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"Renuncio, Dimitri".
Un violento estruendo recorrió cada una de sus extremidades.
Por un instante, se volvió un extranjero de la realidad.
Un ardor le recorrió cada parte del cuerpo; una sensación por completo indescriptible empezó a crecer en su pecho. El cólera se hizo dueño de sus extremidades.
La observó de manera tan fija, que Violet no pudo evitar sacudirse en su lugar. Había dicho aquello por impulso, presa de la furia, sabía que tendría sus consecuencias. Ver como el cuerpo de Dimitri intentaba procesar aquellas palabras que nunca había esperado que ella dijera, el único indicador que ella necesitaba para saber que se encontraba en serios problemas con él.
—No. —Aquello fue lo único que sus labios emitieron; fue un sonido seco, frío, casi ajeno a la realidad. Él jamás había imaginado que ella le diría que renunciaba—. No.
El empresario la sujetó por el brazo, con el designio de arrastrarla una vez más a su oficina, pero Violet hizo contrafuerza.
—¡No iré contigo!
Dimitri, aún sumergido en su mar de consternación, le dedicó la mirada más fría que ella alguna vez había recibido.
—Ven conmigo, Violet.
Sus palabras eran secas, casi robóticas.
—¡Te dije que renuncio!
"Renuncio…"
Aquella palabra resultó casi ajena a él, al menos proviniendo de los labios de ella. ¿Su Violet… renunciando? Aquel fue un duro golpe a su corazón.
—Ven.
—¡No! —Violet contuvo un chillido al sentir como Dimitri casi le dobló la mano—. ¡Me haces daño!
Dimitri estaba al tanto de que todos le observaban, por eso necesitaba irse de allí, pero con ella. Por supuesto que Violet no renunciaría aquel día. Aquel día ni nunca.
—Vas a venir conmigo si quieres volver a tu padre con vida.
La repentina amenaza paralizó a la muchacha. Anteriormente, una amenaza así habría sonado vacía para ella, pero saber que él había casi acabado con Ian, era el indicador de que él sí le haría daño a su padre si ella no iba con él. Dimitri sabía lo mucho que ella amaba a su padre, así que sabía que aquella era un arma muy potente de empleado, únicamente con eso la tenía a sus pies. Justo así fue. Ella no quería que nadie más saliera lastimada. Nadie tenía la culpa de que su corazón hubiese decidido aferrarse al hombre que quizás no debía.
La joven tragó sus amargas lágrimas, sus inútiles resistencias, asintiendo de manera apesadumbrada.
Él la sujetó por el brazo, retirándola de la vista de todos.
Una vez en la oficina, ambos se encontraron con la secretaria que él había estado besando.
—Largo.
La rubia quiso protestar, pero sabía que no tenía algún derecho, así que terminó largándose.
Violet secó sus lágrimas, pero carecía de propósito, pues estas continuaban deslizándose por sus mejillas de manera reiterada.
—¿Por qué? ¿Por qué dirías algo así?
La voz de Dimitri reveló un ardiente frenesí que pendía de un hilo para estallar. Violet no quería estar ahí cuando aquello ocurriera.
—P-porque es lo…
—¡No! —la interrumpió, colisionando sus puños contra su escritorio—. No te atrevas a decir que es lo mejor, ¡no te atrevas!
—¡No seguiré viendo como soy un juguete para ti!
—¡Eso no parecía importarte!
Violet apretó sus puños; la visión distorsionada por las lágrimas apenas le permitió ver el semblante casi desesperado del empresario, pero lo había escuchado muy bien: ella era solo un juguete. Estaba al corriente de aquello, pero escucharlo de sus labios siempre resultaría mucho más doloroso.
—Tienes muchas más muñecas, vete c-con  ellas…
—¡No te atrevas jamás a decir algo así de nuevo! —Él la zarandeó con tanta fuerza que ella temió que cruzara aquella línea y empezara a golpearla—. No puedes dejarme, no vas a renunciar.
—Lo haré, s-sí lo haré…
—¿Me estás retando?
—No veré c-como estás con otras… yo…
—¿Tú qué? ¡¿Tú qué?! —Dimitri estampó a la muchacha con debilidad de una pared—. ¡¿Tú pretendes solo renunciar?!
—¡No tengo la obligación de trabajar para ti! ¡Puedo irme cuando quiera!
—¡Arruinaré tu vida si renuncias!
—¡No me importa un demonio!
Violet llevó las manos a sus labios cuando se escuchó a sí misma diciendo aquello.
Dimitri le dedicó una mirara atiborrada de consternación.
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?
¿Cuándo Violet había tenido el valor de hablarle así?
¿Cómo ella había tenido el valor de hablar así?
¿Por qué había tenido el valor de hablarle así?
—¿No… te importa un demonio?
—M-me d-debo ir, yo…
Dimitri la arrastró por el brazo hacia una computadora.
—¿No te importa un demonio que todos vean esto?
Violet observó en la pantalla de la computadora un cúmulo de imágenes de ella.
De ella desnuda.
De ella desnuda en el regazo de Dimitri.
De ella entregándose a él.
Violet elevó sus llorosos ojos hacia el hombre.
—¿M-me...?
—Tengo un álbum de más de quinientas fotografías tuyas entregándote a mi como una zorra, ¿quién te contratará si estas fotos llegan a esparcirse? —Las palabras de Violet dieron fecha de fallecimiento en sus trémulos labios; desde el encuentro más banal, hasta el más especial… él tenía fotografías de ella, unas que había tomado sin su consentimiento—. Si tú te atreves siquiera a repetir que te irás de aquí, todos verán tu lindo trasero en el internet.
Ella le dedicó una mirada casi de disgusto. Apenas era una jovencita de veintidós años, no podía permitir que tan temprano, su vida se viera obstaculizada por la filtración de todas aquellas fotos.
—S-se supone q-que… —Los sollozos apenas permitieron que las palabras de Violet fueran audibles—. S-se supone q-que… eran momentos íntimos…
—Lo son aún. Nadie además de mí ha visto estas fotos, y sería para mí una pena tener que mostrarlas al internet. —El comienzo de una sonrisa triunfante se situó en los labios de Dimitri—. Así que, regresa a tu asiento y jamás pienses en dejarlo. Hoy saldremos más temprano, te necesito en mi cama, te necesito en mí.
—No…
Un susurro apenas audible se desvaneció de aquellos labios carmín.
—¿Dijiste no?
—No… me importa… que filtres mis fotos… —A Violet le tomó todas su furia decir aquellas palabras—. ¡Haz lo que quieras!
Él observó con perplejidad como ella corrió hacia la salida de su oficina.
El corazón de Dimitri empezó a retumbar como un violento tambor.
La vas a perder…
La vas a perder…
La vas a perder…
Su cabeza se transformó en un parloteo incontrolable e incesante.
—¡No, Violet! —chilló, corriendo detrás de ella—. ¡Espera, no! ¡Mi amor, mi muñeca! ¡Quiero que seas mi novia, Violet! —La muchacha frenó en seco cuando le escuchó decir aquello—. Mi amor, mi pequeña. —El llanto de Violet se agudizó, a pesar de sentir que el corazón se le desangraba, continuó caminando hacia la salida, pero lo hacía con mucha más lentitud que hace instantes.
Intentaba procesar el hecho de que Dimitri Brown le había pedido oficialmente que fuera su novia. Algo que ella había anhelada por casi un año completo, por fin se estaba cumpliendo, en una situación así…
La caminata lenta de la muchacha fue el auxilio que él necesitó para correr hacia ella y abrazarla.
—No… no, por favor, no… —imploró Violet cuando sintió los besos de Dimitri en su frente.
Sabía que no podía resistirse a él.
Pero sabía que debía de.
—Mi amor, mi pequeña… —Dimitri la acorraló contra una pared; ella aún luchaba contra el impulso de caer rendida a él, una vez más. "No caigas, no caigas" se repetía—. Quiero que seas mi novia, mi amor. —El cuerpo de Violet se sacudió una vez más.
—Por f-favor, déjame ir…
Dimitri acorraló más el pequeño cuerpo de la muchacha contra la pared. Él era una bestia alta e imponente delante de ella.
—¿No… te gustaría, mi amor? —Violet cerró sus ojos, intentando no encontrarse con los de Dimitri; si le miraba, terminaría convenciéndola, terminaría haciéndola olvidar de que hace instantes, él la amenazaba con arruinarle la vida. Él era una especie de Medusa, solo que al mirarle, ella no se convertía en piedra, ella se convertía en una flama que él podía apagar cuando anhelara—. Dime, mi amor, ¿no te gustaría saber que oficialmente eres mía? ¿Mi novia? ¿No te gustaría dormir en mi apartamento siempre?
—P-por favor… debo i-irme…
—¿No te gustaría que tu pequeño cuerpecito despertara junto al gigante mío, todas las mañanas? —Violet secó las lágrimas que corrían por sus mejillas—. ¿No te gustaría? —Los dedos del hombre recorrieron con suavidad la cintura de la muchacha, luego se elevaron hacia su rostro, secando sus lágrimas con delicadeza—. Sabes que te gustaría; te gustaría que te llamaran Violet de Brown, ¿no? —Ella abrió un poco sus ojos, él sabía que la muchacha empezaba a caer una vez más, pues estaba tocando todos sus puntos débiles—. Me encantaría despertarme a tu lado y acariciar tu cabello. Me gustaría poder… decir que eres mi novia. A ti también te gustaría decir que eres mi novia. Sé que te gustaría sentir tu cuerpecito sobre el mío siempre.
Los enrojecidos ojos de ella se elevaron hacia él. "¿Por qué me haces esto?" le preguntó con la mirada.
—¿P-por qué me torturas así?
—¿Acaso es una tortura para ti que te declare que te amo tanto que… quiero que seas mi novia? —Él dejó suaves besos en cada una de sus lágrimas—. Mi amor, dime que sí, sabes que quieres ser mi novia.
La voz se le encogió por instantes. La imponente figura de él le observaba en espera de una respuesta.
"No caigas".
"No caigas".
"No caigas".
"No caigas…"
—Mi muñequita… —Dimitri se aproximó hacia el oído de la estremecida muchacha—. Mi linda y pequeña muñeca, ¿no quieres ser mía por siempre? Si te he dado todo lo que te he dado y ni siquiera era tu novio… ¿puedes imaginar todo lo que recibirás de mi si aceptas?
"No caigas".
"No caigas".
"Mi linda y pequeña muñeca".
"¿No te gustaría que tu pequeño cuerpecito despertara junto al gigante mío, todas las mañanas?"
Dimitri empezó a besar el cuello de la muchacha, que se sacudía como si una violenta ráfaga de viento colisionara contra sus débiles extremidades.
"No caigas, Violet".
"No…"
Dimitri acarició su cintura con aún más suavidad. Sostuvo con delicadeza su cuello, obligando a mirarlo. Dejó dos tiernos y húmedos besos en las mejillas de Violet, quien aún lloraba un río.
"No… caigas…"
"No…"
"… caigas".
—Tu silencio es un sí —susurró él a su oído, para luego llenar de húmedos besos todo aquel rostro—. Ahora eres mi novia, Violet.
—P-pero…
—Mi novia —la interrumpió, estaba al tanto de lo mucho que ella tenía para decir—. Desde hoy, todo será distinto.
—P-pero, D-Dimitri, escúchame, yo no…
—Eres mi novia, Violet —la interrumpió una vez más, lo haría las veces suficientes para que ella entendiera que él no desistiría de aquella idea—. En unas horas irás conmigo a mi departamento y te daré el placer de toda tu vida. Y no aceptaré una negación como respuesta.
Tras decir aquello, él decidió retirarse de la oficina, dejándola allí ahogada en sus borrascosos pensamientos.
Violet intentó abrir la puerta de aquella oficina, percatándose de que había sido cerrada por afuera.
—¡Dimitri!
—Te dejaré pensarlo todo durante unos minutos, muñeca de porcelana.
—¡Dimitri, ábreme!
Sus palabras no valieron de nada para él.
Dimitri se retiró y la dejó allí, encerrada en aquella oficina.
La muchacha terminó rota en lágrimas, una vez más. Arrojó al suelo su cuerpo, abrazando sus rodillas a medida que se mecía de un margen al otro.
Era la novia de Dimitri.
Él la había forzado a serlo.
Hace unas pocas semanas, aquello le habría generado una alegría inmensa, pero en aquel instante, no sabía qué esperar.
Nunca se sabía qué esperar de él.
Ella no podía sentir alguna emoción más allá del miedo, de la incertidumbre.
Era novia de Dimitri, se repetía, pero era incapaz de creérselo.
Había esperado aquello durante tanto tiempo que había dejado de creer que algún día llegara.
Y cuando por fin había llegado, Violet tenía un horrible presagio en su pecho.
El presagio de que él la heriría sin ponerle un solo dedo encima.
Transcurridos unos veinte minutos, ella elevó su cabeza a medida que la puerta de la oficina fue abierta.
Los ojos inyectados de sangre de la muchacha colisionaron con los de Dimitri, quien le tendió la mano, ayudándola a levantarse.
Violet se sostuvo de aquel agarre, sintiéndose minúscula de muchas formas.
—Mi dulce muñeca… —Dimitri se restregó contra ella—. Te amo, Violet. No tienes idea de cuánto.

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