5. Reese

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Maratón 2/2

Lia se había quedado encantado con Kimberly, yo también. Las cosas cómo son. Esta cría de dieciocho años tiene una energía brutal, que hace que salgas de tu zona, de tus rutinas. Que tiene la jodida capacidad de hacerte vivir los días, ¡sin dudas!

Lo más absurdo de todo es que aún pienso en la chica del antro. Esta tiene sensualidad desbordada. La jodida capacidad de volverme loco de deseo.

Voy por mi cuenta al antro. Necesito volver a verla. Intentar descifrar qué cojones me sucede. Si la fascinación que me provocó hizo que lo reflejara en otra chica o solo es deseo. Esta primera es la más insana pues implica que no las suelte a ninguna de las dos.

Me colé por la misma puerta, esta vez ya marcada con una placa que indica el nombre Ly.

Me la volví a encontrar bailando, sin música y sin ropa. Me detuve a observarla otra vez, con una necesidad loca de tocarla. Ella se dio cuenta de mi presencia pero siguió moviéndose.

Tentado, necesitado, loco por tocarla. Lo hago. Doy tres zancadas hasta ella y me pego a su espalda.

Este perfume.

—Te conocí hace un maldito día y has logrado volverme loco. ¿Utilizamos la puta cama? Porque de lo contrario tendré que volver a mi jodida casa y masturbarme nuevamente mientras tú bailas despacio en mi cabeza —Susurré en su oído.

Se queda segundos pegada a mí, con su redondo culo sintiendo mi erección.

No le propongo follar a ella porque trabaja aquí. Siempre fui claro con lo que quería y se me daba bien.

Empieza a bailar pegada a mí, con su redondo culo haciendo palpitar mi erección. Despacio, sin música, sin penas. Me deleito a su espalda y me vuelvo aún más loco por ella, por su piel, por si actuar, por su olor.

Con mis manos en sus caderas la hago girarse. Sus ojos se posan en los míos, esos ojos hipnotizantes que he visto en alguien más y no estoy seguro de que sea un juego de mi mente aún.

Acerco mi boca a sus labios y no la beso. Con una de mis manos retiro el cabello rojo de su cuello y me acerco, aspirando ese olor increíblemente suave. Pego mis labios a su blanca piel y los muevo. Ella mueve su cabeza ligeramente hacia atrás dándome más acceso. Los roces pasan peligrosamente a los besos, los besos a las succiones, las succiones a las mordidas. Gime bajito y se separa de golpe.

Busca nuevamente ese cuaderno y un bolígrafo y anota en letras mayúsculas:
QUE TRABAJE AQUÍ NO SIGNIFICA QUE FOLLE CON CUALQUIERA QUE ME LO PROPONGA. PUEDE IRSE Y NO REGRESE.

Lanza el cuaderno y el bolígrafo en una de las gavetas y apoya su mano en la cómoda mirándose al espejo. No sé que se puede decir internamente mientras se observa, pero estoy malditamente seguro que ella también lo deseaba.

Y qué podemos decir, somos masoquistas. Un «No» implica querer ir a más, luchar y luchar hasta obtener el puto «Sí».

La miro una última vez, ella lo hace a través del espejo y me marcho. La paciencia es la cualidad que te hace superior. Saber esperar; jugar tus cartas y esperar paciente al otro para jugar la próxima.

Su baile no me lo perdí y el cómo me buscó con la mirada tampoco. No quería el corazón de la chica de noche, quería comprobar que era placer y de esta forma dejar de observar también a la cría de Aiden.

Nunca hacía ejercicio de noche, pero hoy cambiaba la rutina. Me vestí con un pantalón deportivo y fui hacia el gimnasio. Con las pesas liberaba tensión. Con los abdominales me merodiaban los pensamientos.

Siénteme [Primera parte de la Trilogía Irresistible]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora