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Una vez más, frente a él se encontraba la preciosa Violet.

Sobria y con furia en la mirada. Él no comprendió la razón de su presencia allí, pero la agradeció, pues tenía que hablar con ella sobre cosas demasiado importantes, como la invitación que no había podido rechazar de su padre.

—Violet, ¿puedo saber a qué...?

—Eres un bastardo asqueroso, Ian —le escupió ella, con el pecho lleno de rabia; él no comprendió la razón, pero empezaba a acostumbrarse a que ella le insultara, suponía que era algo que sucedería con la suficiente frecuencia para que con el tiempo dejara de importarle—. Sabes muy bien lo que has hecho. —Violet no le cedió oportunidad para hablar—. ¡Aceptaste la invitación de mi padre solamente para continuar inmiscuyéndote en mi vida!

Ian suspiró, casi en el rostro de la muchacha encolerizada. La situación de repente, le resultó hilarante, lo suficiente cómoda como para reírse en la cara de Violet.

—¿Acaso esto te parece una maldita broma, enfermo? ¿Sabes que aún te puedo denunciar porque abusaste de mí? —Ella estaba al tanto que, de hecho, no podía denunciarlo, había sido algo consensuado en parte, él ebrio, ella ebria, no podría llevarlo a la ley, pero contaba con la vaga esperanza de que él sintiera miedo, el suficiente para declinar la cena—. ¡Deja de reírte!

La muchacha golpeó el pecho desnudo de Ian, quien se rompía en carcajadas. Ella le pareció una pequeña que hacía dramas sin alguna razón. Aquello no le resultó del todo desagradable. Ansiaba explicarle todo, decirle que la presión le había llevado a aceptar aquella cena a la que tampoco quería acudir, pero ella parecía demasiado cerrada como para escucharle o siquiera creerle.

—Violet, yo no quiero inmiscuirme en tu vida, créeme.

—¡Por supuesto que quieres! —Violet continuó golpeando el pecho del hombre, que parecía sentir muy poco dolor—. ¡Buscas arruinar lo que Dimitri y yo tenemos, pero no lo lograrás!

La sonrisa de Ian creció, aquel día no tenía ganas de quedarse con cosas en su pecho. A pesar de que era un hombre aparentemente descuidado e incluso, ante los ojos de muchos empleados, un estúpido joven ricachón, Ian era alguien bastante analítico; se había percatado de que había algo malo en la relación de su socio y Violet desde el primer instante, aunque ella parecía ciega ante la verdad a gritos de que Dimitri por ella sentía solo un deseo de posesión. Él no pudo evitar preguntarse si ella en verdad creía que Dimitri sentía amor por alguien más que sí mismo. Fue en aquel instante en el que se dio cuenta de que no sería tan malo inmiscuirse en la vida de Violet, después de todo, la risa que le despertaban los pequeños puños de la muchacha en su pecho, era una medicinal para alguien acostumbrado a estar solo. Le resultó aún más hilarante de que ella era la persona con la que más había pasado tiempo en casi tres semanas.

—No quiero arruinar la enfermiza relación que tienes con Dimitri, créeme.

Recurrir a la palabra "enfermiza" para referirse a su relación con el hombre al que ella más amaba, resultó altamente ofensivo para la muchacha.

—Tú no sabes nada de nosotros...

Ian enarcó una ceja.

—Ni me interesa saberlo, ¿por qué querría saber de una relación en la que alguien te dice que te va a matar y aún así te vas con él?

El rostro del pelirrojo se sacudió en una fuerte bofetada. La mirada del hombre se encontró con el encolerizado semblante de Violet, quien odiaba escuchar la verdad.

—¿Te molesta que no me haya quedado a follar contigo, maldito enfermo?

Él pasó saliva. En realidad, le molestaba que ella parecía ser ciega ante una realidad que a él le había tomado unos instantes ver.

—Tengo mil mujeres más con las cual follar... así como las tiene Dimitri. —Los puños de Violet impactaron violentamente contra el pecho del pelirrojo—. Tus golpes son como cosquillas. ¿Odias que te diga la verdad?

—¡Tú no sabes de lo que estás hablando! ¡No entiendes el amor que siento por Dimitri! ¡Eres solo un estúpido que quiere alejarme de él! ¡No sé para qué, pero tú conmigo no tienes alguna oportunidad!

Ian le dedicó una seria mirada a la frenética muchacha, que no desistía de sus intentos de golpearlo a pesar de que sus manos eran como dos plumas.

—Si alguna vez te quisiera alejar de Dimitri, sería solo para evitar que ambos terminen matándose entre sí, o que él te mate a ti, lo cual es más probable.

—¡Ni siquiera intentes alejarme de él, bastardo! ¡Dile a mi padre que no irás a aquella cena! ¡Sé que fuiste de ofrecido quien quiso ir!

—A tu padre se le dañó un neumático frente a mi casa, lo ayudé a arreglarlo y él cree que soy el muchacho perfecto. ¿Eso es inmiscuirse en su vida? ¿Crees que en verdad actúo con intenciones de acercarme más a ti? —La idea parecía tentadora para Ian, en realidad, pero no se permitiría revelar aquella información—. ¿Por qué me acercaría a alguien que me odia como tú?

Las palabras se esfumaron de los labios de la muchacha. Ian le dedicó un suspiro. Violet, desprovista de palabras, actuó como una pequeña niña y colisionó sus manos contra el pecho de aquel seductor hombre.

Ian sujetó las manos de la muchacha en el aire, sin poder evitarlo, sus cuerpos se aproximaron.

—No soy tu saco de boxeo, Violet. Tampoco soy un villano en esta historia. Yo apenas te conozco. No quiero alejarte de "el amor de tu vida", no quiero inmiscuirme en tus asuntos, pero... ¿sabes qué? No declinaré aquella cena. —Los ojos del hombre se cubrieron de un brillo de risa—. De alguna forma tengo que cobrarme que me hayas dejado el pecho rojo de tus "golpes".

Aquellas fueron las últimas palabras del pelirrojo, antes de cerrar la puerta en el rostro de Violet, evitándole protestar.

Una vez la puerta cerrada, él permaneció viéndola irse.

El caminar furioso de la muchacha le resultó hilarante. Así como le resultó cómico el aceptar la cena, con el único propósito de molestarla. Ella creía que él era una especie de villano que buscaba acercarla a él y alejarla de Dimitri, Ian actuaría como tal, pero bien él estaba seguro de que todo era parte de un juego que empezaba a divertirle, un juego al cual podría renunciar en cualquier instante.

Pero Ian no sabía que la araña podría enredarse en su propia tela, así como él podía ser víctima de sus propios planes.

La Sumisa De Dimitri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora