Capítulo 18.

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18 | LOS GRUPOS

Astor no pudo ocultar su cara de felicidad al saber que Arcadio se encontraba con vida. Nos hizo un largo cuestionario de cómo habíamos llegado hasta ellos, y confesamos todo: el ataque de ese gorila, que tuvimos que correr sin rumbo fijo... pero no dijimos lo de los caballos de piedra. De algún modo, Thomas se lo guardó. Y si él lo hacía, entonces era por algo.

—¿Por qué les ocultaste sobre los caballos? —pregunté. Estábamos tumbados mirando hacia arriba dentro de la tienda. Él solo se incorporó para apagar la lámpara y se volvió a acostar—. Tal vez si los utilizamos, podríamos encontrar con mayor facilidad a nuestros enemigos.

—Tal vez.

—¿Qué quieres decir con eso?

—No voy a arriesgar la vida de los animales salvajes para esta misión. —Me di media vuelta para escucharlo mejor. De algún modo, sentía que él tenía una conexión especial con todo lo relacionado a la naturaleza. Se veía en sus ojos la divinidad que representaba cada una de las especies. Era como si las admira y agradeciera solo por existir—. Sé que podrían facilitarnos las cosas, pero sabemos que somos capaces de destruir lo bonito. Sé que si el rey descubre a estos animales, podría explotarlos para hacer crecer el reino o para satisfacer sus gustos excéntricos. Ellos están bien acá, libres por su cuenta.

—Pero podríamos decírselo solo a Astor.

—No seas iluso. Astor es la mano derecha del rey. Podría vendernos en menos de dos segundos. —Él tomó un suspiro. Mis ojos ya se estaban acostumbrando a la oscuridad y a distinguir los bordes de las cosas. Estiré mi mano y toqué la de él—. Mis padres en cuanto vivieron me educaron para cuidar a los animales del bosque. Por mucho tiempo viví acá, alejado y comprendí que hay cosas que son mejores dejarlas quietas. Yo las estudio, yo las veo, pero no las lastimo.

—¿Entonces, para qué?

—Para conocerlas. Comprenderlas. Mi gran sueño es irme a vivir a un lugar alejado de todas las personas. No quiero estresarme, solo vivir tranquilo. Y si convivir con las "bestias" del bosque es un factor que vendrá con ello, espero conocerlas para no molestarlas.

—¿Crees que algún día llegaremos a vivir en paz animales y personas?

—Tengo muy poca fe, la verdad. Pero sería mi ideal.

Me quedé en silencio mientras acariciaba su mano. Él se volteó para verme y pude distinguir sus ojos en la oscuridad. Viéndome fijamente. Era extraño compartir tiempo con él. Cada día conocía más partes de él y él las mías, y solo me importaba no asustarlo. Porque estaba enamorado. Me gustaba mucho ese hombre frente a mí y podría ser solo un gran capricho, pero yo no lo veía así. De haberlo sido, ya se me hubiera pasado.

Sin embrago, todos los días al despertar, me quedaba viendo su rostro en mi mente. ¿Suena desquiciado? Las luces de la mañana entraban y yo ya me imaginaba algo serio y a largo plazo. Tal vez podía estar loco. Tal vez me estaba precipitando. Pero no podía ocultarlo más. Así que me hice hacía adelante y lo besé.

Él me correspondió. Fueron movimientos lentos mientras intentábamos no acabarnos en menos de tres segundos. No quería que se acabara. Él me hacía sentir demasiado arriba como para desear caer. Sus manos tocaban mi piel desnuda. Yo le jalaba del cabello. Y solo escuchábamos nuestras respiraciones agitadas. Y el compás de los corazones sensibles al tacto suave de las manos del otro.

—Tal vez me puedas llamar loco —dije cuando me separé para tomar aire. Me vi obligado a tomar profundos respiros para apaciguar la llama que ya estaba encendida en mí. Tenía unas ganas inmensas de tocarlo, besarlo y lamerlo por todas partes, pero me contuve—. Solo me imagino tener algo serio contigo. De verdad, quisiera estar contigo. ¿Me dejarías?

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora