Capítulo Veintisiete

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De nuevo la misma rutina, levantarse con cansancio un par de ojeras bajo sus ojos marrones y su ojo izquierdo con una ligera estrella en su aureola casi imperceptible. Su alarma fue quien le despertó, un par de minutos antes de lo usual que como lo hacía cuando estaba con Sayen.

Fue a darse una ducha sintiendo arder su nuca, algo raro, no recordaba haberse dañado o golpeado.
Prefirió no tomar tanta importancia, tomando su toalla después de terminar y sacudiendo su cabello con esta, limpiando su cara, torso y finalmente atando está a su cadera. Salió del baño algo mojado con un par de cabellos demasiado húmedos pegados a su frente.

Se puso su ropa habitual, lustrando un poco sus zapatos al momento de ponerse estos mismos. Iba a maquillarse, ¿pero para qué? No importaba realmente, no tenía a ningún cliente el cual ver, tan solo debería preparar un par de casos. Iba a ser un día relativamente tranquilo. Sin mencionar que su corrector se había acabado, tendría que comprar otro..

Al momento de abrir la puerta se topo con la imagen de México a punto de golpear la puerta.

¡Buenos días! Pensé que aún no te levantaba. —Saludo el mexicano con una sonrisa en su rostro. Chile negó sonriendo de forma vaga antes de pasar a su lado no sin antes cerrar la puerta detrás de sí.

—Me iré temprano hoy. Nos vemos en la tarde. —Dijo casi a secas tomando sus cosas y las llaves de su auto, no sin antes pasar por la habitación de su madre sonriendo con genuidad al verla aún dormir con tranquilidad.

La casa quedó en una soledad repentino y México intento no sentirse mal por lo cortante que había estado siendo el sudamericano estos últimos días. Lo entendia, o mejor dicho lo excusaba, estaba cansado, había estado teniendo días difíciles en el trabajo, sin mencionar que hacía años el chileno no trabajaba como tal y por ende era difícil volver a acostumbrarse.

Un idea vino a la mente del norteamericano y sonrió para si mismo, empezando a ir a bañarse mientras escuchaba música repasando su plan en lo que se bañaba
Este era su plan; le haría de comer a Mapuche como era lo natural, haría el almuerzo, el aseo de la casa y de pasó también ordenaría la pieza de Chile. Sabía lo mucho que este odiaba ordenarla por si mismo, especialmente hacer la cama por lo que era algo ideal. Él le ayudaría a ordear su habitación y así cuando llegué del trabajo no tendría que preocuparse por dormir en una cama desordenada o no saber donde estaban sus cosas. ¡Era perfecto!

[...]

La puerta se abrió en silencio, dejando ver la habitación del dueño de casa, envuelta en un ambiente lugubré y deprimente. Al encender las luces, se podía ver algunas ropas en el piso y sobre la cama, una cama mal hecha y desordenada, con algunas frazadas fuera de su lugar o en el suelo. Sobre el escritorio varios papeles desordenados y algunos libros de leyes abiertos con par de páginas marcadas con papeles de colores que sobresalían entre las hojas del libro, y un boligrafó colo negro de punta fina sin la tapa puesta.

—Me lo va a agradecer... —Murmuró México caminando entre la ropa tirada y las toallas húmedas para ir y abrir las cortinas junto a las ventanas, así la habitación se podría ventilar.

Primero fue poner las tapas sobre la cama para que no rozarán el suelo, después recoger toda a ropa sucia y llevarla al cuarto de lavado para ponerlo en la lavadora.
Paso la escoba y sacó todo el polvo, además de correr la cama descubriendo más suciedad aún, junto con varios pares de calcetines y una caja color azul marino, una caja de zapatos para ser más exactos.

Uhh, este pendejo y su mal de diogenes. —Menciono con una sonrisa recordando por un momento fugaz todas las veces que en cuanto Chile veía algo "bonito" en el suelo, se lo echaba  su bolsillo para llevarselo a casa. —De seguro que solo lo tiene de cochino. —Tomó la caja esperando que fuese algo sencillo, pero parecia más pesada de lo que se esperaba, tampoco tanto como si tuviese zapatos dentro, pero si como si albergara varias posesiones. ¿Papeles arrugados tal vez?

Bueno, si, papeles. Aunque no arrugados hechos bolitas, más bien varios escritos. Cartas, cartas que contenían la letra del mexicano y otros con la letra del abogado.
Viejas cartas, demasiado viejas. La letra era algo fea, y pues claro, eran cartas que habían escrito cuando eran jovenes. Era extraño, pues hasta el debía admitir que había tirado esos escritos a la basura pues consideraba que usaban demasiado espacio.
Habían un par de cartas que tenían el papel mal nuevo, aunque ni tanto, pero si lo suficiente como para contener la letra que Chile tenía actualmente.

« Carta para Él. »

México se apresuro a voltear la mirada en cuanto vió el enunciado. No sabía para quien era esa carta, pero no debía leerla. Eran parte de las posesiones privadas de su amigo, sería violar su privacidad y no era algo que deba hacer.
Guardo las cartas y dejó la caja como estaba, solo que sobre un mueble mientras el limpiaba el desastre bajo la cama de Chile.

Pronto el desorden que había previamente desaparecio, todo gracias a su impecable forma de ordenar. Las hoja del trabajo de Chile las había reorganizado, teniendo que leer cada una para asegurarse de no juntarlas todas y confundir al sudamericano al momento de reanudar el trabajo. Los casos archivados en carpetas sin uso. Y los libros cerrados y guardados, pero no sin no haber parcado previamente el libro en la página abierta en la que estaba. La tapa del lapiz en su lugar, sorprendentemente y la cama hecha y ordenada.
Las botellas de maquillaje que ya no tenían contenido en absoluto, tiradas a la basura, y a las que aún le quedaban un poco las ordeno. No podía botarlo todo o el sudamericano se enojaría.
Y había un aire totalmente renovado.

Aunque había algo que le picaba aún. Trato de no pensar en eso, pero, ¿y si era él de quien se trataba? Después de todo, el resto de cartas eran solo cartas que se habían eviado entre ellos. Chile y México, Reino de Chile y Nueva España. Además, no es como si no se tuvieran confianza o hubiese una vergüenza entre ellos. Es decir, ¡hasta sabían que tipo de juguetes sexuales les gustaba al otro! No había nada oculto entre ellos... Nada oculto salvó esas cartas...

El pie de Mexico se movía con impaciencia, pensando seriamente si leer o no leer.

¡A la verga! —Exclamo yendo a tomar la caja y abrirla, leyendo cada una de las cartas sobre las cuales no tenía conocimiento alguno. Y tan pronto como sus ojos pasaban por cada una de las palabras escritas, su corazón latía con más fuerza, un sonrojo aparecía en sus pómulos y una sonrisa se esbozaba en su rostro. —¡QUE VIVA EL AMOR, VAMOOOS!

Su grito de felicidad se escuchó hasta afuera de la casa y Mapuche quien estaba abajo viendo su telenovela, se sintió extrañada y ciertamente con un leve mal presentimiento.



















































































Su grito de felicidad se escuchó hasta afuera de la casa y Mapuche quien estaba abajo viendo su telenovela, se sintió extrañada y ciertamente con un leve mal presentimiento

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『¡Es mi amigos no mames!』─【Mexile】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora