Pero… si le pido que… se detenga cuando… estamos en la… en la cama y… no… no lo hace… a veces… —Su ebria cabeza intentó razonar—. Es… incómodo… porque él solo quiere más y más y más…
—¿Él no para aunque le digas que lo haga?
—Dimitri es adicto —balbuceó ella, escalando de repente el regazo de Ian—. Es adicto a acostarse… con mujeres… y tiene muchas mujeres… ¿tú tienes muchas mujeres, Ian?
Ian rió, apeándola de su regazo.
—No, no tengo a ninguna.
—¿Entonces… de esta historia… eres tú el ángel?
La sonrisa de Ian se acentuó.
—No me interesa ser un ángel, ni lo soy. Soy igual de imbécil que Dimitri. —La sonrisa del hombre decayó—. Por eso acepté unirme con él aquel día… en el que te vi por primera vez…
Ella intentó recordar aquel día, pero unos recuerdos borrosos se aparecieron en su cabeza apenas.
—¿Aquel día…?
—Es mejor si no lo recuerdas. Pero en realidad, no soy el mejor de esta historia.
Violet terminó la botella de vodka.
—Pues… no hay nadie bueno aquí… no hay ángeles en esta historia, supongo que hemos estado en el infierno siempre…
Ian suspiró, sabía que ella estaba fuera de sí, por eso, aprovecharía de una manera distinta la situación.
—Violet, ¿por qué sigues con Dimitri?
—Porque… estoy enferma… —rió.
—Hay muchos hombres que… querrían estar contigo. Dimitri no es el único hombre que existe.
Violet empezó riéndose gradualmente, después se carcajeó tan fuerte que la comisura de los labios empezó a dolerle.
—Dimitri… me mataría si me… voy con otro… él… se pone loco con eso… —Violet jadeó; tanto alcohol en su cuerpo la hacía sentir incómodo, aunque paradójicamente, había buscado eso desde un principio—. Hace poco… estábamos… en su departamento y… y… como siempre… él… a él le gusta ser rudo y… y eso… ¿sabes? Tenía casi un día en su departamento y… lo único que hacía… era follarme y follarme… —La atenta mirada del pelirrojo cayó en ella—. Y yo… no podía más, pero… él nunca tiene suficiente… nada es suficiente para él… ni siquiera mi amor… —La mirada de Violet se perdió en una pared—. Y le dije que… me llevara a ver a sus… padres y… me percaté de que… soy una zorra más a la que él folla… somos… Dimitri y yo somos novios, pero… sé que sigo siendo para él una zorra… y yo me enojé y quería irme y luego…
Violet guardó silencio.
—¿Luego?
—Luego él se enojó.
—¿Por qué?
—Porque… mencioné tu nombre…
—¿Tú… m-mencionaste mi… nombre? ¿Por qué? ¿Para qué?
—Le di su propia medicina… él te odia… cree que follamos… —Violet rió—. Pero luego se enojó y me estranguló…
—Pero… ¿por qué sigues estando con él si te maltrata?
—El amor es dolor… supongo… él… me trata mal desde que cree que tú y yo tenemos algo… p-pero… tú y yo no tenemos nada… ¿verdad?
Ian rió suavemente, acercándose al oído de la muchacha.
—No, lastima que no. —Ian descansó en el hombro de Violet por un instante—. Mereces a alguien mejor que a Dimitri. Yo podría cuidarte mejor. Yo jamás te dañaría. Lucías tan dulce aquellos días en los que venías a cuidarme… pero en realidad solo intentabas jugar con mi mente para que no mate a Dimitri. Me gustaría tener una sola oportunidad de demostrarte que el amor no tiene que doler. —Ian observó los torpes ojos de Violet—. Pero estás muy ebria para entenderme, y la Violet sobria solo me usa como saco de boxeo. Así que será mejor que te recuestes.
Poco a poco, el pelirrojo la recostó sobre la cama. Le echó una mirada a la ventana, dándose cuenta de que la noche empezaba a caer.
—¿Y sí… hay una forma de amar sin dolor… por qué a mí siempre me duele?
—Porque has amado a la persona equivocada. Y eres joven y torpe, como yo. —Ian reposó su cabeza en la cama, sintiendo como ella se aproximaba poco a poco.
De repente, la escuchó sollozar.
—Nunca… p-podré amar s-sin dolor…
Ian se tomó la libertad de abrazarla suavemente, sabía —o esperaba— que ella no recordaría nada al día siguiente, o quizás sí. O quizás sí recordaría todo y él había confesado la atracción hacia ella que repentinamente había crecido en su interior.
Sentir como ella se acurrucó en su pecho fue la sensación más ambigua que él jamás había experimentado.
Ella era tan frágil, tan suave, tan bella, que anheló haberla conocido en otras circunstancias.
Que anheló que ella no fuese la mujer de quien le odiaba.
—Algún día podrás amar sin dolor… —Ian rió para sí mismo; solo él sabía lo que significaba aquella risa—. O espero.
Aquel día, ella se quedó dormida entre sus brazos y él supo lo incorrecto que fue haber aceptado llevarla a su casa.
Porque, ¿quién le quitaría aquella dulce sensación del pecho?
¿Quién evitaría que él se ilusionara con lo imposible?

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora