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Capítulo 27

Ian jamás había tenido que recurrir a algo así, pero la situación lo había orillado a hacer aquello. Jamás se había imaginado a sí mismo contratando a alguien para que espíe las afueras del departamento de Dimitri, pero el hombre estaba decidido a su venganza. El simple hecho de saber que necesitaba ayuda para hacer algo tan simple como ir a orinar, le llenaba de una descomedida furia. —Dime todo lo que veas —pidió Ian a su espía, quien se mantuvo a una distancia prudente del departamento del Brown, quien no había ofrecido aún alguna señal: no había salido, no se había asomado en la puerta o en la ventana, tampoco había dejado entrar a nadie. —Aún no da señales, señor. —Pero está ahí, ¿cierto? —Lo está, le vi entrar anoche, pero no le he visto salir. —¿Solo? Aquella pregunta fue realizada por Ian con la única intención de saber si Violet estaba con él. El día anterior había caído la madrugada y ella no dio alguna señal de regresar, de hecho, la tarde empezaba a caer y ella no daba alguna señal. —Solo. De repente, la puerta del departamento de Dimitri fue abierta por el hombre. —Señor, ha abierto la puerta. —Dime todo lo que veas. Ian sentía que lo que salía de sus labios, era ajeno a su propia esencia. La persona que había insistido para aquello, había sido su padre, quien estaba más sediento de venganza que él mismo. —Hay una muchacha saliendo. El corazón de Ian, por alguna razón que él no se molestó en descifrar, dio un vuelco. —¿Cómo luce? —Un poco delgada, no tanto. Tiene el cabello oscuro, la piel blanca… —Violet… —murmuró Ian. —Dimitri está sosteniendo a la muchacha, parece hacerle daño… o, no lo sé. Ella luce agitada por algo. Parece confundida. —¿Él le está haciendo daño? —No, creo que solo la está sosteniendo. Le está diciendo algo. Ella asiente. La muchacha se está yendo. Dimitri se quedó solo, cerró la puerta. ¿Debería acercarme más a su departamento? —Dime más sobre la muchacha. —Está caminando lentamente lejos del apartamento de Dimitri. Parece… mareada. Ahora está llorando. —¿Llorando? —Lo está, pronto desaparecerá de mi campo de visión, ¿debería seguirla? Ian dominó el impulso de responder "sí". —No, olvídalo. Enfócate en Dimitri. Los minutos fueron transcurriendo, pero nada parecía ocurrir. Ian pensó que hacer aquello carecía de sentido. —Ahora una mujer está entrando a su departamento. —¿La… misma de antes? —No, esta es una rubia. —Bastardo —masculló Ian—. Retírate de ahí, esto no funcionará así. Y tras esto, colgó. Debía de buscar la debilidad de Dimitri de otra manera que no fuese esa. Le parecía miserable espiar a alguien. También le pareció amargo lo que Dimitri hizo con Violet: ni siquiera le había permitido irse bien para engañarla con otra. —Yo la trataría mejor. Ian mordió con violencia sus propios labios cuando se encontró a sí mismo diciendo aquello. Intentó bajo cualquier término pasar por alto aquel pensamiento intrusivo, pero se dio cuenta de que sería una ardua tarea cuando pensó en esto incluso mientras realizaba una llamada. "Yo la trataría mejor…" Tal vez no estaba equivocado. *** Dimitri se corrió en la espalda de aquella rubia, besando con violencia sus labios y después empujándola a un lado. —Lárgate. Ella le dedicó una exhausta sonrisa: así que los rumores sobre lo bueno que él era en la cama, eran ciertos. —Espero volverlo a repetir —siseó en los oídos del empresario, quien le dedicó una fría mirada—. ¿Puedes mañana? —El que dice cuando soy yo. Ahora he dicho que te largues, Katrina. —Lo lamento, señor. Ella le dedicó una pícara sonrisa antes de empezar a vestirse frente a él, con ansias de que aquello pudiese volver a repetirse. El hombre examinó su desnudo cuerpo, preguntándose a sí mismo por qué, si aquel cuerpo era mucho más bello que el de Violet, no pudo hacerle sentir lo mismo. Ninguno había podido. La mujer, una vez vestida, se aproximó hacia él, buscando un violento beso, el cual recibió. Luego, se alejó de allí. Dimitri suspiró cuando el timbre de su teléfono resonó: había estado esperando aquella inevitable llamada. —Sí, iré en un instante. Aquello fue lo único que contestó. Aquel día empezaba el cambio en su vida. Dimitri sabía que sería una experiencia amarga. *** El reloj marcó las diez de la noche y Violet supo que era momento de ir a la casa de Ian, pero dudaba en aquel día poder hacerlo. Todo de repente era tan confuso, que no poseía la capacidad ni siquiera de entender que era lo que no entendía. Se recordaba a sí misma regresando a su casa ofuscada cuando Ian le había ofrecido dinero, también recordaba que pensó en que debía ser más madura, luego, cuando había intentado retirarse, unas fuertes manos se lo habían impedido. Ahí había empezado un fuerte forcejeo con alguien que aún era desconocido. Violet había creído que se trataba de un violador, luego todo se había pintado de oscuridad para ella. Una vez despierta, se había encontrado desnuda junto a Dimitri, en su cama, en su apartamento. "¿Fuiste tú quien me hizo eso?", le había preguntado al empresario, profundamente perdida. El ardor en su entrepierna le había indicado las cosas que él había hecho en su inconciencia, pero en realidad, aquello no le perturbaba en absoluto a la muchacha. Estaba acostumbrada a todos aquellos tratos. A lo que no estaba acostumbrada, era a despertar de la nada en el departamento de él, sin alguna razón. Solo había aparecido allá. "¿Hacer qué, muñeca?" Tras esto, él había fingido no saber nada sobre lo que ocurría. Él era tan bueno mintiendo que ella no estaba segura de si en verdad lo hacía. La soledad resultó demasiado ruidosa para la muchacha, así que decidió que iría a la casa de Ian. De todas formas, su plan aún seguía de pie. Ella liberó un extenuado jadeo: una vez más, él había provocado reiterados orgasmos en ella, hasta ir al extremo en el que la voz y casi la respiración habían abandonado a la muchacha, pero ella empezaba a acostumbrarse a aquel trato. «Mereces algo mejor». Violet empezó a alistarse para irse, ignorando aquel pensamiento. —No, al único que merezco es… a él… —dudó. «¿O quizás si merezco algo mejor?». *** Los ojos de Dimitri se encontraron con aquellos ojos de cristal. Un azul precioso y llamativo relucía en ellos, pero nada fue despierto en él por aquella mirada. —Me retiraré, dame un momento. —Tras esto, Dimitri se retiró con su padre—. No soporto un instante más aquí, papá. —Finge —respondió con simpleza el hombre—. ¿Acaso crees que esta situación me resulta agradable? ¡Esto es una humillación! Pero más humillación sería para nosotros los Brown que sepan eso, así que… finge. Y dile que no se atreva a abrir la boca, porque si eso llega siquiera como rumor a la prensa sabes que no me quedaré de brazos cruzados. —No llegaré a los oídos de nadie —aseguró Dimitri—. Puedo mantener todo esto bajo perfil. Nadie se enterará hasta que sea apropiado. —Eso debe ser pronto. Dimitri tragó amargo. —Lo será. Muy pronto… todos lo sabrán.

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