18. Kimberly

116 19 2
                                    

Me despedí de Melo y Julen, y me encaminé a la salida. Por hoy ya había pasado todo lo que debía o no.

Sentí una punzada en mi cabeza y me detuve antes de llegar al hombre que me extendía la llave de mi auto, tratando que recuperarme, pero la punzada no quería darme tregua.

—Señorita ¿está bien? —pregunta pero yo no soy capaz ni de asentir.

Empezaba a ver un poco nublado, incluso me pesaba hasta el cuerpo. Unas manos me sostienen pero no, sé que no son de él.

—Yo me encargo —le dice el dueño de esas manos. Chad.

Me carga y me sube al asiento de copiloto de mi auto y rápidamente se sube él, poniéndolo en marcha.

Conduce no se ha donde, intento decirle que me deje en mi casa pero parezco borracha. No lo digo coherente.

No sé que tiempo tardó sentada en el coche, los ojos me pesan también, la boca la siento reseca.

Detuvo el auto y tras abrir mi puerta me toma en brazos. Qué demonios me pasa. Me siento débil, aunque quiera hablar, no hago más que articular. Mi vista es borrosa, pero lo siento, siento que este no es mi sitio y estas manos no son las que me hacen sentirme segura.

Ahora lo entiendo, ahora mi cuerpo lo grita.

Cuando no confías en alguien, no te sientes segura en sus brazos. Y yo, yo ahora mismo compruebo que solo los brazos de Reese me hacen sentir así, como mi hogar, mi protección.

—Llévame... a... casa —musitaba.

Me acostó sobre una cama y yo tenía muchas ganas de llorar. No sé cómo llegué a esta situación.

Sentí unos labios sobre los míos y aunque no era capaz de moverlos, él lo hacía, me besaba. Moví la cabeza, perdida pero no sé quitaba.

Se subió encima de mí y empezó a besarme. Lágrimas caían por mis mejillas porque quería detenerlo, quitarlo de encima de mí, pero no podía.

Sus manos descendían por mi vestido y su tosquedad para lograr quitármelo me ponía peor.

Mierda.

Seguía besándome y tocándome, aunque pretendía quitarlo, no podía. Los ojos ni siquiera podía tenerlos abiertos, porque un sueño terrible me invadía.

Batallé, pero me perdí a los segundos.

...
Abro los ojos perdida, completamente desorientada. Di un brinco en la cama al notar que no era la mía, ni la de Reese. Una mano se posa en mi muslo y al mirar al lado me encuentro con Chad, desnudo, aún dormido.

¿Qué demonios pasó?

No me acuerdo de nada más que salir de la fiesta y sentir mareo.

—Chad —lo despierto bruscamente—. ¿Qué es esto? ¿Qué pasó?

—Nena, ¿No recuerdas? —pregunta.

—Si recordara no te preguntara —digo de mala manera.

No puede ser. Me miro como desquiciada y me veo desnuda; miro a toda la habitación. Joder.

—Te dolía la cabeza así que te traje a mi casa para cuidarte hasta que te sintieras mejor. Pensé que era producto de que habías bebido mucho. Empezaste a besarme, como lo hiciste en República Dominicana y aunque te frené, porque no lo quería en tu estado, casi me lo suplicas.

¿Qué?

Ataco a mi mente para que recuerde, debo confirmar que es cierto.

Mierda.

Siénteme [Primera parte de la Trilogía Irresistible]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora