Capítulo 3: Pelirrojo.

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Había un placer indescriptible en el dolor.

Aquel fue el pensamiento que se apoderó de Violet mientras cerraba sus ojos, sintiendo como su cuerpo temblaba de placer.

Dimitri se había ido por su espalda, mientras que el pelirrojo se encontraba frente a ella. Los labios de Violet soltaron un gemido lastimero cuando sintió a ambos hombres penetrándola al mismo compás. El vigor la abandonó por un par de segundos. Aferró sus débiles manos a los hombros del pelirrojo, quien mordió sus labios, siendo un espectador de como el placer estallaba en ella ante cada embestida doble.

El rostro de Violet se coloreó de un profundo rojo, su voz tembló, aquello era mucho más de lo que su cuerpo podía soportar, pero era incapaz de pedirles que se detuvieran: las olas de placer le rompían la razón, la sensación de que su joven cuerpo estaba yendo al límite, fue arrojada hacia un lado.

Dimitri le mordió con fuerza el cuello, embistiéndola desde la espalda con tanto vigor que la voz de Violet se quebró. El empresario la penetró con tanta profundidad que ella lanzó un llanto. No comprendía por qué él había decidido ir por la espalda, pero de poder mirarle, le imploraría por más. Para ella, violar los límites que su cuerpo le imponía, era algo usual. No importaba que su cuerpo le dijera que ser embestida por dos hombres a la vez, era demasiado para un cuerpo que no tenía mucha resistencia, ella estaba al tanto que desmayarse de placer, era lo mejor que podía sucederle.

A diferencia de las embestidas de Dimitri, las del pelirrojo, eran suaves, tan suaves que ella no sabía por cual corriente de placer dejarse llevar. El hombre se aproximó al pecho desnudo de Violet, sujetándolo y lamiéndolo de manera delicada. Ella, entre sus flashes de lucidez, pudo percatarse de que aquel pelirrojo elegía el placer suave, mientras que Dimitri elegía destruirla, de muchas maneras.

Los suaves dedos de aquel pelirrojo viajaron hacia el cuello de ella, apretándola a penas. Ella le dedicó una mirada que lo incitaba a más, pero él jamás había aquello; el simple hecho de compartir a una mujer, era algo nuevo para él, pero aquel rostro perfilado y esos ojos de tigre no permitían que se revelara lo novato que era en aquello.

El pelirrojo le dedicó una rápida a Dimitri, el hombre se encontraba enfocado en destruirla, pero él no sabía como ser así. Lo estudió por un par de segundos, intentando imitarlo. Agilizó sus movimientos, mordiendo sus labios al encontrarse con los ojos implorantes de placer de Violet.

Tomó aquel instante para detallarla con la mirada, percatándose de que se trataba de una muy preciosa muchacha. Los dedos del pelirrojo viajaron hacia la boda de Violet, acariciándola con suavidad. No pudo embestirla con la misma furia y rapidez que Dimitri, aquello no era para él.

Transpiración cubrió el rostro de Violet, buscaba desesperadamente los labios de Dimitri, aunque estaba al corriente de que estos no se encontraban disponibles a su alcance. Él amaba torturarla de aquella forma, empezaba a resultarle abrumante. Jamás en su vida se había imaginado a sí misma en la situación de aquel instante; dos hombres embistiéndola al mismo compás, el dolor y el placer rompiéndole el cuerpo, suavidad versus violencia. Jamás habría aceptado de no ser porque él se lo pedía. Le gustaba ser de Dimitri, solo de él, pero no podía negar que las corrientes eléctricas que aquel pelirrojo enviaba a su cuerpo, plagiaban en intensidad a su amo.

Ella jadeó cuando sintió como Dimitri la jaló por el cabello. Ella solo había perdido su virginidad vaginal; el dolor era intenso, pero saber que era Dimitri que lo ejercía ella, cambiaba de alguna forma el dolor por el placer. Estaba al tanto de que su obsesión con él era enfermiza, así como estaba al tanto de que tarde o temprano, la historia de ellos se saldría de control, porque él no tenía límites y ella no los conocía cuando estaba a su lado.

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora