Capítulo 20.

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20 | REGRESO A CASA

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20 | REGRESO A CASA.

En ese instante, sentí mis piernas flaquear. Miré los destrozos que habían quedado de su invasión. Miré la sangre y las partes de los que fueron nuestros compañeros. Sentí náuseas y el mundo comenzó a dar vueltas.

—¡Volvemos al reino en este momento! —ordenó Astor—. Recojan todo ya.

Y se dio la vuelta para mirarme. No había ni una pisca de amabilidad en su rostro. Tenía la mandíbula tensa y sus ojos mostraban la verdad de sus emociones. Yo había decepcionado en mi misión de sorprenderlo. Había desobedecido y nunca lograría demostrar que era mejor de lo que me habían dado la oportunidad de demostrar.

—A partir de este momento, quedas fuera de cada una de las expediciones que tenga que ver con la Guardia Real. —Abrí la boca para protestar—. Hablaré con el consejo, les contaré lo que sucedió y me aseguraré de que no obtengas el certificado de la Academia.

Sentí que el aire se me iba. Había luchado por llegar a ser un educador y lo había echado a perder. Apreté los puños y arrugué el mapa que tenía entre mis manos. Ese sonido del papel al doblarse hizo que Astor prestara atención a ello.

—¿Qué tienes ahí? —Alcanzó el mapa y entrecerró los ojos para ver mejor. Lo vi examinarlo por unos segundos hasta que tuvo que apartar la mirada para ponerla en mí—. ¿De dónde has sacado esto?

—Estaba en una de las casas de nuestros enemigos. —Astor frunció el ceño para volver a ver el mapa—. Solo lo tomé porque parecía importante para ellos. Estaba junto a esto —dije al pasarle el libro que estaba a su lado.

Él lo abrió y revisó sus páginas amarillentas. Apretó los labios y me devolvió el libro.

—Solo son cuentos infantiles —dijo. Sin embargo, el mapa lo enrolló y lo lleno en su bolso—. Es mejor que te vayas a recoger todo.

Me marché hacia la tienda. Ese mapa parecía importante para los enemigos y si Astor consideraba eso como bueno, mis oportunidades no podían estar tan echadas a perder. Pero eso no estaba en mi mente como primordial. No había visto a Sarah desde que la vi huir hacia el bosque. Me pregunté si estaba bien.

Cuando llegué por mis cosas, me encontré con Thomas. Estaba sentado en el suelo de la tienda, me daba la espalda y me aclaré para hacerme notar.

—Recoge tus cosas que nos vamos —dijo sin voltearse para verme. A mí me pareció una actitud demasiado rara, pero le resté importancia y me puse a recoger las pocas cosas que estaban ahí—. ¿Cómo se te ocurre ir hasta allá?

—Ah, hola, Thomas, me alegra mucho que no te haya pasado nada.

—No debías estar allá y ponerte en peligro.

—Acá también lo estaba. ¿Querías que terminara como los otros? No, pues, gracias por querer deshacerte de mí.

—En ningún momento dije eso. Y estoy feliz de que no estuvieras acá, pero tampoco me pone bien que hayas estado allá. ¿Qué pretendías?

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora