Capítulo 17.

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17 | EL OTRO CAMPAMENTO

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17 | EL OTRO CAMPAMENTO.

Seguimos avanzando, nos adentramos cada vez más al bosque. No habíamos vuelto a encontrarnos con esos extraños. Aunque estábamos ansiosos por saber más sobre ellos y lo que se traían entre manos. Sin embrago, así como habían pasado los días, cada vez había menos provisiones y pronto tendríamos que regresar hasta el reino a por más.

Faltó leña para preparar la comida, así que Thomas se ofreció a ir por ella. Yo estaba sentado con Sarah y Luca, cuando vi a Thomas marcharse solo.

—¿Piensas dejarlo ir solo? —preguntó Sarah—. ¿No te parece que es un poco injusto? Seguro que le va a costar traer todo él solo.

—Tengo dos impedimentos: brazos débiles y flojera.

—Bueno, con una ramita podrías ayudar.

—¿Por qué tan insistentes de que me junte con él? No va a pasar nada. —Aunque ya había pasado, no nos besamos todas la noches. No es que nos diéramos ese tipo de Buenas Noches y dulces sueños. La mayoría del tiempo llegábamos demasiado cansados de caminar y asegurarnos de que el camino no tenía ninguna trampa, que solo llegábamos a dormir. Gracias al cielo, no nos habíamos encontrado con ninguna criatura o planta carnívora—. Sólo somos compañeros de tienda y ya.

—Pues los rumores corren y dicen que ustedes ya pasaron primera, segunda y tercera base.

—No sé de qué hablas. Aquí todos están más preocupados por encontrar a Arcadio que por otra cosa.

—Bien —dijo Sarah—, estamos desesperados para que te olvides de Rodrigo. Olvida a Arcadio también. Ambos fueron de la mierda y no merecen que te estanques en el pasado. En cambio Thomas parece un buen muchacho. ¿Por qué no darle una oportunidad?

—¿Y ustedes cómo sabes que él está atrás de mí?

—Es evidente. La forma en que te mira lo dice todo.

—Eso es una mierda de explicación.

—Pues se la pasa hablando de ti cuando se junta conmigo —apoyó Luca. Y me mandó una mirada significativa—. Aún estás a tiempo.

Sólo rodé los ojos, me levanté y corrí hasta donde estaba Thomas. Lo grité para que me esperara. Él se dio media vuelta y sonrió. Caminaba con su caballo al lado.

—Creo que vas a necesitar un poco de fuerza para traer esa leña.

—¿Y tú eres el que tiene esa fuerza?

—Sí, fuerza de voluntad.

—Vaya ayuda que me envían.

—Yo te hago porras y tú cargas. —Puso los ojos en blanco, pero sonrió y siguió caminando.

—Me toca conformarme.

Cuando llegamos a una parte más alejada del bosque, en un claro, Thomas eligió un árbol delgado que había estado tumbado y comenzó a cortarlo con un hacha. Yo lo único que hacía era mirarlo. Y no podía apartar la mirada de él. De sus brazos, de su postura, de la forma en que fruncía el ceño para hacer fuerza. Dios, yo era tan homosexual.

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora