• 31 años. •Ohm ha abierto las cortinas, lo sé porque la luz del sol entra, incomodándome.
Intento cubrirme, pero ya no puedo dormir.
Me levanto para ir al baño, y lo veo en la cocina, picando un poco de queso.
—Buenos días —me dice así que me detengo.
—Hola.
—Podemos pasar el día en la cama hoy, voy a hacer jugo también.
—No tengo hambre, Ohm.
—Está bien —responde bajando la mirada— podemos dar una vuelta si quieres más tarde.
—¿Una vuelta?
—Podemos ir al cine o...
—No quiero —le digo casi quebrándome— yo no soy como tú, esto me duele de verdad.
—¿Crees que no me duele a mí?
—Yo te veo bien.
—Estoy intentando seguir con nuestra vida, no voy a acostarme a llorar todo el día en la cama, como tú.
—No lo sientes como yo, porque tú no lo tuviste dentro de ti.
—Yo lo quería también —responde apoyando sus manos en la mesa— me duele, estoy tratando de ser fuerte.
El nudo en mi estómago me obliga a callarme.
—Voy a salir sin ti, si todavía quieres quedarte acá —agrega sin mirarme— me agota verte ahora, no puedo conversar contigo porque estás enojado conmigo como si yo tuviera la culpa de lo que pasó.
—Nunca te he culpado.
—Es así como actúas.
—¿No entiendes que se me rompió el corazón otra vez?
—No estás mejorando, Nanon, yo te amo, pero parece que nada de lo que hago es suficiente para ti, ya no eres feliz.
Intento acercarme a él, pero agarra las llaves y se va tirando la puerta.