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La mano de su padre permanecía posada sobre el hombro de su hija, quien temblaba, siendo víctima de las intensas lágrimas que recorrían sus mejillas pintadas de un rojo que solo era capaz de describir dolor.
Dulces susurros que aseguraban que pronto su corazón tendría paz, ella escuchaba; sin embargo, mientras el hombre que amaba estuviese desaparecido, una pizca de paz su alma era incapaz de concebir.
La muchacha lloró aún más antes la idea hipotética de que él pudo haberse ido para siempre. Aquella belleza alemana era aún más brillante de lo que aparentaba ser: sabía, se había dado cuenta por los tratos anteriores, que Dimitri era un hombre intenso en la cama; por otro lado, ella se conformaba con muy poco. Estaba al tanto de que el hambre sexual podía llevar a los hombres a cometer infidelidades. El corazón le palpitaba con violencia ante la imagen mental de que Dimitri estaba siéndole infiel con otra.
Tenía más de casi un día sin verle un pelo, y como si su inesperada ausencia no fuese suficiente martirio, mientras revisaba las cosas de su esposo, había encontrado la foto de una mujer. Otra mujer. Bella como el cielo en el Edén. Cabello oscuro, labios rojos, mirada enigmática; presencia magnética, aunque ni siquiera se encontraba allí. La alemana solo podía pensar en lo poderosa que tenía que ser la presencia de alguien como para que apesar de que no se encontraba allí, pudiera sentirse.
El corazón le sangró al ver esa foto. Una "V" estaba marcada desde el otro lado. "Infidelidad" solo en aquella palabra fue capaz de pensar. Sin embargo, se selló los labios y no le comentó nada a su padre. Guardó para su propio corazón el hecho de que su esposo podría estarle siendo infiel con otra.
—Wann haben Sie ihn das letzte Mal gesehen?
"¿Cuándo fue la última vez que lo viste?", preguntó el hombre, acariciando el cabello de su primogénita. Las lágrimas de su hija eran agujas para su corazón. Odiaba verla sufriendo de cualquier forma. Le había expresado claramente a Dimitri que el sufrimiento de su hija terminaría siendo el suyo, pero al parecer Dimitri no había comprendido ni siquiera un poco.
—Es ist schon fast ein Tag vergangen! Und ich vermisse es! Ich brauche Dimitri hier.
"¡Ha pasado casi un día! ¡Y lo extraño! Necesito a Dimitri aquí", masculló ella entre lágrimas. Mordió sus labios al darse cuenta de que estuvo a punto de revelar la foto de aquella muchacha bella que había visto entre las pertenecias de él.
El odio atiborró la mirada de aquel hombre. Abrazó a su hija con más fuerza, para luego dejar un beso de consuelo en su frente.
—Du kannst dich darauf verlassen, dass Dimitri hier sein wird, egal was es kostet, mein Kind.
"Puedes tener en cuenta que Dimitri estará aquí, cueste lo que cueste, hija mía".
La muchacha fue incapaz de ver la oscuridad que ahogó a los ojos de aquel hombre. Dimitri tenía un compromiso. Uno que no podía romper bajo ningún termino.
Romper el compromiso con su hija, era romper el compromiso con su vida propia, pues aquel aleman duraría muy poco en atestar una bala contra el cerebro de Dimitri si él continuaba con aquel comportamiento.
Aquel día, el alemán se despidió de su hija y le prometió que regresaría con Dimitri y que ella podría disfrutar de una bella luna de miel.
Mientras salía, el alemán acomodaba su arma y marcaba en su teléfono un peligroso número.
Asegurandose de estar lo suficientemente lejos de los oídos de su hija, el empezó a hablar.
Sus susurros se confundieron con el agresivo soplo del viento. Lo único que se le pudo escuchar decir fue: "debes dar con él; lo necesito vivo, pero asegúrate de llevar al bastardo aquel lugar... supongo que Dimitri debe aprender una lección...".
«Y de no aprenderla, de su sangre se bañarán mis manos», pensó, mientras colgó aquella llamada.
*****
Los ojos le pesaban lo suficiente como para que desistiera de su intento de abrirlos en el primer instante en el que atentó con hacerlo; sin embargo, el beep de las maquinas a su alredor le ofreció la suficiente motivación para intentarlo una vez más.
Su mente era un tornado catastrófico que no contaba con alguna intención de detener su destrucción. Los recuerdos de naturaleza vaga empezaban a llegar a ella como cuchillos mancillando las capas de su corazón de manera tortuosa.
La imagen lejana de ella llorado por él, le ofreció la bienvenida al infierno. Luego un murmurllo de 'te amos' se permitieron ser oídos. Todos eran su propia voz. La desesperación se clavó en un pecho; la misma desesperación que había sentido cuando la idea de cortar su venas había danzado sobre los vestigios de su cordura, incitandole a hacerlo. «No me ama. No me amó. Nunca me amará». Incluso entre el fuerte sedante y el intenso dolor de muñecas, era capaz de escucharse a sí misma diciendo eso. Aquellos habían sido sus pensamientos antes de empezar a cortar su vida.
Pero ser capaz de menear su lengua y abrir sus ojos, le permitió saber que había fracasado en aquel intento, le permitió saber que aún estaba allá, en el mundo en donde todavía él no la amaba, en un mundo en donde ella seguía estando enferma por un hombre.
Los recuerdos regresaban como cataratas: violentos y desordenados; salpicaban todo y no dejaban espacio para nada más que para ellos. Y entre aquel tumulto, la imagen de Ian llegó a su mente. "No te dejaré morir", frase tatuada en su cabeza en su último momento de lucidez.
Él. Él le había salvado la vida.
—Violet...
Dulce voz masculina.
—¿Violet? —Estaba tan herida que el simple roce le dolía—. ¿Estás despierta?
«Desearía poder decirte que no», buscó balbucear, pero sentía su boca llena de cenizas.
Requirió mucho dolor y esfuerzo de su parte abrir los ojos; pero al hacerlo, se encontró con aquellos cabellos rojos como el fuego.
La mano de Ian sostuvo la suya.
—Estás muy fría —murmuró él, siempre indiscreto—. Buscaré al doctor. —Violet apenas pudo comprender de donde, pero se atestó a un racimo delgado de fuerza interior y sostuvo la mano de Ian, evitando su partida—. Violet...
—T-t...
La muchacha mordió su propia lengua, intentando obligarse a sí misma a hablar.
Ian intentó mirarla a los ojos, pero era como mirar hacía un abismo que era capaz de absorberle.
—Debo avisarle al doctor que has despertado, ¿sí? —Ella negó y él comprendió la razón: ella no se suponía estando viva—. Sí, Violet, debo ir a...
—¿P-por qué? —balbuceó ella, con los labios tan secos como su alma.
—¿Por qué qué? —ofreció como respuesta, pero estaba al tanto de la pregunta que ella intentaba hacerle.
La observó luchar para hablar por unos instantes, pero sabía que por aquellos agrietados labios no saldría nada positivo. En sus ojos podia verlo, era tan claro como el cristal: ella no quería ser salvada.
—Debo ir hacia donde el doctor, regreso en un instante, Violet.
El pelirrojo caminó rápidamente hacia la salida, aún así, no fue lo suficientemente rápido para salvarse de aquella turbulenta voz cargada de emociones.
—¿Por q-qué...? —murmuró Violet—. ¿P-por q-qué salvarme si s-solo quería morir?
Ian fue girando poco a poco, hasta conseguir mirarla a aquellos ojos de abismo: jamás había visto unos ojos tan perdidos, y a pesar de todo, tan hermosos; relucir entre la tragedia era sin duda la más grande demostración de belleza, de una belleza que iba mucho más allá del físico.
—Porque yo no iba a permitir que te murieras en mis brazos. Por eso, por eso salvarte.
—No lo e-entiendes...
—Te enamoraste de la persona equivocada y querías acabar contigo porque nunca dejarás de amarle. Casi te ahogas en una lluvia de desamor, y a pesar de todo no eres capaz de ver que puedes hacer salir el sol. —La poca capacidad de hablar que ella había difícilmente adquirido, se desvaneció cuando le escuchó decir aquello—. No me importa que lo ames para siempre; y no me importa que intentaras acabar contigo misma por él, yo no iba a dejarte morir en mis brazos y eso es lo único que sé. No podía dejarte morir sin que antes te dieras cuenta de que eres más que el desamor de tu corazón.
Tras esto, él salió de aquella habitación de hospital.
Ella tragó seco.
Las palabras de Ian se zambulleron por los adentros de su piel.
"... no podía dejarte morir sin que antes te dieras cuenta de que eres más que el desamor de tu corazón..."
El silencio se enredó por los alrededores de su cama. El mundo por un instante pareció haberse detenido.
Una sensación en el pecho le caminó y no supo como reaccionar ante ella.
Había sentido mijagas de aquella emoción, había alucinado con ella, había intentado conseguirla y la había imaginado más veces que cualquier otra flor marchita, pero jamás la había sentido tan plenamente como en aquel instante.
La sensación de que alguien por primera vez en realidad se preocupaba por ella. Y no solo por lo que podría ofrecer, si no por lo que era. E incluso siendo solo un cúmulo de piel y miseria, él le había dicho aquello.
Violet cerró sus ojos.
Era dulce aquella sensación y la había anhelado por toda su vida.
Demasiado dulce como para saber si se debía permitir a sí misma sentirla por tanto tiempo. Tal vez sentir aquel dulce sentimiento, era el comienzo de un nuevo abismo.
O quizás no.

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora