Capítulo 5.

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5 | EL WORM

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5 | EL WORM.

Otro día más y el rastro de mis horas de insomnio ya se me notaba en mi cara. Pero me dispuse a entrar a clases y para encontrarme con mis amigos con la sonrisa más grande que pude reunir. Les saludé y me acomodé para escuchar al profesor Fabián. Estábamos otra vez en el estadio y estaba más oscuro de lo normal, pero ahora sentados en la gradería mientras él estaba al frente. A su lado, una mesa cubierta por una sábana que ocultaba algo.

—Sé que hay pocas posibilidades de que rompan las reglas y vayan más allá del muro —dijo. Al instante le eché una mirada a Thomas que estaba sentado más abajo. Él regresó la mirada y me guiñó el ojo. Éramos cómplices de que ambos habíamos cruzado ilegalmente—. Pero quería traerles una muestra de lo que hay detrás de él y por qué es tan peligroso entrar. Por favor, acérquense.

Él quitó la sábana de forma lenta para aumentar dramatismo a la revelación. Nosotros nos arremolinamos en torno suyo para ver mejor. Era como un hormiguero de vidrio. Se podía ver los túneles que el animal había excavado, pero no había ni rastro de una minúscula hormiga.

—¿Qué es esto? —preguntó un compañero.

—Este es el hogar de un Worm.

—¿Un qué?

Fabián pidió un segundo mientras rebuscaba algo en su bolsillo. Sacó una pequeña bolsa y de ella extrajo un trozo de carne. Levantó la tapa transparente, puso el alimento y la volvió a tapar. Aguardamos un segundo hasta que vimos a la tierra moverse. De repente, emergió un pequeño gusano. Sin ojos visibles y pude ver que tenía una boca llena de dientes que devoró la comida en un instante antes de volver a desaparecer.

—Eso que acaban de ver es un recién nacido hijo de Worm. —Al notar que todos nos interesábamos en ello, el profe Fabián mostró una sonrisa gigante—. No hay muchos registros sobre ellos porque pocos han sobrevivido para ver un adulto. Pero, su director, nos pudo traer un huevo que ahora se transformó en esto.

—Jum —escuché a alguien decir junto a mi oído en un susurro. Volteé a ver a Thomas que miraba sin interés cajón de vidrio del animal—. He visto unos que son mucho más grandes.

—No te creo —le di un codazo y él fingió dolor—. Estás exagerando.

—Tú bien sabes que he pasado la barrera. —Puse un dedo entre mis labios para indicarle que hiciera silencio y él solo rodó los ojos.

—Si lo dices muy fuerte te podría meter en problemas.

—Solo tú sabes de eso y, a menos que me delates, estoy a salvo.

—Si tú me cubres, yo lo hago también.

—Bien, me parece justo.

Esquivó mi mirada, pero siguió sonriendo mientras miraba al maestro. Fabián hablaba de que era común encontrarlos en los lagos también puesto que eran animales que se adaptaban a cualquier ambiente.

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora