Capítulo 21.

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21 | RECONCILIACIÓN

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21 | RECONCILIACIÓN.

No dormí bien aquella noche. Pasaron muchas cosas por mi cabeza, a pesar de que mis padres me dieron su comprensión, yo no podía evitar llevarme todo el peso en mis hombros. Soy su hijo, fui su responsabilidad y entonces los roles se cambiaron, era mi momento de retribuirles todo. Pero me dolía que no ser capaz de ayudarlos. Los campos destruidos me entristecieron, eran todo para ellos y ya no lo tenían. ¿Qué íbamos a hacer? Solo quedaba yo. ¿De qué servía?

Pero ellos no eran capaces de echarme la culpa. No eran capaces de decirme que fracasé. Si solo hubiera seguido sus consejos. Si solo les hubiera permitido acercarse a mí sin estar a la defensiva. Mis padres solían ser así... bueno, yo los había moldeado para ser así, creo. Muchas veces exploté contra ellos por interrumpirme mientras estudiaba porque se suponía que eso era lo que yo les aportaría: mis estudios y con ellos ser alguien en la vida.

Mi mundo se estaba cayendo y no lo podía evitar. ¿Qué quedaba de mí entonces? ¿A dónde tenía que ir? Si hubiera seguido lo que tenían preparado en un principio y me hubiera quedado trabajando en el campo. Si no hubiera seguido el estúpido sueño de estudiar, nada estaría tan complicado. Pero yo di la última palabra y ellos me apoyaron, aunque no querían.

Mi padre solía ser el más dócil. Mi mamá era más complicada en ese aspecto. Luchábamos por tonterías hasta que uno daba el brazo a torcer... fueron muy pocas veces en las que yo gané y una de ellas fue cuando, decidido, les dije que me había inscrito a la Academia.

«¿Qué estás diciendo?» mi mamá me miraba con rabia. Habíamos tenido esa conversación muchas veces. «¿Con permiso de quién hiciste eso?»

¿De dónde nació esa gran obsesión de entrar a esa Academia? Bueno, una parte de mí lo hacía por llevar la contraria a lo que se esperaba de mí. Pero, el mayor peso venía de que había tenido un buen profesor en el colegio que me hizo querer ser como él.

«No necesito el permiso de nadie para hacer esto». Papá se encontraba callado, igual que en cualquier discusión entre mamá y yo. «No estoy para esta vida, no quiero solo ser...»

«Entonces, ¿para ti está mal ser cultivadores? ¿Es eso?» Solo tuve que rodar los ojos por la interpretación que le estaba dando a mis palabras. «¿Te avergüenza seguir esta vida? ¿No puedes ensuciarte un poco de tierra?»

«Estás sacando todo de contexto, no me avergüenza de nada. Pero cultivar cosas no es lo mío».

«Entonces, ¿qué es lo tuyo? Porque no te he visto hacer nada productivo desde que saliste del colegio». Sentí el golpe llegar al pecho. Ya habían pasado más de diez meses desde la graduación y yo... no había hecho nada con mi vida. «Lo único que haces es salir y tomar, y desperdiciar cada vez más tu vida. ¿Sabes qué? Está bien, ve inscríbete, gradúate y sé alguien en la vida por una vez».

Por eso le tenía tanto miedo al fracaso. Y no culpo a mi madre. Fueron épocas dónde no fui un hijo ejemplar. Es que ellos tenían un futuro estructurado para mí: heredar los terrenos. Podía seguir con la tradición de la familia de mamá, pero no quería eso para mí. Me inscribí y las primeras semanas fueron genial. Todo iba en una montaña rusa que no hacía más que subir. Ahí fue cuando lo dejé con Rodrigo y recaí.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2024 ⏰

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