Capítulo 7.

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7 | EL NENUFAR

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7 | EL NENUFAR.

En una de esas noches de insomnio, me puse a pesar en el curso que tomaría mi vida. Debía elegir con sabiduría a dónde quería ir. Me imaginé a mí mismo en un salón de clases, con niños que escribían en sus libretas todo lo que les enseñaba. Me miraba enseñando y aprendiendo de ellos, y la ilustración de ese ideal me llenó de felicidad. Pero, al abrir los ojos y mirar el techo, la realidad me golpeó.

Tal vez la conversación no se había tocado más con mamá, pero ahí estaba en el fondo de mi mente. No podía elegir eso porque les había hecho gastar mucho dinero para atascarme ahí. Ellos sabían tanto como yo que solo sería profesor de primaria porque ser parte de la Academia requería muchos contactos. Fue en ese momento que me llegó una pésima idea.

Si yo podía volver con Henry, él me buscaría contactos. De alguna forma, él podría ayudarme. Luego, con un nudo en el estómago, rememoré la forma en que se rio de mí cuando le conté mis sueños. ¿Por qué tenía tantas ganas llorar? ¿Por qué tenía que ponerme él así? No era justo que tuviera ese poder sobre mí. Tampoco era justo que, a pesar de gozar de una buena vivienda y terrenos, yo me enfrascara en ese dilema. Había más problemas en el mundo como las familias afectadas por la plaga y yo solo estaba siendo un exagerado.

Todo está bien, volví a decirme, no caerás de nuevo.

¿Qué debía hacer? ¿Seguía mi sueño y me enfrentaba al posible fracaso? ¿O es que debía asegurar mi futuro antes de soñar tan alto? La sombra de la pregunta me siguió durante toda la madrugada, con sigilo mientras caminaba a clases y me aplastó cuando fui el primero en llegar y sentí la soledad. Se suponía que a mí edad no debía cuestionarme el rumbo que quería tomar mi vida, ya debía tenerlo claro y proyectado, pero ¿cómo quería tener seguridad si lo que anhelaba no era una posibilidad siquiera?

El salón se llenó con facilidad. Antes de que mis amigos entraran, intenté parecer lo más despierto posible y les dediqué una gran sonrisa.

Esperamos un rato a qué Henry apareciera para su clase de Geoquímica y todos nos preguntábamos dónde estaba. Él no era de los que perdían una hora de clase ni llegaba tarde, así que nos pareció extraño. Sin embargo, lo más extraño fue ver a Astor entrar al salón.

—Buenos días, muchachos —dijo. Ya parecía demasiado anciano. Según la historia, con veintisiete años había descubierto el poder de los cristales y de eso ya eran más de setenta años. Una vida demasiado larga—. Tengo un pequeño anuncio que darles.

Todos nos quedamos en silencio mientras él tomaba un poco de aire antes de continuar.

—Su profesor, el señor Arcadio, no podrá acompañarlos la mañana de hoy y me temo que tampoco las clases siguientes. —Pequeños murmullos comenzaron a escucharse por todo el salón. Hasta yo me quedé sorprendido por la noticia. ¿Qué había pasado? Astor se aclaró la garganta para que le prestáramos atención—. Henry Arcadio ha desaparecido.

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora