8 | EL PUERTO.
Miraba por la ventana hacia los campos de mi hogar. A lo lejos se podía ver la gran muralla y a mi mente llegaban idealizaciones de un mundo más grande. Me pregunté cuántas cosas no conocía, cuántas cosas me estaba perdiendo por estar encerrado y cuánto estaba consumiendo mi miedo que tal vez me negaba una vida mejor. Pero el silencio absoluto me abromó. Nadie hablaba.
Estábamos sentados para el desayuno. Mientras comía no pude evitar darme cuenta de que había un tenso silencio entre nosotros. Mi mamá tenía el ceño fruncido y mi papá lucía distraído, como si no quisiera toparse con la mirada de nadie más. No había ni siquiera una palabra y eso me frustraba.
Entonces, papá se levantó sin haber probado siquiera su plato.
—¿No piensas comer? —pregunté.
—No tengo hambre —dijo y se miró la muñeca como si ahí hubiera un reloj—. Además, ya se me hace tarde. La vida en el campo no tiene descanso.
Y salió. Mi mamá solo levantó la mirada para verlo cruzar la puerta y volvió a lo suyo. Me pareció extraño porque ellos solían siempre salir juntos para iniciar el trabajo. Tal vez sintió el peso de mi mirada porque se volteó hacia mí.
—Tienes unas ojeras terribles.
—He estado estudiando mucho —mentí y me froté los ojos como si eso fuera a quitarlas. Después de visitar los nenúfares y regresar a casa, no pude dormir nadita. Las imágenes de ese lugar se repetían una y otra vez en mi mente. Lo peor era que Thomas formaba parte de ese recuerdo—. Hoy tengo un examen.
—Ah, no sabía, espero que te vaya bien.
—¿Estás enojada con papá?
—No es algo de lo que preocuparse. —Me hizo una señal como para restarle importancia y me animó a que siguiera comiendo—. Ya se le pasará.
—¿Qué pasó?
—Está enojado porque le dije que ir a esa protesta fue una idiotez. ¿Qué lograron? Solo que los golpearan.
—Me dijo que lo hizo en apoyo a los vecinos, —miré por la ventana mientras mi papá ayudaba a sus trabajadores a llenar algunos productos en un carro—, tal vez no fuimos afectados, pero podríamos serlo en algún momento.
—Pero no tenemos problemas —dijo ella con un tono más alto, también miraba por la ventana hacia el carro—. Debíamos preocuparnos por sacar nuestros mejores productos. Ahora el Rey nos ve como rebeldes y no nos quiere permitir comerciar.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —Volví mi cabeza hacia ella, asustado.
—Que los Guardias Reales lo reconocieron como uno de los protestantes y le contaron al rey. Ahora tenemos que colaborar con los vecinos para poder vender algunos productos porque en el puerto ya no somos bienvenidos.
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Corazones de Cristal Ⓓ
FantasyEn el bosque prohibido, descubrir a un chico peligroso puede llevarte a un destino inesperado: enamorarte de él. 🍃🍃🍃 𝑪𝒐𝒓𝒂𝒛𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒄𝒓𝒊𝒔𝒕𝒂𝒍 En el Reino Ters, el bosque es t...