Recuerdos.

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Capítulo 10.

Recuerdos.

Aquél día su carga de trabajo había sido muy liviana, por lo qué al mediodía ya disfrutaba de tiempo libre.

Decidió pasar un rato en el patio leyendo, sin embargo en algún punto encontró aburrido su libro y empezó a destruirlo. Arrancó una hoja y víctima de su aburrimiento la dobló hasta que la convirtió en un barco de papel.

Una sonrisa iluminó su rostro al recordar el Campania con eso.

En aquella ocasión vió a Elizabeth pelear por primera vez y la encontró mucho más interesante luego de eso, al instante ese recuerdo fue sustituido por uno suyo arriba del bote salvavidas luego de qué su demonio pasó toda la noche peleando contra las muñecas bizarras del enterrador. Fue la primera vez que lo vió jadeante y que sintió miedo de perderlo al verlo sumamente afectado por la herida. Luego a su mente vino el día qué le dió como libre… Cuando Sebastián quería era como un niño pequeño, difícil de mantener quieto. Soltó una carcajada.

Un recuerdo tras otro invadieron su mente, como por ejemplo cuando con ayuda de sus brillantes estrategias (y descaradas trampas) fue capaz de hacer qué el milagro azul sucediera. Su equipo reconoció el enorme sacrificio que él y sobre todo su cráneo hicieron, de modo qué lo levantaron en brazos para vitorearlo. Un segundo estaba en los brazos de sus compañeros y al siguiente en los del demonio. Juró que en ese momento aquel contacto se sintió cálido.

También recordó el viaje a Alemania y como terminaron ambos afectados por aquel gas. A Sebastián no le importó que sus marcas del contrato fueran vistas por Sullivan y toda la gente que estaba allí, tan solo deseaba salvarlo e hizo de todo por lograrlo.

Tal como venía haciendo durante este último (casi) año.

Luego recordó aquella vez que la reina lo obligó a recibir a un puñado de gente para un juego de Clue! en la vida real… Pese a que ellos estaban de acuerdo,  ver a Sebastián “muerto” en el suelo fue algo sumamente impactante para él, así que lo que para el demonio fue una brillante actuación, para él fue una emoción real.

Tantos recuerdos juntos, en algunos Sebastián parecía genuinamente preocupado por él y en otros,  el mismo se sentía así por el demonio,  su fiel compañero desde hace 10 años.

Suspiró arrancando otra hoja de la novela qué leía y antes empezar a doblarla para otro barco, le dió un rápido vistazo, en ella se narraba (de forma descarada para su gusto) la noche de bodas de los protagonistas.

Lo natural hubiera sido que a su mente llegarán los recuerdos con Elizabeth, de aquella vez que estuvieron juntos en esa situación, sin embargo no fue así, a su mente llegó Sebastián en la noche de la despedida de soltero.

Lo primero que recibió de el fue un muy largo beso, uno que nubló su mente y lo hizo desear más de aquél demonio. 

Luego recordó sus labios recorriendo por completo su cuerpo haciéndole sentir cosas en lugares que no sabía que su cuerpo poseía. Después … Estaba seguro de que su esposa jamás haría tal cosa como meterse aquello a la boca y lamerlo hasta llevarlo al éxtasis y tragar todo como si de lo más delicioso se tratase, pero allí no se detuvieron las acciones bucales del demonio, tan pronto terminó con eso le dió la vuelta y con su lengua lo preparó de atrás antes entrar, jurando que no le haría daño.

Al principio dolió, pero aquel demonio como el excelente amante qué era logró qué el placer sobrepasara cualquier otra sensación en su cuerpo. Tan excelente fue aquello que se repitió varias veces durante esa noche hasta que su cuerpo no aguantó más.

Sebastián se había tomado literal aquello de consentirlo en su despedida de soltero…

-Conseguir ese ejemplar personalizado fue bastante complicado joven amo.- la voz del demonio lo trajo de vuelta de sus impuros pensamientos.

-Ni siquiera es tan bueno. Fue un desperdicio de dinero y tiempo.-

-Y por lo visto su mente se encargó de recordarle mejores cosas, ¿No?- con la mirada señaló discretamente la entrepierna despierta del joven.

-¡Pervertido! - se cubrió con el libro. 

-¿Yo?- respondió con fingida inocencia. -No es mi cuerpo el qué está así.- dejó la charola con el postre en la mesa donde estaban los barcos hechos con las páginas del libro.

-Ese no es asunto tuyo.- respondió sin poder encarar al demonio. 

-Tiene razón. Entonces me retiro para que pueda arreglarlo.- se alejó del noble tan solo unos pasos y luego le hablo, más no volteó a verlo. -¿Desea que le consiga a una dama para que le ayude?-

-No es necesario… Y ya vete.- ordenó el noble furioso viendo la rebanada de postre en la mesa. Al menos el chocolate le ayudaría a calmarse.


Decir que el conde pasó el resto del día más que enojado debido al calor contenido en su cuerpo, es poco. 

Su amo estuvo absolutamente irritable todo el día y quién pagó los platos rotos de ello fue el demonio que sin saberlo, en efecto era el causante de la irá de su señor.

Por la noche el conde permanecía dentro de la tina disfrutando del agua caliente, aunque su cejo no podía estar más fruncido debido a todo lo contenido del día. El demonio por su parte solo acercó el carrito de las toallas buscando hacer el menor ruido posible para no enojar (más) a su amo, sin embargo sus intenciones murieron en el momento qué una de las rueditas rechino apenas un poco.

-¿QUE NO PUEDES HACER NADA BIEN? SE SUPONE QUE TU DEBER COMO MAYORDOMO ES MANTENER TODO EN ÓPTIMAS CONDICIONES PARA COMODIDAD DE TU AMO. De verdad te estás volviendo viejo y uno muy inu…- las palabras del noble fueron interrumpidas por una mano en su cabeza, una qué amenazaba con hundirlo en la tina hasta llenarle los pulmones de agua jabonosa. -¿Qué haces?-

-Oh, amo… Los dos sabemos que la rueda fue solo un pretexto. En realidad usted está digamos… Sexualmente frustrado.- deslizó la mano con la que sostuvo al joven por todo su cuerpo hasta llegar a su entrepierna la cual respondió muy rápido a sus toques. -Así que le diré lo mismo que en aquella ocasión. Solo permita que yo me haga cargo…- susurró cerca del oído del noble antes de empezar a repartir besos en su cuello logrando hacer que poco a poco la tensión en su cuerpo fuera bajando.



Aquella noche no llegaron hasta el final, tan solo se aseguró de darle alivio a su frustrado señor y se marchó decidido a no escuchar sus reclamos cuando el peso de su consciencia hizo efecto después de tan placentero momento.

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La vida del viudo Phantomhive.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora