Capítulo Veinticinco

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Era las 6:18 de la mañana, redondeandolo a 6:20 de la mañana. Chile se sentía algo nervioso, puesto que al volver no se encontraría con Sayen y su madre, si no que con su madre y un total extraño u extraña que Sayen le había contratado para que cuidara de Mapuche en su ausencia durante las vacaciones.

¿Estás segura que es de fiar? —Preguntó Chile terminando de tomar su agua y con ella también tomando una pequeña pastilla blanca.

—Si señor Chile, por duodécima vez le digo que; no sé preocupe. A quién contraté es de mi completa confianza y estoy segura que a usted también le agradará. Además consulte con la señora Mapuche y dijo que estaba totalmente de acuerdo con la persona que he escogido. —Dijo Sayen tomando sus maletas y saliendo de la casa para ponerlas dentro del auto. Poco después Chile la acompaño por poco y temblando a medida que subía al vehículo.

Sayen no pudo evitar sentir un escalofrío cuando lo vio así de nervioso, decidió interferir antes de que algo pasara.

—Señor, tranquilo. Recuerde lo que pasó la última vez que se puso así de nervioso.. No queremos repetir lo del 2010, ¿verdad? —Chile abrió los ojos respirando profundo y aún tembloroso encendió la radio del auto, poniéndola en su canal favorito cuando estaba así de nervioso. La música comenzó a llenar sus oídos, tranquilizandole de mejor forma. Se alegro de escuchar su pieza favorita de Maurice Ravel; la tercera parte de Daphnis et Chloe titulada como ‘Lever du jour’.

—Tienes razón, todo estará bien, recuerda; mente feliz, buena actitud es igual a buenas oportunidades y vida feliz. —Se dijo así mismo encendiendo el motor para partir a dejar Sayen hasta el terminal de buses en donde ambos se despidieron con un cálido abrazo. Y luego de eso...

Un viaje a toda velocidad de vuelta a su casa, para encontrar que no había nadie afuera, al contrario, la reja estaba sin seguro a diferencia de como la había dejado.
El pánico invadió su cuerpo, corrió adentro de la casa y a la habitación de su madre, en dónde la vio tranquila tomando una taza de té.

—¡Mami! ¡Está bien! ¿Le pasó algo?, ¿necesita algo? —Comenzó a preguntar frenéticamente acercándose rápido a la orilla de la cama, llegando hasta oler el té como si estuviese asegurándose de que no este envenenado.

—No mame seño, cuando dijo que Chile andaba paranoico no estaba mintiendo. —Chile volteó rápidamente, notando a México parado en el marco de la puerta sosteniendo una bandeja con un desayuno para Mapuche.

—¿¡México!? ¿¡Qué wea!? —México sonrió, acercándose a la mayor dejando la bandeja de comida sobre el regazo de Mapuche.

Hola wey, o mejor dicho; saludos jefecito.

Hubo una larga discusión, bueno, no tanta. Más bien algo corta en donde la explicación no fue demasiada complicada de comprender.

Weon, ¿por qué? Te dije que estaría bien... —Suspiro. —De acuerdo, dejaré que te quedes, la paga es los 7 de cada mes, es cuando me pagan. —Explico, pasando su mano por su rostro, sentía un dolor de cabeza. Necesitaba dormir y mucho.

—Oye, pero wey, no me tienes que pagar. Yo lo hago con gusto —México sonrió dando un paso hacia Chile, poniendo una de sus manos sobre su hombro.

—No, por supuesto que no. —Negó frunciendo el ceño ante tales palabras, como si fuese la mayor blasfemia que había escuchado en siglos. —Te pagaré, estás haciendo un trabajo y por ende te pagó. Ahora... Pedí el día por pensar que serías un desconocido así que aprovecharé el día. Iré a dormir.

El chileno salió de la habitación, dejando a México con un mal sabor de boca. Volteó a ver a Mapuche con un rostro de preocupación, ella asintió y el norteamérico suspiro, saliendo hacia la cocina para ir a limpiar lo que había ensuciado al hacer el desayuno.

『¡Es mi amigos no mames!』─【Mexile】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora