Capítulo 11.

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11 | LOS GUSANOS NOCTURNOS

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11 | LOS GUSANOS NOCTURNOS.

Habíamos caminado durante todo el día y solo paramos un instante para que cada uno pudiera comer el refrigerio a la hora del almuerzo. Pero mis pies ya me dolían. El sol comenzaba a caer por el horizonte y el ambiente de ponía más frío cada vez. Ojalá que esos uniformes que nos dieron hubieran sido más gruesos.

Sarah tenía las expectativas demasiado altas. Esperaba encontrase pronto con los peligros para atacar. Yo solo esperaba que todo fuera tranquilo. Y Luca ni siquiera se reía de los chistes que hacíamos. Seguro era porque su papá lo tenía entre ceja y ceja.

Habían dicho que ahí acamparíamos, así que nosotros estábamos descansando sobre una roca. Un hombre alto y con uniforme de la Guardia Real se nos acercó.

—¿Sarah? —preguntó. Ella asintió y ese hombre sonrió—. Te estábamos buscando, Astor tiene una tarea muy importante para ti.

—¿En serio? —Ella nos alzó a ver con los ojos abiertos de par en par—. ¿Para qué soy buena?

—Ven conmigo y te comento de qué se trata.

Sarah se fue atrás del hombre. Cuando nos volteó a ver, nosotros mostramos nuestras mejores sonrisas y los pulgares arriba. Al parecer sus deseos se cumplieron con más rapidez.

—Ella es la única que está contenta con haber sido voluntaria —dijo Luca mientras se cruzaba de brazos y dejaba salir un suspiro—. La única que creé que es divertido poner nuestra vida en riesgo.

Me cuestioné si era prudente contarle sobre la salud de la madre de Sarah. Pero me quedé callado, tal vez ella no quería que nadie más lo supiera.

—Puede ser divertido, no tengas esa cara larga.

Dejó caer los hombros y se volteó para verme.

—¿Tú por qué te ofreciste?

—Le dije a Sarah que lo hice por buscar a Henry. —No me resistí a dejar salir una risita. Él me había contado lo de su novia, era mi oportunidad de ser un poco más sincero también—. La verdad es que vine por el dinero también. Las cosechas no han ido como se esperaban.

Los demás hombres ya se habían puesto a la tarea de despejar el área. Nosotros también deberíamos ayudar, así que me separé de la roca en la que estábamos apoyados.

Escuchamos como su padre lo llamaba para que ayudara a poner la tienda. Así que me quedé solo. Miré a todos lados para buscar un sitio donde podría hacer falta. Y, entonces, me encontré con esa cabeza despeinada. Thomas.

No dudé en ir hasta donde estaba él.

—¿Puedo ayudarte con algo?

—No pensé que vendrías —me dijo con una sonrisa cuando me vio—. Los niños buenos no hacen este tipo de cosas.

Corazones de Cristal ⒹDonde viven las historias. Descúbrelo ahora