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El único recuerdo que yacía en su abrumada mente, era a sí mismo cayendo en un mar profundo de alcoholismo; dispuesto a beber su propia vida, experimentando lo más cercano al arrepentimiento que Dimitri Brown alguna vez ha experimentado.
Un asfixiado gruñido se escapó de aquellos labios cuarteados cuando una sensación fría e incómoda se estrelló contra su espalda; la misma sensación le persiguió hasta el rostro y solo cuando sintió el mismo helado golpe, fue que consiguió percatarse de que alguien estaba arrojando agua helada a su cuerpo.
Los ojos le hicieron fuerza para abrirse y apenas lo consiguió: su cuerpo se sentía abrumado por una infernal sensación. No había siquiera una parte de él que no doliera siquiera un poco. Jamás había experimentado tanto dolor físico. Ni siquiera era capaz de comprender que sucedía. Se había ahogado en alcohol y eso era todo. ¿Cómo había terminado en un frío suelo, siendo víctima de lo que parecía una clase de tortura?
-¡Despierta!
Aquel estruendo casi lo despojó de su capacidad auditiva.
-B-bastardo… -masculló, aunque desconocía quien le hacía aquello, pero tenía tantos enemigos que para él, era muy poco sorprendente que lo hubiesen atrapado por fin. Aunque la verdadera pregunta era: ¿cómo habían dado con su exacta ubicación?
-Incluso en la asquerosa posición en la que te encuentras, tienes la capacidad de abrir la boca. -Algo en Dimitri despertó al escuchar aquel acento característico; intentó abrir sus ojos al máximo, pero sus intentos fueron infructuosos-. Marica, ni siquiera puedes abrir los ojos.
-¿Quién… quién diablos e… eres?
-¿Te drogaste tanto que ni siquiera puedes reconocer la voz de tu propio suegro? -Dimitri dejó escapar una maldición al escucharle decir aquello. «Así que se trata de este bastado», fue lo único que su situación le permitió pensar-. Dime, Dimitri, ¿por qué te ausentarías de esa manera sin avisarle nada a mi hija, especialmente sabiendo que tu vida pende de un hilo? -Dimitri masculló una respuesta, pero él no le comprendió-. ¡Siéntelo!
El empresario se quejó cuando unos hombres le arrastraron hacia una sucia silla que parecía amenazar con romperse en cualquier instante.
-¡Ahora responde si no quieres morir! ¡¿Dónde diablos has estado, Dimitri?!
-Estaba… ocupado…
-Te encontré en tu maldito apartamento drogado y desmayado. Tuve que traer a un doctor para que el imbécil al que mi hija decidió amar no muriera, ¿y tu única respuesta es esa? Estabas ocupado. -Una agria risa emergió de los labios de aquel hombre, quien sin aviso previo atentó un puñetazo en el estómago de Dimitri-. ¡Tú sabes el maldito trato que tenemos! ¡Mi hija estaba llorando por tu ausencia! ¡Y nuestro trato es que la harías feliz!
«Si pudiera, matara a esa zorra ahora mismo», pensó Dimitri, mas no dijo, sabía que podría morir de hacerlo.
-No volverá a suceder.
El padre de su esposa mordió sus labios con furia.
-Por supuesto que no volverá a suceder.
***
La mente de Violet aun continuaba atascada en el recuerdo de Ian, de sus palabras y de las emociones que en ella despertaron, era una tortura que pronto la enloquecería porque lo único que era capaz de repetirse una y otra vez era: «no te ilusiones».
Ni siquiera estaba cerca de salir de la maldición de Dimitri, no podía permitirse a si misma caer en otra. Ni siquiera podía tener alguna queja sobre Ian: él le había salvado la vida, cosa que no podía decir de nadie más.
Violet restregó su rostro con sus débiles y enclenques manos.
«No puedes permitirte sentir nada. Debes salir de este hospital e ir muy lejos», se dijo, intentando ponerse de pie.
La muchacha exclamo en fastidio cuando sintió que sus piernas apenas eran capaces de responderle.
La cómica queja de que había cortado sus muñecas, no sus piernas, llego a ella, arrancándole una seca sonrisa.
La puerta fue abierta de repente y su mirada cruzo caminos con aquel pelirrojo, la persona que menos anhelaba ver.
-Violet… ¿por qué…?
-No lo entiendes -susurró ella, apenas con voz-. No lo entenderás. Necesito… irme.
Ian llevo las manos hacia su cabello, intentando contener la frustración que aquella bella muchacha despertaba en él.
-No estás en las condiciones para irte -se limitó a decir-. Debes descansar.
-No… no, yo…
-No te irás -la interrumpió-. No dejaré que cometas otra locura.
-Ian tú no debes…
-Lo sé. No debo preocuparme por ti -la interrumpió una vez más-. Pero no creo que se pueda hacer mucho al respecto. Ya lo hice y lo haré.
-No entiendes, yo… ¿por qué lo haces? Yo ni siquiera podré pagarte el…
-Porque me gustas, maldición, Violet. Por eso lo hago. -Aunque la muchacha guardaba sospechas al respecto de aquello, oírlo salir de sus labios tan espontáneamente, la despojó del aire por unos instantes-. Y ni siquiera busco que sea reciproco porque sé que es imposible, pero, diablos, sé que intentarás lastimarte una vez más, por él y no pienso permitirlo. No eres la primera mujer que veo acabarse por él, y yo… ya no. No más. -El silencio creó entre ambos una espesa tensión: ella era incapaz de formular siquiera una sola palabra-. El doctor dice que vendrá ahora -murmuró Ian, peinando su apenas visible barba-. Te daré privacidad.
El hombre se dio la vuelta, dirigiendo sus pasos hacia la salida.
-Ian…
Aquella rasposa y dulce voz le frenó.
-Violet.
-Quererme es un error.
Él ladeó su cabeza.
-Entonces quiero equivocarme.
Atentó con caminar una vez más, pero aquella dulce voz le frenó.
-Terminaré haciéndote daño, por favor, s-solo…
-Más daño me hará no tener lo cojones para intentar nada.
-No, Ian, tú no entiendes… -Violet frenó sus palabras en seco cuando él empezó a acercarse a ella bruscamente-. Ian, tú… no entiendes…
-Violet, yo dejé de querer entender hace semanas atrás.
La muchacha le ofreció una cristalina mirada.
-Mi intención jamás fue despertar nada en ti…
-Lo sé -rió él-. Aún así lo hiciste.
-Lo s-siento…
Violet se sacudió en un temblor cuando las manos de Ian se posaron en su cuello con suavidad.
-Tu problema es intentar arreglar los corazones de todos, menos el tuyo.
-No, es q-que tú no lo comprendes, yo…
"Yo acabaré contigo".
Desafortunadamente Violet tenía razón.
Las mejillas de Violet se pintaron de colorado cuando él rozó sus labios con los de ella.
No era la primera vez que se besaban, de hecho, el primer día en el que se habían conocido, se habían besado; pero aquel primer día había sido algo mucho más vulgar, mucho más carnal, sin embargo, en aquel momento, lo único que ella podía sentir, era dulzura en aquellos labios.
La noción del tiempo viajó lejos de ambos.
Él decidió romper el beso cuando sintió que ella se quedaba sin aire -el hecho de que ella no hubiese roto el contacto, le llenaba de una esperanza que él sabía, era incorrecta-.
-No quiero entenderlo, Violet. No quiero entender a como pasé a sentir esto y no quiero entender por qué demonios creo siquiera que eres capaz de corresponderme, pero no podía dejar aquello guardado en mi garganta. Me estaba robando el aire.
El silencio volvió a reinar y de repente, sus ojos se transformaron en una catarata de lágrimas. No sabía como lidiar ante la sensación de no tener que sentirse como un estorbo, porque era lo único que conocía.
Ian la enredó entre sus brazos, y el único pensamiento que ambos compartieron, era que aquello se sentía tan bien.
***
Su esposa dejó un suave beso en su herida mejilla, mientras lloraba.
-Ich hatte solche Angst um dich, mein Schatz. Es tut mir so leid, dass du das durchmachen musstest.
«Estaba muy asustada por ti, mi amor. Lamento mucho que hayas pasado por eso».
Dimitri asintió, fingiendo dulzura. Fingiendo el padre de su esposa no le había masacrado a golpes para después obligarle a mentir diciendo que había sido asaltado.
-Mach dir keine Sorgen, meine Liebe. Mir geht es gut.
«No te preocupes, mi amor. Estoy bien».
Tras aquello, la mujer terminó llenándolo de besos. Las conversaciones banales tuvieron lugar, pero el rostro lleno de impotencia de Dimitri era algo que ella era capaz de ignorar: él estaba tan enfadado con alguien, con algo…
Justo en aquel instante, la imagen de aquella muchacha de aspecto de sirena que había encontrado en las pertenencias de Dimitri, llegó a ella, una vez más.
Él estaba tan enfadado que ella no se atrevía a preguntar.
Pero sus impulsos fueron más que ella.
-Dimitri, bist du mir untreu geworden?
«Dimitri, ¿me estás siendo infiel?»
Dimitri se atragantó con el vino que bebía, para luego dedicarle una severa mirada.
-Nein, natürlich nicht! Warum solltest du mich so etwas fragen?
«¡Por supuesto que no! ¿Por qué me preguntarías algo así?»
Su esposa mordió sus labios con arrepentimiento: la expresión de Dimitri le ofreció todo lo que necesitaba saber. Aquel no era el momento para hablar de aquello. Ni en aquel instante, ni nunca.
Sin embargo, sabiendo que no podía dar marcha atrás, ella empezó tímidamente a levantar una foto.
Dimitri sintió un aire frio recorriéndole la espalda al ver la foto de Violet.
Su actual esposa conocía de la existencia de Violet.
Aquello era un problema. Uno enorme.
La mujer chilló cuando de repente Dimitri la sujetó del cuello, estrangulándola.
Ella no podía saber de la existencia de Violet.
Ella no podía decirle a su padre sobre la existencia de Violet.
Porque de hacerlo, él sabía que la más cruel muerte le esperaba.
Entre ojos llorosos, la muchacha le imploró que se frenara, pero él, en un su frenesí de no ser delatado por ella, no la soltó ni siquiera un poco.
-No vas a meterla en esto, no, zorra, ¡no vas a meterla en esto!
La idea de Dimitri en aquel instante, fue simple: asesinarla. Sin pudor, con sus propias manos, sin alguna preparación.
Luego, daría con Violet y la llevaría consigo. Se escondería junto a ella, en un sitio en donde su sumisa pudiera volver a hacerlo de nuevo.
Pero sus repentinos y poco pensados planes de asesinarle, se vieron frustrados cuando Dimitri sintió un golpe en su espalda que lo alejó de su futura víctima.
-¡Dimitri! ¡¿Acaso enloqueciste?!
Solo aquella voz masculina le hizo regresar a su realidad.

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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