2. Reese

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La alarma suena a las seis y yo, bocabajo, estiro la mano, le doy un manotazo al despertador y giro la cabeza sobre la almohada.

Ayer estuve trabajando hasta tarde en el nuevo negocio con A.S Enterprise. Ellos necesitan más almacenes y yo requiero de escalar en el conglomerado.

Me levanto de la cama a paso lento quitándome el pantalón que uso para dormir y vistiéndome con ropa deportiva.

Tomo los inalámbricos, el termo de agua y me dirijo al gimnasio que tengo en la segunda planta.

Durante cuatro años llevo la misma rutina, una vida que para muchos es aburrida, pero yo me he adaptado a vivir así. Hija-ejercicio-trabajo. No me interesa nada más.

Realizo una ronda de abdominales y pesas. Le dedico una hora.

Al regresar a la primera planta me encuentro con mi madre Ruth.

—Cariño ¿tanto músculo para qué? Para irte a dormir y que nadie los toque en la noche —dice y automáticamente ríe. Se queja todo el tiempo de que no formalice una relación con una mujer. Le he explicado un montón de veces que hace mucho tiempo murió la sensación de que una mujer me volviera loco.

Interesadas o aburridas. Obedientes o dispuestas a complacer en todo. No sé realmente que me molesta pero no encuentro alguien que procure en mí la necesidad de volver.

Sigo al baño, ignorando el comentario de mi madre. Muevo el grifo y me meto completo debajo de la ducha. Apoyo las palmas de mis manos en el azulejo en lo que el agua me recorre.
Janeth fue la última mujer que lo logró. Logró tenerme enamorado. A Janeth le di la oportunidad de todo. Incluso de formar una familia. Cuando menos lo esperamos se marchó. Sin importarle hija, sin importarle nada. Su excusa válida: demasiado trabajo.

Sí, soy un obsesivo con el trabajo. También soy serio y poco afectuoso. Cualidades con las que ninguna mujer está dispuesta lidiar.

Limpio mi cuerpo con gel y tras deshacerme de este me envuelvo en una toalla a partir de la cintura. Salgo al cuarto mientras las gotas de agua mojan el suelo por donde paso.

Me muevo por el vestidor hasta situarme frente a la gaveta de los bóxers. Me quito la toalla y tras secar un poco el pelo la dejo caer al suelo. Tomo un bóxer blanco con las letras de Calvin Klein marcadas en el elástico. El traje es gris claro a medida. Dejo los primeros dos botones de la camisa desabrochados sintiéndome libre de ataduras al cuello. Una vez me coloco los zapatos y me echo perfume alcanzo el reloj de la cómoda y lo coloco en mi muñeca.

Bajo a la cocina y ya mi madre tenía el desayuno servido. Mi pequeña, ya en la mesa, bosteza en repetidas ocasiones. La tomo en brazos y la lleno de besos como cada mañana. Ella solo ríe y se queja de que le da cosquillas.

— ¿Tienes sueño aún Lia? —le pregunto dejándola nuevamente en la silla.

—Sí —contesta.

—Ve a dormir entonces peque —propongo pero ella mueve la cabeza negando en lo que come panqueques.

—Tiene que aprender nuevas cosas hoy, ¿Verdad bella de abuela? —le pregunta mi madre cariñosa y ella asiente. Mientras come no te dirige la palabra. Le encanta comer.

—La maestra es joven, muy buena chica...

—Ruth no me estés vendiendo más candidatas —me quejo.

—Solo digo que...

—Me voy peque. Te portas bien princesa de papá —le digo en su cara y ella asiente. Más besos para ella y me marcho.

Conduzco hasta A.S Enterprise. Ya he estado aquí, por tal motivo el diseño no me envuelve. La recepcionista me indica que pase inmediatamente mientras dirige mi camino.

Siénteme [Primera parte de la Trilogía Irresistible]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora