Capítulo 8

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Soy feliz cuando llueve

La lluvia y los truenos discuten en el exterior, mientras yo, estoy expectante de su pelea, sin poder hacer nada. Eso me hace recordar a la carrera de gotas de lluvia que hacía cuando era pequeña en la ventana del coche, ambas se deslizaban, e intentaba adivinar cuál iba a llegar antes. Ahora mismo parece que todo lo anterior fue en otra vida, me pregunta cuando fue la última vez que lo hice.

A veces hacemos una cosa por última vez, sin saber que, en realidad, no volveremos a hacerla, como por ejemplo, la carrera de gotas que he mencionado antes, pues la hice una última vez hace muchos años, sin saber qué no lo iba a hacer más, pensando que lo volvería a hacer otro día de lluvia.

–¿Allen? –Añade Nik, devolviéndome a la realidad. Me escribió diciéndome que cuando terminase de trabajar, viniera a su casa a tomar un café, y así hice, ya que, después de lo de ayer, no estaba preparada para ver a Ethan.

–Perdón, la lluvia me ha desconcentrado –. Respondo. –¿Qué pasa?

–Allen, no te hagas la tonta. Nos conocemos, y ambos sabemos que te pasa algo–. Me mira con su penetrante mirada esmeralda.

–Puede que tengas razón... –Suspiro –. No sé porqué Ethan me habló así ayer...

–Ni yo tampoco. Creo que se ha vuelto un poco agresivo desde lo de tu hermano –. Desvía la mirada.

–Sí...pero nunca me había gritado, hasta ayer –. Agacho la cabeza, pero entonces, Nik pone suavemente su mano en mi mentón, y levanta mi cabeza lentamente, haciendo que lo mire. Me pongo algo nerviosa, pero entonces me suelta con delicadeza y sigue con la conversación.

–Necesita ayuda, pero no la va a aceptar –. Responde, y se crea un cómodo silencio, que tardo en romper unos segundos:

–Por cierto, ¿por qué no le dijiste que eras tú? –Pregunto, curiosa.

–No me apetecía hablar con él cuando vi como te habló –. Me mira –. Sé que no está en su mejor momento, pero tú no tienes la culpa. Ahora entiendo por qué no querías que le dijéramos nada sobre el tema "Aksel", no lo ves preparado como para saberlo.

–Y además de eso, cuando se lo comenté hace dos años, cuando leí la carta de Mathy, me dijo que no lo encontraría –. En un tono de voz un tanto desanimado –. Así que preferí no hablarle sobre ello.

–Ya, alguien tan negativo no nos ayudaría mucho, es más, nos deprimiría y nos haría, incluso, rendirnos –. Responde.

Asiento y a continuación apoyo mi cabeza suavemente en su hombro, pero entonces se me pasa por la cabeza aquella vuelta al mundo que queríamos hacer Nik y yo cuando éramos adolescentes.

–Por cierto, ¿sigue en pie lo de la vuelta al mundo? –Pregunto, sin quitarme de su hombro, se está muy agusto, y además, se siente como un lugar cálido y seguro.

–Qué pregunta más tonta. Por supuesto, Allen –. Me sonríe. –Cuando encontremos a Aksel podemos hacerla.

–¿Y por dónde empezaríamos?

–No sé un sitio exacto, pero...¿qué te parece un lugar en el que haya playa?–Aún no se le ha olvidado aquello que dijo Mathy hace tanto tiempo.

–¿Y haremos castillos de arena gigantes? –Sonrío de forma leve, siguiéndole el juego, llena de nostalgia.

–Y tanto –. Ríe un poco, y pasa su brazo por mi espalda, poniendo su mano sobre el mío. Ésta se siente cálida y agradable –. Y después, ¿dónde te gustaría ir?

–Me gustaría ir a Italia, y...¿quién sabe? Tirar monedas en la Fontana di Trevi, hacernos la típica foto con la Torre de Pisa, ver el atardecer en la Piazza di Spagna...

No muy lejos de las vías Donde viven las historias. Descúbrelo ahora