• 29 años. •Escucho los pasos de Ohm acercándose, yo he salido al parque que queda a la vuelta, porque quiero estar solo.
Se sienta a mi lado, y pone un paquete de galletas frente a mí.
—No, gracias.
Él suspira, apoyando su cabeza en mi hombro.
—¿No quieres entrar?
Muevo la cabeza negativamente, abrazando todavía mis rodillas contra mi pecho.
—Entonces vamos a quedarnos más.
—Ohm, quiero estar solo.
Han pasado ya unos meses desde que perdí el bebé, pero no logro estar bien.
Es como si mi corazón estuviera roto, y no encuentro la forma de sanarlo.
Sigue doliéndome el pecho todo el tiempo.
Lloraba antes, ya no lo hago, simplemente creo que me he quedado estancado.
—Por favor, ya no me evites —me pide agarrando mi rostro para que lo mire.
—No estoy evitándote.
—Lo haces —responde tomando una respiración profunda y yo bajo la mirada.
Estar cerca de Ohm es doloroso, no encuentro la manera de explicarlo.
Siento que estoy arruinando su vida perfecta, no puedo darle algo que quiere, aunque diga que no.
—No me casé por una necesidad reproductiva, yo te he amado toda mi vida a ti —dice colocando su mano en mi corazón.
—Ambos lo queremos, lo sabes.
—Si tú quieres —aclara resaltando el pronombre— podemos intentarlo de nuevo, no tienes que tener miedo, estoy contigo.
—¿Y si me rompo el corazón otra vez?
—Yo voy a repararlo —responde besando mi nariz.