Estrellas separadas
Cada vez me doy más cuenta de que soy una simple espectadora, porque no puedo controlar ningún aspecto de la vida. No puedo parar el tiempo, ni decidir qué clima hará hoy, ni mucho menos puedo cambiar el pasado, pero tampoco sé con certeza cómo estaré de aquí a diez años. Es decir, todo es una incógnita incontrolable, descarrilada, como un tren sin frenos.
Hablando de trenes, escucho como él tren acaba de llegar a Svalbard. Desde aquí, desde el campo de lirios se escucha.
Lanzo un gran suspiro al aire, que se queda congelado en cuánto roza el exterior.
No podemos controlar el tiempo, de poder hacerlo, no habrían pasado tres meses desde que fui al programa, y aún no he recibido ningún mensaje.
Cada segundo que pasa ante mí, me mantengo expectante, mientras observo el paisaje.
Aunque, ha decir verdad, por mucho que quiera engañarme a mí misma, creo que he perdido toda esperanza de encontrar al tal Aksel, y eso es realmente una pena, un bloqueo mental para mí, ya que, no sé cómo encontrarlo si el programa realmente no funciona.
Puede que cuánto más busques algo menos lo encuentras.
Zack está trabajando, en su tienda de dulces. Y yo hoy tengo el día libre.
Me gustaría verlo, ahora mismo, y estar con él, sin importar el qué, el cuándo y el porqué. Solo quiero estar a su lado.
Y...además, estoy impaciente, porque puede que le tenga una pequeña sorpresa.
Saco de mis bolsillos los dos billetes de avión que compré hace unas semanas hacia Estados Unidos, y entonces los observo, con detenimiento, con cautela, con suavidad, la misma que tiene la brisa del mar, o la arena.
Quiero que Zack y yo demos una vuelta al mundo, esa con la que soñábamos Nik y yo de adolescentes. Obviamente él también vendrá con nosotros, una parte de mí sabe que siempre está a nuestro lado.
Utilizaré esos ahorros que tengo desde adolescente. Ya lo he decidido.
***
La Luna me observa, con parsimonia y tranquilidad. Y entonces pienso en el amor imposible que tienen el Sol y la Luna, ya que se pueden ver pero no pueden tocarse, ni abrazarse, ni nada por el estilo. Su situación es parecida a la de una relación a distancia.
–¿Helen? –Añade Zack, sacándome de mi pensamiento y haciendo que vuelva a la realidad.
–Perdona, candy. Me he quedado embobada mirando la Luna –. Añado.
–¿Candy? –Me mira con una sonrisa –. Cada vez me llamas de una forma distinta, al final me vas a transformar en el hombre de los mil nombres –. Ríe.
–Solo he cambiado el idioma. Candy es caramelo en inglés –. Cojo la copa de vino con delicadeza y le doy un sorbo. La verdad es que hacer un picnic para cenar nunca había estado entre mis planes, pero la verdad es que es agradable comer mientras ves las estrellas.
Nos quedamos admirándolas, contemplándolas, fascinados, como si fuera la primera vez que vemos un cielo estrellado.
–¿No hay constelaciones hoy? –Me relaja mucho oírle hablar, y más si es sobre estrellas.
–Siempre hay, aunque no se vean. Mira –. Añade, mientras me acerca a él y me señala algunas estrellas en el firmamento –. Ahí hay tres, Carina, Puppis y Vela. En la antigüedad estás tres eran una sola, Argo Navis, y formaban la figura de un barco, pero actualmente está dividido en tres diferentes.
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No muy lejos de las vías
RomanceHelen ha vivido siempre cerca de las vías, por lo tanto, sabe de primera mano que la tristeza y la alegría viajan juntas en el mismo vagón, sin importar las diferencias que haya entre ellas. Desde la muerte de su hermano menor, la vida de Helen se d...